martes, 31 de marzo de 2020

Hotel Mediero (J.J. Arazuri Hª SF)

Año 1909. Calle Nueva. A la izda. la entonces pequeña plazuela de San Francisco.
En el centro la cárcel y Audiencia Territorial. Al fondo, un carro de bueyes en la
Plazuela del Consejo. Ha comenzado el derribo del viejo caserón de la cárcel
Delincuentes y carteristas 
Estampa invernal de la Plaza del Consejo.
Al fondo, los arcos, bajo el Consejo Real,
que daban paso (ver plano) a Tecenderías
Las aglomeraciones de las fiestas atraen a carteristas y delincuentes como la miel a las moscas. De igual modo, cuando se acercaban los Sanfermines hacían su aparición los rateros. Para aquella colección de ladrones, el Ayuntamiento tenía reservado el «Hotel de Tecenderías», también llamado «Hotel Mediero». 
[TecenderoTejedor. Voz romance derivada del verbo latino texeretejer. Cuando, a finales del siglo XI los francos se establecieron en el llano de San Saturnino, los tejedores en fino se fueron instalando alrededor de la iglesia de San Cernin, formando el barrio llamado de las Tecenderías, en la actualidad calles de Ansoleaga y Campana]
Aquella «fonda» era la perrera o prevención [Perrera. Prevención. En Pamplona la perrera estuvo instalada en el mismo edificio de la cárcel, al final de Tecenderías, en lo que hoy es Plaza de San Francisco. Después se trasladó a Jarauta; y en 1923 a la calle Aralar, detrás de la plaza de toros] y estaba situada en el vetusto caserón de la carcel, cuyo solar se convirtió en 1910 en plaza de San Francisco. La puerta de la perrera accedía a la calle de las Tecenderías —hoy de Ansoleaga— que entonces se prolongaba hasta el comienzo de la calle Eslava. De ahí que los castizos le llamasen hotel o fonda de Tecenderías.
Casañal 1880-82 Nº1, la posición aprox del fotógrafo en la foto de portada. Nº2,
 
el fotógrafo en la de la Plaza del Consejo. Amarillo, "Corrección": Hotel Mediero
Desde que terminó la Guerra Carlista en 1876, se hizo cargo de aquel establecimiento penitenciario un tal Gil Santos Mediero, por lo que hasta 1910 (foto de portada) en que se derribó la prevención, se le llamaba también con el título de «Hotel Mediero». 
En los presanfermines de finales del pasado siglo y principios del presente era frecuente leer en la prensa diaria reseñas como las siguientes: 
«El acreditado «Hotel Mediero» andaba lleno de randas, descuideros, carteristas y otras alimañas de la extensa familia rateril». 
«Es de desear que la policía emprenda una activa campaña para «enchiquerar» a todos esos «apreciables» carteristas que suelen venir a disfrutar de los bolsillos de los inocentes. Hace falta mucha diligencia y buen garrotazo, que eso poco cuesta». 
«En el antiguo y muy acreditado Hotel Mediero había ayer cincuenta y ocho personajes de todas las calañas, menos de la buena...» 
«Fueron detenidos unos gitanos que a un forastero le cambiaron un macho viejo y matalón, por dos bonitas jacas del país y encima le dieron un billete de 50 pesetas falso». 

Hemeroteca DN hoy
Siguiendo el testimonio de Arazuri, he preguntado en la hemeroteca por "hotel o fonda de Tecenderías" con ningún resultado. En cambio, "Hotel Mediero" ha obtenido referencias, todas en Julio. Y no tienen desperdicio. Por su interés he dejado algún detalle ajeno al tema de los carteristas.

23/07/1903 "...prestaba declaración ante el Juzgado, es un verdadero pájaro de cuenta. El tal individuo se llama Alejandro Alvarez, de 18 años. Fué detenido por nuestros agentes el día 7 de este mes y logró fugarse en compañía de otros nueve compañeros del antiguo hotel Mediero. De aquí se dirigió á Irún donde ejerció su lucrativa industria con un portamonedas y de allí fué á parar conducido por la guardia civil a San Sebastián, de donde volavit (voló, en latín)."

01/07/1904 ..verse por esas calles de Dios algunos pajarracos que pa mí que vienen de avanzada preparando [el terreno] para la banda y no de cornetas. Por sus fisonomías y por sus indumentarias dicen á las claras que conocen el gabis (?) y los salones del antiguo Hotel Mediero. - Por hoy no decimos más; puesto que con lo dicho les basta y les sobra a los amigos señores Ezcurra y Fernández para que vayan preparando el trabajo y coloquen en la jaula á esa colección de pardillos que ya revelotea por las calles y paseos de Pamplona. Con que ¡veremos cómo se hace la batida!

06/07/1904 ..de la policía acerca de los pajarracos que todos los años, y en particular éste, se cuelan en Pamplona con motivo de las fiestas. Aun falta que venir mucha gente y es fácil que para mañana estén ocupadas la mayoría de las habitaciones del antiguo Hotel-Mediero. Escapando de la policía de Gijón, allá en la provincia de Asturias, por una fechoría que habían hecho en cierta casa de aquella ciudad, llegaron dando vueltas y revueltas a las murallas de Pamplona dos jóvenes de la clase de golfos. Parece ser que con el objeto de llamar menos la atención empezaron a trabajar separadamente y uno de ellos cayó en las manos del agente Fernández el lunes por la mañana; desconsolado el otro en la ausencia de su compañero se metió en su...

04/07/1905 GACETILLA Se nota ya en las calles la presencia de distinguidos forasteros , presuntos huéspedes, á juzgar por las fachas, del hotel Mediero. Ayer sorprendimos el siguiente diálogo entre uno de estos huéspedes y un municipal: 
—Yo tengo derecho á alojamiento— decía el primero, que, á la cuenta, debe de estar bien puesto en cuestión de derechos. 
—Quiere usted que lo lleve á la cárcel?—respondía con sorna y con calma octaviana el municipal; —porque no tengo otro alojamiento que darle.
—No; á la cárcel no; pero yo tengo derecho a alojamiento— Insistía el huésped sin alojamiento. 
—jAh! ¡ya! Vd. querrá ir á la fonda «La Perla», replicaba con delicada ironía el polizonte. . 
—Tampoco á La Perla»... Y...

