De Cádiz, ahí es nada (Chapu A. y C. Cano)

Francisco Apaolaza  (Chapu) llegó al mundo en San Sebastián, en 1977. Navarro de corazón (y matrimonio), se considera de muchos sitios (por ejemplo, gaditano, si se tercia) y navega en algún punto indeterminado de Madrid, a medio camino entre la bahía de la Concha y el faro de Trafalgar.

Hace tiempo que por dentro yo ya soy de Cádiz           Chapu Apaolaza DN 20/06/2023

En La Voz de Cádiz

A veces por la noche preguntamos a los niños cuál ha sido su cosa favorita del día. Yo hoy me quedaría con el momento en el que el nuevo alcalde de Cádiz, Bruno García, durante una entrevista en Espejo Público, se refirió a mí como “gaditano” sabiendo que nací en Donosti. “Tiene a su lado en la mesa un gaditano”, le dijo a Susanna Griso, y ella mirando a todas partes buscando quién podría ser hasta que dije: “Soy yo”. 

Terminando la breve entrevista de Susanna al alcalde gaditano, este comentó que "Ahí tienes un gaditano en la mesa que conoce bien Cádiz". La conductora de 'Espejo Público, entre el asombro y la extrañeza, miró hacia su derecha como queriendo ver a un paisano de Pemán oculto tras la barba del director de El Mundo, Joaquín Manso. Seguidamente, giró 180º grados su cuello para toparse con el perfil del periodista Chapu Apaolaza: "¿¡Chapu!?", preguntó con sorpresa a la vez que este afirmaba orgulloso con la cabeza y el prime edil gaditano reía tras la pantalla.

Mto. a San Francisco Javier. En cuanto al San Fermín gaditano, pincha.
Va por Churruca (comentario 3º)

Le expliqué que había vivido en Cádiz, que esa ciudad me había enseñado algunas cosas importantes, y entonces, Griso me preguntó: “¿Que te enseñó?”. “A vivir”, le respondí.

Así que ya soy de Cádiz; lo ha dicho el alcalde. “De Cádiz”, con todas las letras, que es más que ser ministro de lo que me pongan por delante. Hace tiempo que por dentro yo ya soy de Cádiz como un ciudadano emocional de su paraíso de levanteras, atardeceres, gaviotas, papel de estraza y corazones humildes que no caben en el pecho. 

Faro de Gades con barquito

Más que sillón en la Real Academia, tengo silla de playa abierto en La Caleta, Ganges nuestro, locura de naranjas y rosas a la caída de la tarde. Tengo dos palmos de barra en El Manteca y un sitio para echar la caña del país entre sabios de los pescadores de la Punta en la que El Beni pescó del mar un farol fenicio encendido y donde yo aprendí las costumbres de los pescados de allí, enormes, rotundos y listos, unos peces como de la escuela del idealismo alemán. Me sé un estribillo y una docena de cuplés, me sé un puesto en el mercado donde encontrar tagarninas, una playa para surfear, una esquina de La Viña para escuchar una ilegal y una azotea con lavadero para amarse.

Porque hay otras ciudades en el mundo, pero ninguna como en ésta la medida en que, si aprendes a quererla, ella te querrá a ti. Cádiz, novia del mar y novia mía también, siempre encuentra extrañas maneras de acomodarnos a los hombres en grandezas generosas e inesperadas, sin mármol, ni bustos en la Alameda, sencillamente en un recuerdo cariñoso, a veces en el mensaje de un viejo amigo al teléfono, en lo que sea, digo que de pronto acuna a los hombres en una posteridad íntima y sutil pero verdadera que para mí se queda. 

De Cádiz. Qué más quieres.