07/07/1906 ...etener se apeó del ferrocarril en Noáin y al entrar a pie en esta ciudad fué detenido en el portal; logró escapar de las manos del agente y fué nuevamente capturado: por segunda vez logró huir y por tercera y la última fué aprehendido, ingresando en el hotel Mediero, donde tomará la fresca durante las fiestas. ¡Ojo y mucho cuidado! Si compráis en el ferial las ricas almendras de Mariano Sebastián, se os regalarán esta clase de cantares: "En la ventana te vi que estabas fregando mi plato y yo dije para mí ¡esta chica me conviene!"

14/07/1926 De resultas de la labor realizada por los agentes de la autoridad durante las fiestas, había detenidos en el depósito municipal, más conocido por «Hotel Mediero», 47 individuos maleantes. 
-Se encontraba en Pamplona el notable escultor don Mariano Benlliure, el cual se trasladaría uno de estos días a Roncal para dirigir el montaje del mausoleo a Gayarre, del que es autor,

12/07/1980 El mismo 1897, decía el mismo periódico, «El Eco de Navarra» que «En el depósito provincial quedaban ayer diez y nueve detenidos por diferentes causas y delitos. Todavía están los pajarracos de largas uñas en las ferias de Burgos y ya empieza el hotel Mediero a llenarse de parroquianos de los que vienen a pasar las fiestas a salud de algún primo. Por más que los inspectores Casi y Blanco ya tienen enligada la pajarera, conviene que el público no se descuide y vea con quién trata». Mediero era el jefe de los municipales y, como es obvio, su hotel era la perrera. 

lunes, 30 de marzo de 2020

"Suspiros de mi garganta": de Roncal a Burgos


En mi búsqueda de más información sobre la desgarradora jota "Suspiros de mi garganta", he dado con el Cancionero popular de Burgos (1902), de Federico Olmeda. Un cancionero delicioso (os pongo un aperitivo) en el que se afirma: "El número 3 ("El sol ya se va a poner", que es un canto de siega, tomado de los pueblos de las Lomas de Belorado, parece haber sido el que ha inspirado al Sr. Chapí para el canto de la jota de su zarzuela La Bruja".
Tras la sorpresa inicial, he descubierto que estaba ante un gran cancionero y que muchas de las canciones recogidas por Olmeda han sido interpretadas por grupos folclóricos y hoy podemos disfrutarlas.
Ahí va el aperitivo.

CANCIONERO POPULAR DE BURGOS
GRUPO TERCERO: SIEGA, TRILLA Y ESCAVANEO (?)
Todos los cantos que he recogido y pertenecen á las funciones de la siega se hallan impregnados de una muy intensa melancolía; hasta los mismos cantares la predican en medio de su grandiosidad.
Todo lo cría la tierra;
Todo se lo come el sol;
Todo lo puede el dinero;
Todo lo vence el amor.
Aunque me veis que canto
No lo canto yo;
Lo canta la lengua,
Llora el corazón.

Nº 8 Cómo quieres que tenga
El número 8 lo cantan en condiciones especiales. De las fiestas del Domingo de Ramos eligen un ramo de los benditos en la festividad religiosa, llamada de las Palmas y lo llevan á las tierras sembradas de trigo. Cuando hacen la siega y tropiezan con el ramo se reunen todos los segadores de una tierra y formando un corrillo le bailan con grande algazara. Entonces cantan esa canción, cuya animación brilla entre el carácter de las demás. Lá costumbre de colocar tal ramo responde al magnífico sentimiento de la fe, que inspira la hermosa idea de la protección que tienen algunas cosas sagradas sobre las tempestades.
Cómo quieres que tenga
gracia en el cantar
saliendo de Cuaresma
y harta de ayunar

Nº 3 El sol ya se va a poner (comparación)
El número 3, que es un canto de siega, tomado de los pueblos de las Lomas de Belorado, parece haber sido el que ha inspirado al Sr. Chapí para el canto de la jota de su zarzuela La Bruja.
[Desolvidar: Olmeda -15 años después del estreno de la zarzuela- no dice más que "parece haber sido el que ha inspirado". Que ambas melodías "tienen un aire" es evidente. Pero yo no encuentro mucho más (aparte de los siete versos). Ni en el orden, rima y repetición de los versos... He puesto en negrita la copla (pincha; ahí analizo la estructura de algunas jotas) de "Suspiros..." para ver más fácil el orden y repeticiones. A la canción de Burgos no me he atrevido a señalarle la copla porque no le encuentro la rima. He conseguido la grabación sonora (De Orégano, preciosa, por cierto) y he hecho un vídeo para que podéis comparar ambas canciones
El sol ya se va a poner
por detrás de aquellos cerros
el sol ya se va a poner;
los amos se entristecen
y los peones se alegran
y los peones se alegran
el sol ya se va a poner
No extrañéis, no, que se escapen
no extrañéis, no, que se escapen
suspiros de mi garganta;
la jota es alegre o triste,
según está quien la canta.
no extrañéis, no, que se escapen
suspiros de mi garganta

]. Mas para segar lo cantan con mucha lentitud y lo mismo hacen con todos los demás cantos de siega; como que en algunos pueblos, v. g. Villalomez, tienen como por sentado que el cantar ha de durar tanto como tardan en segar lo que, si mal no recuerdo, llaman una morena ó acaso brazado, como ellos significan en el cantar:
De tres manadas, gavilla;
De tres gavillas, brazado;
De tres brazados, morena;
De tres morenas, un carro.
Así resulta que cada sílaba del cantar la pronuncian con grande lentitud y la nota final de las cadencias adquiere una prolongación que sólo sus privilegiados pulmones pueden resistir.

Nº1 Todo lo cría la tierra
Creo en vano llamar la atención sobre la novedad y hermosura de estas canciones tanto en su ritmo como en su tonalidad. No puedo sin embargo sustraerme de hacerlo expresamente sobre la preciosa segadora número 1 de Villalomez. Todo en ella es bueno: lo es su ritmo, lo es su tonalidad, es grandioso el pensamiento literario y lo es la virtud expresiva que ella encierra y que la cantaba Tomasa Solórzano de quien la recojí, de edad de cuarenta y ocho años, de una manera acabada. No obstante ser una cantora eminentemente popular, observaba á maravilla las leyes naturales del sentimiento musical. Van sobrepuestos (en la partitura) los matices que ella hacía.
Me gusta la tonalidad de esta canción sobremanera.

domingo, 29 de marzo de 2020

"Suspiros de mi garganta", lírica y navarra


Hace ya más de diez años, cuando investigaba la vida y obra de un -entonces- desconocido Francisco de Val, más concretamente el apartado de las jotas, me solía aparecer a menudo el gran tenor Miguel Fleta. Al fin y al cabo, los dos, Paco y Miguel, eran aragoneses, de la misma edad y dedicados a la música.
Y había una jota lírica, interpretada por Fleta, que -aunque ya sabía que no era de Paco- no podía evitar escucharla completa. Por muchos vivas y voces de ánimo que se oyen entre las dos coplas que canta Miguel, se me empañaban los ojos porque son dos coplas de gran tristeza y Fleta las dice con tanta dulzura que me resultan desgarradoras.
Éstas son las dos coplas:
No extrañéis, no, que se escapen…
suspiros de mi garganta,
la jota es alegre o triste
según está quien la canta.
Como los pájaros cantan…
las penas de sus amores,
así canto yo la jota
para aliviar mis dolores.

Pero hay que ver cómo las dice Fleta (pincha y vuelve):
Miguel Fleta canta "Suspiros de mi garganta"
Viendo el vídeo, me extrañaba que, entre las voces se oía nítidamente (2'05") un "¡viva Navarra!" (y alguna otra vez más) en un ambiente claramente aragonés, pero yo estaba a lo que estaba (Francisco de Val) y lo atribuía al especial cariño mutuo de Navarra y Aragón.

Han pasado diez años y, después de la entrada de ayer, dedicada a los Sanfermines de 1882, entiendo ahora perfectamente  ese "¡Viva Navarra!". ¿Queréis entenderlo también? Acompañadme:

Los conciertos de Sarasate
Como decíamos ayer, en el año de 1882 Pamplona fue testigo de un acontecimiento artístico inigualable.
Nos lo cuenta Fernando Pérez Ollo:
"La Fundación, alentada por Sarasate, de la 'Sociedad Musical de Socorros Mutuos Santa Cecilia' y su orquesta, dirigida por Joaquín Maya, marcan uno de los hitos musicales de la ciudad y señalan el nacimiento de los conciertos de San Fermín, que el violinista animó hasta el final de la vida. 
Sin Sarasate no habrían existido aquellas sesiones matinales (que le costaron mucho dinero) y en los que participaron destacados artistas, amigos suyos. Él era la estrella central de aquellas audiciones, elemento clave de la primera propaganda sanferminera, cuando los encierros no sólo no tenían fama, sino que carecían del menor prestigio social. Aquellos conciertos sanfermineros, noventa y tres (sí, 93 según Altadill), merecen análisis pormenorizado...
Los conciertos eran parte fundamental de las fiestas y en la serie, de 1879 a 1908, destaca 1882, año que reunió en el Teatro Principal a Sarasate, Gayarre, Arrieta, Zabalza, Guelbenzu, Larregla -seis glorias musicales navarras-, más Chapí."
Tener juntos al mejor violinista y al mejor tenor del mundo fue una ocasión inigualable que, como vimos ayer, fue muy celebrada.

La Bruja, el regalo de Chapí
Y Chapí no quiso quedarse rezagado y, fijaos, escribió "La Bruja" (1887, libretistas: Miguel Ramos Carrión y Vital Aza), calificada por su autor como zarzuela grande.
Pues bien, “La bruja”, dedicada a Sarasate, está ambientada en Roncal (guiño a Gayarre) y en Pamplona.
Y en esa zarzuela en tres actos, destaca, al final del Cuadro primero, la Jota. Sí, la jota que canta Fleta y que suele titularse "Suspiros de mi garganta" o también "No extrañéis, no, que se escapen". Esa jota ha sido cantada, también, por todos los grandes: Alfredo Kraus, Plácido Domingo...
Y ahora entenderéis por qué se grita "¡Viva Navarra!" Por la sencilla razón de que la zarzuela "La Bruja" y su Jota, como se intuye en la foto de portada, están ambientadas en Navarra, en el pueblo de Gayarre (Roncal) y dedicadas a Pablo Sarasate, de Pamplona.
Y pienso que la navarreidad de esa zarzuela y, sobre todo, de esa jota tan bella los navarros (especialmente los roncaleses) debemos reivindicarla.

sábado, 28 de marzo de 2020

Gayarre y Sarasate Fonda Europa SF 1882

Gayarre, Fonda Europa y Sarasate
11 de Julio de 1882, tras la última corrida de San Fermín; Gayarre y Sarasate tienen que salir al balcón de la Fonda Europa, en el Paseo Valencia. Nunca sonaron tan dulces "La del pañuelo rojo", "varias jotas con letra de profundo sentir navarro" (entre ellas, quizás, "El cielo de mi Navarra")... Pamplona aún tiembla emocionada.

Sarasate y Gayarre (J.J. Arazuri Hª de los SF)
Jaurrieta, hoy
Recordando los Sanfermines de antaño, no podemos olvidar al gran tenor roncalés, aunque su intervención artística en Pamplona se redujo sólo al año 1882 en que, como veremos, actuó en compañía de don Pablo.
La actuación de Gayarre y Sarasate, nacidos ambos en 1844, tuvo tal resonancia en nuestra ciudad, que después de más de medio siglo, aún se recordaba el año de 1882, como el único en que Pamplona fue testigo de un acontecimiento artístico inigualable. 
Pero, no adelantemos acontecimientos: En 1880, los dos artistas actuaron juntos para recaudar fondos con los que remediar la pena y la miseria del pueblo de Jaurrieta, destruido en gran parte por un pavoroso incendio. De aquella actuación maravillosa nació la idea de que Gayarre viniese a actuar en los conciertos sanfermineros con el mago del violín.
Monumento a Gayarre (Taconera)
Se organizó una comisión presidida por el diputado foral don Serafín Mata y Oneca, que marchó a Bilbao en 1881 para entrevistarse con Gayarre, el cual consintió en actuar en las fiestas del año siguiente, anunciándose -como homenaje a los dos navarros- la cooperación artística de Dámaso Zabalza, Ruperto Chapí, Manuel Pérez (Director del Teatro Real), Juan Guelbenzu, Miguel Ramos Carrión, Salustiano Asenjo, Joaquín Larregla, Enrique Broca, Joaquín Maya, Mauricio García y Otto Goldschmidt.
El recibimiento que se hizo a los dos artistas fue el más apoteósico que el pueblo pamplonés había dedicado nunca: más de veinte mil se calculó el número de asistentes.
La reventa de localidades alcanzó precios tan astronómicos que se llegó a pagar por una butaca la altísima cantidad —para aquella época— de trescientas pesetas, equivalente al jornal de un peón durante unos diez meses de duro trabajo.
Gayarre actuó en los cuatro conciertos, dejando un recuerdo imborrable de sus actuaciones, entre la que según contaban, destacó una Ave María de Gounod inimitable.
Mira quién firma esta postal del Paseo Sarasate
Después de la última corrida (al parecer, el día 11) se organizó una gran manifestación desde el coso taurino hasta el paseo de Valencia, en donde se había congregado una gran multitud esperando la llegada de los dos artistas a la fonda «Europa». 
A petición del público, los dos navarros eminentes, salieron al balcón, Sarasate con su violín. 
Se hizo un silencio impresionante y bajo la bóveda de los olmos del paseo resonaron, más dulces que nunca, «Un pleito» de Gaztambide, «Yo tengo, noche y día, mis ojos puestos en tu balcón», «La del pañuelo rojo», varias jotas con letra de profundo sentir navarro, y el zorcico de Iparraguirre «Guernikako Arbola», con el que se dio por terminado aquel singular concierto al aire libre.
***
En el Museo de Navarra, con E. Endériz
Eso dice Arazuri, que ahí terminó todo. Sin embargo, mi viejo amigo Ezequiel Endériz, en su escrito "La Jota", afirma lo contrario:

E. Endériz "La Jota" (1949)
Pamplona aún tiembla emocionada con el recuerdo de una Jota cantada y tocada al aire libre el año 1885, nada menos que por Julián Gayarre y Pablo Sarasate. La ciudad los había recibido como a hijos excepcionales. Hubieron de salir al balcón del Hotel donde se hospedaban veinte veces, treinta, cien. Al fin, se oyó una voz estentórea, entre la multitud, que gritó:
— ¡La Jota!
Esta voz se hizo general:
— ¡La Jota! ¡La Jota!
Entonces Sarasate sacó su violín y entre un silencio enorme, en la noche estival, comenzó el genial violinista a tocar la Jota, Jota que, al llegar a la copla, Gayarre cantó con estos cuatro versos que quedaron escritos para siempre en el corazón de los pamploneses:
Pamplona 1977: «Chirolas», Turrillas, V. Ordó-
ñez, Carmen Bravo (Vda. de Lanas), Raimundo
Lanas Bravo y esposa,  y Serafín Ramírez G.
El cielo de las navarras
está vestido de azul;
por eso las navarricas
llevan la sal de Jesús.
***
No, no penséis que me voy a dejar llevar por lo que me pide el cuerpo. Está claro que Ezequiel no está haciendo historia (no sabe que el sucedido fue en la Fonda Europa y equivoca la fecha: fue en 1882), sino literatura y poesía (Endériz fue el autor de las letras que cantó Raimundo Lanas). 
Pero su afirmación de que Gayarre cantó esa jota es perfectamente compatible con el testimonio de Arazuri de que,  acompañado por Sarasate, cantó  "varias jotas con letra de profundo sentir navarro".
Y entre ellas, pudo ser perfectamente ésta que Valeriano Ordóñez recoge así en "Alma lírica del pueblo":
El cielo de mi Navarra / está vestido de azul; 
y todas las navarricas / llevan la sal de Jesús.

¿Existirá todavía alguien que la conozca? A ver si la desolvidamos.

jueves, 26 de marzo de 2020

1898. Toro "Borrego" (Ollaquindia y García Serrano)

Mercenario (CyS), en 2019. 10 años. Semental. Vive más y mejor que Borrego
La escapada, en 1898, de los toros de Concha y Sierra, especialmente la de Borrego, no se puede despachar en cuatro líneas. De sus consecuencias se percató enseguida Ricardo Ollaquindia, quien tuvo el buen gusto de aderezar su narración con el magnífico relato literario de García Serrano, a quien ponemos algún pero.

R. Ollaquindia
Extraído de Ricardo Ollaquindia, "Toros célebres en Navarra"
Por rarezas in itinere 
«Borrego», nº 17, colorado, de Concha y Sierra, 
se escapó al monte el 10 de julio de 1898 
y en noviembre fue muerto a tiros por la Guardia Civil. 

Antecedentes del suceso (tomados de un informe publicado en el «Diario de Navarra» el 7 julio 1948 y elaborado con datos difundidos en su tiempo por «El Eco de Navarra»):
«Ocurrió que en la Feria de Abril (de 1897) fueron objeto en la plaza de Sevilla los toros navarros que en ella se lidiaron (carriquiris o lizasos) de la hostilidad del público, que llegó en su repulsa a protestar y a hacer que se foguease algún toro. Esto sentó muy mal aquí por considerarlo injusto y soliviantó un poco a los mayorales de ambas ganaderías, que eran los hermanos Zapatería».
 "Carriiquiris" lidiados en Pamplona el año 1908
Algo se debió de tramar contra la corrida de Concha y Sierra lidiada en los Sanfermines de aquel mismo año de 1897, «y no ocurrió nada porque el Gobernador civil, previendo algo de carácter levantisco, tomó rigurosas medidas, haciendo que se concentrasen en la plaza de toros en aquella corrida cien guardias civiles y más de treinta y ocho de caballería en la parte de fuera».

Cómo se provocó la escapada:
Vuelta del Castillo en 1840. Óleo de Juaristi 1930
«Así llegó el año 1898, en que volvieron a traerse toros andaluces de Concha y Sierra. Y ocurrió que, cuando se trasladaba el ganado del Sario al portal de Rochapea, los toros se escaparon, no sabemos si espantados de propósito o porque tenía que ocurrir el descarrío por no haberse hermanado debidamente los toros andaluces con el cabestraje navarro».
Los historiadores dicen que no tuvieron la culpa los mansos, que la espantada fue provocada. Don Luis del Campo escribió que, «llegados los Sanfermines (de 1898) y temiendo determinado grupo de gentes que los toros andaluces volvieran a resultar bandera, y deseosos de vengarse a su manera (del fogueo de los toros navarros), cuando los Concha y Sierra atravesaban la Vuelta del Castillo, unas hojalatas manejadas con habilidad, o cajas semejantes a bidones de gasolina con piedras dentro, armaron tan fuerte estrépito que se desmandaron los seis astados».

Busca y captura de los toros escapados: 
1914. ganadería navarra de Alaiza de Tudela 
en los corrales del Sario (Foto Roldán)
«Tras ellos salieron aquella misma mañana todos los picadores de las cuadrillas de «Guerrita», Fuentes y «Bombita», encargados de despachar la malograda corrida. Aquella mañana fue de gran movimiento en la población: se veía salir a caballo los picadores en traje de faena, a los pastores de las ganaderías navarras, sacando de la plaza y de los corrales del Sario al cabestraje de la tierra, y a algunos aficionados de calidad emprender en coches la aventura de buscar a los toros por Valdechauri unos y por Añézcar otros.
A cuatro consiguieron localizar aquella misma mañana en un trigal de la Cendea de Olza, muy cerca de Zuasti, entre los pueblos de Ordériz y Aldaba. De allí se fueron estos cuatro toros hacia Valdeollo, en donde al fin pudieron ser recogidos y arropados por los cabestros, que los condujeron de nuevo a los corrales del Sario. Otro toro fue encontrado en el prado de la Cadena, cerca de Miluce, que fue el camino que llevaron los toros en su huida.
De Huarte Araquil (izda) a Irurzun (dcha)
Zuazu, punto rojo (pincha)
A los tres días de ocurrir la escapada ya había cinco en el Sario; pero faltaba el sexto, del que nadie sabía dar cuenta ni apareció hasta cuatro meses justos después, el 10 de noviembre a las 12 del mediodía, en plena carretera, cerca de la estación de Villanueva de Araquil y próximo al pueblo de Zuazu. Este toro, marcado con el número 17 y de pelo sardo -la mezcla de las tres pintas, blanco, negro y colorado- se llamaba «Borrego».

Aventuras de «Borrego»:
Desfiladero de Osquía
«El toro «Borrego», gordo, enmorrillado, muy bien armado y con el asta derecha astillada, se internó por Osquía y allí se pasó cuatro meses hecho un sultán, rodeado de vacas de ojos tiernos y mugido dulce, que dejaron tras de sí una sucesión muy larga de becerros y becerras ariscas, a las que había que matar antes de tiempo. La semilla duró tanto que muchos años después, por atavismo que renacía en las vacas lecheras y de labor, se enfadaban de pronto y volteaban de repente y hasta herían de gravedad a las personas que a diario las ordeñaban y manejaban sin cuidado alguno. En los valles de Araquil y hasta en el de Ulzama, y por supuesto en los de Olza y Ollo se registraron muchas desgracias, que el toro -con todo lo que era- no produjo en los cuatro meses que gozó de absoluta libertad».

Quién fue el «matador» y cómo se realizó la «suerte»: 
«Pasados los meses de calor, el otoño trajo los primeros fríos de la invernada -en octubre nevó aquel año- y el pobre toro se sintió helado y despreciado de sus compañeras las vacas, que instintivamente abandonan los montes para volver a los establos de donde proceden. El pobre «Borrego» se decidió a salir al llano, y el 10 de noviembre al mediodía apareció cerca de la estación férrea de Villanueva de Araquil, adonde dio la casualidad que acababa de llegar en comisión de servicio una pareja de la Guardia Civil de Irúrzun, compuesta por el cabo Pío San Martín Pérez y el guardia primero Tomás Aramendía Echávarri.
En cuanto los guardias vieron el toro, al que ya perseguían de tiempo atrás, se echaron los fusiles a la cara, al mismo tiempo que el animal, dando un respingo, volvía grupas hacia Zuazu. Tras él salieron los guardias y al fin, a unos 200 metros de dicho pueblo, el toro les hizo cara. Los guardias, convenientemente resguardados en los troncos de dos árboles, le dispararon con mano firme y a poco caía muerto el travieso "Concha y Sierra", como fulminado por un rayo, por un certero tiro del cabo, que le dio en la parte central de la testuz y cayó como descabellado». 

Proyección literaria del protagonista
El toro «Borrego» ha pasado de la historia a la leyenda. Rafael García Serrano le ha hecho héroe de una novela corta, titulada «Cronicón de Borrego Tenorio». En ella se cuentan aventuras de amor vacuno, peripecias de sustos aldeanos y el desenlace final, fatal, mítico. He aquí algunos párrafos, a guisa de resumen antológico.
«De julio a noviembre de 1898 la Barranca se vio turbada por las hazañas fenomenales de aquel extraordinario Borrego. Un gran tema de conversación descendía sobre los caseríos silenciosos, sobre las tareas de los pueblecillos, sobre las cocinas enfogaradas, sobre las tascas campesinas, sobre los feriales. Un maná parlanchín sobre la Barranca.
Borrego se divertía de lo lindo. Volteaba paisanos, se disfrazaba de buey, daba sustos en las encrucijadas, aparecía inopinadamente en los prados, corneaba castaños, amagaba a los borriquillos, resoplaba furibundo cerca de los frontones, interrumpía plácidas tertulias con bramidos a los que ya sabía dar un tono misterioso, casi de ultratumba.
En la Barranca no ha habido jamás fantasmas, y Borrego, con su imaginación meridional, llenaba de literatura escocesa aquella tierra seria y trabajadora en la que apenas se leía el periódico. Su cabeza estaba pregonada como la de un bandolero de tronío, y como a éste, le protegían los humildes negándose a facilitar pistas a la autoridad competente. Con Borrego, galante-guerrillero, los aldeanos se ahorraban el semental.
Los centros policiales seguían su rastro con la nariz pachona de los detectives. La Guardia Civil batía los caminos. No se llegó, sin embargo, a exigir la documentación. La Barranca se hallaba en estado de alarma y en las esquinas de las casas y en las tabernas y en los cruces de las carreteras y en el tablón de anuncios de los Ayuntamientos, un cartel daba a conocer las señas del perseguido, recién recibidas por telégrafo. El Estado buscaba un toro.
ATENCION 
Colorado. Sardo en blanco. Cara blanca. 
Bien armado de pitones y astillado del 
derecho. De nombre Borrego. Lleva el 
número 17 y el hierro se compone de las 
letras C y S enlazadas. 

Julio, agosto, septiembre y octubre. Hasta que noviembre le trajo el viento de la muerte. El cabo Centellas, de la Guardia Civil, manos y ojos de buen tirador, le madrugó con un balazo en el ojo. Entonces se dobló al destino y agotó la vida rodando hasta la cuneta. No hubo mulillas jacarandosas, bien ajaezadas, con campanillas de plata y lazos de colores en la cola.
A Borrego, estofado, se lo merendaron en el cuartel*.
¡Bah! Se comían un mito y les sabía bueno.
Sucedió en el año de 1898».
[* No, don Rafael. Dicen que la realidad, a veces, supera a la ficción y ésta es una de ellas.
Los guardias civiles Pío San Martín y Tomás Aramendía no creo que se comieran en estofado -y menos displicentemente- a Borrego porque, aunque el Ayuntamiento de Pamplona, propietario del toro, regaló la carne a los guardias que le dieron muerte, el teniente de la línea, Sr. Laborde, al tener noticia de ese rasgo generoso, ordenó que el donativo se repartiera entre las familias pobres de Zuazu.
Pero no quedó ahí la cosa. Tres vecinos de Huarte Araquil -conocedores de las intenciones del teniente- presentaron un escrito al Ayuntamiento pamplonés en el que adujeron razones para demostrar que, con arreglo a la Ley de Caza, correspondía que se premiara a los que habían intervenido principalmente en la captura del toro «Borrego». Firmaban el escrito Cecilio Garayalde, Miguel Gorriti y Miguel Razquin.
El Gas, a principios del XX
Ahora, en el siglo XXI (y desde el último cuarto del XX), este gesto hacia los guardias de los tres vecinos de Huarte Araquil, con sus nombres y apellidos, nos suena a música celestial. Y más digno de mención que quiénes fueron, finalmente, los que degustaron al toro Borrego.]

Consecuencias del suceso:
Se construyeron los corrales del Gas y se fijó el recorrido del encierrillo. Para evitar la repetición de hechos y peligros como los acaecidos, «desde el año siguiente de 1899 se habilitaron corrales de madera en la antigua fábrica del Gas» para encerrar allí las corridas traídas para las fiestas de San Fermín.
Asimismo, desde 1899, el encierrillo se limitó al traslado de las reses desde el Gas hasta el baluarte de Rochapea.
Fines del siglo XIX. Puerta externa  portal de 
la Rochapea, con su puente levadizo. Al fondo,
el corralillo de los toros. (Foto José Ayala)
A partir de entonces, y tras unos años en que siguieron encerrándose en los corrales del Sario los toros de las ganaderías navarras, se fue perdiendo la costumbre de conducirlos a la antigua usanza, con vaqueros a caballo y tropel de cabestros, por el siguiente trayecto: corrales de junto a la carretera a Tafalla, soto del Sadar, puente del camino que viene de Cizur Menor, pradera de la Fuente del Hierro, último tramo de la Vuelta del Castillo, Cuesta de la Reina, pasada ante el Portal Nuevo, bajada de Curtidores y subida al baluarte de Rochapea.
«Y esto se hacía entre dos luces, al rayar el alba, cuando apenas salían a su encuentro media docena de los diez y ocho, contando los «chicos de la Prensa,,, que trasnochaban en Pamplona, ¡aunque fueran fiestas! El ruido, el encierrillo de la noche víspera de la corrida, y el estrépito de vorágine de los encierros es de ahora (escrito en 1948), de pocos años a esta parte».

¡Siempre Tudela!

Hace unos días lo escuché y me enganchó desde el principio. 
Me puse a investigar de dónde había salido esa maravilla y no aparecía ni en la SGAE ni en la Biblioteca Nacional. La única versión cantada que encontré fue la de los Auroros de Tudela, en la Navidad de 2014. Y en la Red ni siquiera encontré la letra de este bonito pasacalles.
En la prensa, gracias a la hemeroteca de DN, había una única referencia, pero muy sugerente:
Los Auroros de Tudela en su vermú
 concierto en la plaza Mercadal 2019

"Canciones como 'Brisa de mi pueblo', 'Siempre Tudela' o 'El Barquero del Ebro' fueron las que se escucharon este jueves, a media mañana, en la plaza Mercadal de la capital ribera. Fue el escenario para los Auroros de Tudela, que volvieron a ofrecer su tradicional vermú concierto ante decenas de asistentes."

Es una pena que canciones con títulos tan sugerentes no estén más promocionadas y sean unas perfectas desconocidas. Por lo menos, de 'El Barquero del Ebro', sí encontré un vídeo con una grabación ¡de 1971! de la Orquesta Amanecer, que lo presenta como jota-soul. Pero de las otras dos, nada de nada.

Así que recurrí a mi buen amigo Alberto Gurrea para ver si él, con el complemento de una 2ª voz,  podía hacer una versión de ¡Siempre Tudela!
No hizo falta. En un periquete, Alberto me mando un enlace con un vídeo y audio fabulosos de la Gala de los premios Goya Ciudad de Tudela 2016, organizado por la Peña la Teba. Y allí estaba un magnífico  "¡Siempre Tudela!" interpretado por la Escuela de Jotas  de Camino Martínez.
Exactamente lo que yo buscaba.

Origen de ¡Siempre Tudela!
En la presentación, Camino nos explica el origen del pasacalles:
Se cocinó en los fogones de los Auroros de Tudela (ya nos iremos enterando de quién es el autor de letra y música). Y ¡cómo no! fueron nuestros viejos amigos Jesús María Iturre, "Puchero", y Felipe Andía, "el Maño", los encargados de llevar tan delicioso plato a la Escuela de Jotas. Esta vez no tocaba caracoles, sino una delicatessen cien por cien tudelana.

Letra y vídeo
A ritmo de pasacalles, "¡Siempre Tudela!" va desgranando todos los ingredientes de la esencia del tudelano. Ese verso de "y son -dice el cura- un regalo de Dios"...¡chapeau!
Lo mejor de este pasacalles es el buen sabor de boca que deja y la pena que da que se acabe tan pronto. "Lo bueno, si breve...", en este caso, dos veces breve.
Que sirva para avivar la esperanza de que pronto saldremos de ésta y podremos cantarlo y bailarlo por las calles de Tudela.

Voy a cantarle a Tudela, que está en la Ribera, donde yo nací. 
El Ebro baña esta tierra, junto a la Bardena reseca y hostil. 
Son muy famosas sus fiestas, sus toros, sus peñas y la Procesión.
Y sin igual sus verduras, son arte y cultura, trabajo y sudor.
Destacan por su textura y son -dice el cura- un regalo de Dios.
¡Siempre Tudela! Tienes algo que enamora, cristiana, judía y mora, tan moderna y medieval
¡Siempre Tudela! Bajo el manto de Santa Ana, junto al Ebro y la Mejana, nunca te puedo olvidar

miércoles, 25 de marzo de 2020

¡Al Sario! (J.J. Arazuri)

"Toros en el Mochuelo" Prudencio Pueyo h.1890. Vista actual desde el puente sobre el Sadar
Pamplona, hasta finales del siglo XIX, no dispuso de corrales propios en donde encerrar los toros que desde el siglo XIV se corrían todos los años en las onomásticas de Santiago, San Abdón y Senén, Sanfermines —salvo en circunstancias extraordinarias, como sucedía en caso de contiendas bélicas o lutos reales— y en celebraciones solemnes locales y nacionales.

De la dehesa al soto 
Ultimos "Caniquiris" lidiados en Pamplona en el
 año 1908. Entonces la ganadería 
pertenecía al 
 Conde de Espoz y Mina que el 
mismo año pasó 
a manos de Bernabé Cobaleda de Salamanca
Unos días antes de las corridas, los astados se trasladaban andando desde la dehesa, conducidos por vaqueros —como se llamaban antiguamente a los pastores de reses bravas— y arropados con mansos, hasta un soto próximo a la ciudad. Durante siglos se utilizaron los de Esquíroz, Barbatáin, Mutilvas, Cizur Menor, Mendillorri y, preferentemente, el pueblo de Salinas, cabe Pamplona, que además de buenas hierbas disponía de corrales para recoger las reses. 

Del soto a la Plaza del Castillo. Recorrido
Toros navarros en el corralón del Sario a 
principios de siglo (Foto Fidel Veramendi)
Buenos ducados se pagaban del erario municipal todos los años a los de Salinas por el herbajo —como se llamaba en Navarra al herbaje— que se comían los cornúpetas durante los días que estaban «en capilla», hasta la madrugada del día de la corrida en que se trasladaban hacia la Plaza por el camino real de Zaragoza (hoy avenida del mismo nombre) o, posiblemente, por el camino de Esquíroz, más solitario, hasta la Vuelta del Castillo, Cuesta de la Reina, portal de Rochapea, calle de Santiago o de las Descalzas (hoy de Santo Domingo), plaza de la Fruta (en la actualidad Consistorial) para subir por el Chapitel (actualmente calle de la Chapitela) hasta la Plaza del Castillo en donde se encerraban en corrales alquilados a los propietarios de casas cuyas traseras accedían a nuestra singular plaza, en los cuales, los carpinteros, improvisaban todos los años el toril. A partir de 1616, en que el Ayuntamiento mandó edificar la primera «Casa del Toril» o «Casa de los Toriles», los toros se acomodaron en los establos de aquella casa, la primera construída en la Plaza del Castillo después del convento de las Carmelitas. En 1651, la Corporación Municipal ordenó derribarla para levantar en su solar, y en el de las casas vecinas que compró, una nueva y más amplia «Casa del Toril». En la actualidad, esta casa es la que ostenta el número 37. 

1844: a la Plaza Vieja
1914. Seis ejemplares de la ganadería navarra de
Alaiza en el corralón del Sario (Foto Roldán)
En aquellos toriles se encerraron los toros durante más de dos siglos, hasta 1844 en que al construirse la primera plaza de toros fija, se entraron los astados en los corrales de aquel primer coso taurino y, posteriormente, en los siguientes. Digo «entraron» en lugar de «encerraron», porque el «Encierro» se denominó «la Entrada» hasta principios del siglo XX. En 1844 el Ayuntamiento subastó la «Casa de los Toriles» por 7.000 reales al año, siendo adjudicado el remate a los señores Matossi y Compañía para inaugurar el «Café Suizo», en parte instalado en los antiguos toriles. 

Sotos al sur del paralelo de Pamplona
Julio de 1920. Toros navarros de Cándido Díaz en 
el Sario. Con pintas de vacas lecheras tomaron 
25 varas, derribaron 15 veces y mataron 8 caballos
Durante el siglo XIX, las reses pastaron en los sotos de Salinas, la Cadena (San Juan de), Mutilva. En los primeros Sanfermines después de la segunda Guerra Carlista, en 1876, la prensa diaria recogió la siguiente noticia: «Toros en el soto de Mutilva. Hubo visita de numerosos apasionados al arte de Pepeillo, estando cubierta la carretera de gente». No es de extrañar, aquel año pastaron Carriquiris y Zalduendos. Por cierto, como curiosidad histórica: la primera ganadería, la más antigua de México, asentada en Toluca, se creó con sementales navarros llevados al continente americano por Hernán Cortés, procedentes de la ganadería Zalduendo de Caparroso.

1877 primera ganadería forastera
Toros de Espoz y Mina, antes Carriquiri, en el Sario
En 1878, los toros navarros se llevaron al soto de la Cadena, excepto una corrida de reses castellanas del Colmenar, pertenecientes a la ganadería de la Viuda de Mazpule, que se dejaron en el «soto llamado de la venta del Mochuelo», es decir, en el Sario. Aquella corrida se debió comprar porque el año anterior se lidiaron dos reses del mismo hierro en la corrida de Prueba, con mucha carne y poder. Gustaron, en parte, los toros castellanos, y el crítico taurino de «El Eco de Navarra» escribió la siguiente crítica: «Los toros castellanos no son tan voluntariosos como los navarros; pero en cambio son de gran poder, de modo que el toro del Colmenar que pega es bueno, muy bueno; pero el que dice que no, aburre y desespera al espectador. Raro es el toro navarro que no se presta a alguna de las suertes de la lidia, mientras hay muchos de los andaluces y castellanos que se niegan a dar juego en todas ellas; por consiguiente, en la duda debe ser preferido para la lidia en esta plaza el toro navarro. Sin embargo, una corrida de aquel ganado, entre las cuatro, puede pasar y casi es necesario». 

Desde 1877, las ganaderías en el Sario
En la imagen del SITNA 1929 (abajo) 
se ve claramente la Venta del Mochuelo 
(2) y detalles de la foto de 1895 (arriba)
En 1879 se continúa utilizando el «soto de la venta del Mochuelo» (venta que dio título al barrio que se formó varios lustros después, y que estaba situada, exactamente, a la derecha de la carretera de Tudela [error, estaba bajando de Pamplona a la izquierda (pincha y siguientes)], en el punto en que la del Sadar, hoy también llamada de la Universidad, desemboca en la avenida de Zaragoza a escasos metros del puente del río Sadar o «río Al Revés»). Aquel año fueron muchos los aficionados que acudieron a contemplar los astados. 
Después de las Vísperas, en 1880 y años sucesivos, aumenta el número de curiosos que acompañan a la «gente del toro» hasta el Sario. En 1893, el Ayuntamiento construyó en el centro del soto un corralón de piedra dividido por dos muros en cuatro corrales. En el soto pastaban las reses navarras trasladadas desde la Ribera andando. Las ganaderías castellanas y andaluzas se desencajonaban de las cambretas transportadas hasta la estación del Norte por ferrocarril. 

Origen (1899) de los Corrales del Gas
Así era el espectáculo del desencajonamien-
to antes de 1960 (Foto Pío Guerendiáin)
Desde 1877, año en que entraron las primeras reses a pastar al Sario, hasta 1898, ambos inclusive, pastaron en este lugar las siguientes ganaderías extrañas a nuestra tierra: Vicente Martínez del Colmenar, Viuda de Mazpule también del Colmenar, Duque de Veragua de Madrid, Conde de la Patilla, López Puente (Aleas) del Colmenar, Félix Gómez igualmente del Colmenar, Marqués del Saltillo de Sevilla, Carlos López Navarro del Colmenar, Eduardo Ibarra de Sevilla, Anastasio Martín de la provincia de la Giralda, así como la de doña Celsa Montfrede Viuda de Concha y Sierra que fue la última ganadería forastera que pasó por el Sario, y cuyas reses, al trasladarlas a Pamplona, se escaparon hasta el valle de Goñi (Valdegoñi, como se decía antes), por lo que se renunció a desencajonar toros castellanos y andaluces en el Sario, y se habilitaron los nuevos corrales del Gas, inaugurados en 1899 (ver tomo I, tema Desencajonamientos), siendo los primeros huéspedes los Miuras y los Concha y Sierra. 
En el Sario continuaron apacentando sólo los toros navarros hasta 1929 en que se encerraron los Alaiza. Las ganaderías de nuestra tierra que abrevaron en el «río Al Revés» fueron las de Raimundo Díaz de Peralta (a partir de 1879, de Funes), Carriquiris (desde 1884 del Conde de Espoz y Mina), Pedro Galo Elorz de Peralta, Zalduendos de Caparroso y Alaizas, que como ya hemos dicho fueron los últimos. No se lidiaron reses navarras —por lo que faltaron morlacos en el Sadar— los años 1911, 12, 17, 23, 24 v 27. 

¡Al Sario!
Así pues, en el comienzo de los años ochenta numeroso público, después de las Vísperas —que entonces, afortunadamente, terminaban antes de las 6 de la tarde— acudía al Sario. Los aficionados, la gente del toro, a contemplar y admirar la estampa y trapío de los astados que, apaciblemente, pastaban junto al regacho —hiperbólicamente denominado por los pamploneses «río al Revés», aunque los de Echavacoiz le dan este título al río Elorz—, indiferentes ante la presencia de los curiosos. Para los taurinos, la visita suponía un buen «aperitivo» para las próximas corridas v un estimulante motivo de discusión sobre la aparente casta y juego que darían en el ruedo. El resto de la concurrencia se llegaba hasta el Sadar bien para matar la tarde, pasear, presumir, castigar, tomar el aire, divertirse o merendar. 
Los pamploneses, crearon bien pronto un nuevo festejo sanferminero: «Al Sario», como le denominaba aquella multitud integrada por representantes de todas edades, sexos y clases sociales, que al terminar las Vísperas tomaban el camino hacia el Sadar con alegría y buen humor. Las chicas, en animada y bullanguera cháchara. Los mozos, cantando, bailando y calmando la insaciable sed con frecuentes tragos de vino de la bota, que cada uno llevaba colgando del hombro. Los «carrozas» —como les llamarían hoy a los treintañales—, con el puro al morro, discutiendo amigablemente sobre las ganaderías contratadas para las fiestas, e intercalando piropos a las pimpollos y «monumentos» que se cruzaban en el camino (antaño no se utilizaba el contemporáneo silbido). Las señoras, señoritas y señorones, en lujosos y relucientes landós o en coches de punto conducidos por aurigas elegantemente vestidos, cubiertos con brillantes chisteras orladas con escarapelas de la bandera nacional. Nunca faltaba un grupito de intrépidas amazonas elegantemente vestidas y cabalgando en preciosas jacas, sonriendo gozosas a los requiebros y lindezas de los jóvenes y ....también de los maduros. Tampoco faltaban en aquella romería festiva el grupito de jóvenes distinguidos, montando briosos corceles, destocándose ceremoniosamente para saludar a sus amistades y conocidos. La nota más llamativa la daban algunos polloperas —que enjaezaban sus cabalgaduras con arreos andaluces—, que cabalgaban con chaquetilla corta ceñida, pantalones estrechos protegidos con zahones repujados, calzados con botos, relucientes espuelas de plata y cubiertos con anchos sombreros cordobeses ladeados con coqueta presunción. Hasta picadores con traje campero bajaban al Sario, «haciéndose al jaco» sobre escuálidos jamelgos, que a paso lento y cansino, rumiaban resignadamente su tristeza con el presagio instintivo de su muerte próxima destripados en el ruedo de la plaza vieja. 
Salvo los Paúles (1930), así era Pamplona en 1880-1900
Como entonces no existía el barrio del Mochuelo —hoy de la Milagrosa—, después de atravesar las murallas por los portales de Taconera y San Nicolás —los más próximos al Sadar—, el camino resultaba delicioso entre los campos de cebadas y trigos en sazón, y con la alegría incontenible del comienzo de las Fiestas, que es lo mejor de ellas. La caminata se hacía corta, y sin darse cuenta llegaban al Sario. 
La estancia de las reses junto al río Sadar equivalía a un hotel de cinco estrellas: buena cama, agua a una pedrada del corral, sol y sombra a voluntad, y buenas y abundantes hierbas preparadas por el Municipio que impedía entrar ganado en el prado desde el mes de abril. 

1894: no acercarse al toro
Detalle óleo de P. Pueyo
En los primeros años de aquel festejo, los valientes y decididos entraban al soto y se acercaban a las reses, e incluso, según un testigo presencial, la Condesa de Espoz y Mina dio de comer en sus manos un puñado de alfalfa fresca a un toro de su ganadería. Aquella confianza con los astados desapareció en 1894 por orden expresa del Ayuntamiento, permitiéndose sólo contemplar los toros desde la orilla derecha del Sadar, separada del pastizal por el profundo cauce del río. A pesar de ello, había jóvenes que para presumir delante de las féminas, atravesaban el pequeño barranco hasta alcanzar el prado, y hasta daban algunos pasitos hacia las reses. Frecuentemente, ante el menor movimiento del morlaco más próximo, el regreso lo hacían tan precipitadamente que en muchas ocasiones se embarraban o mojaban en el riachuelo con el regocijo de los presentes. Aquellas «aventuras» daban tema de conversación a las señoritas y damiselas durante el retorno a la ciudad.

¡Fuera del Sario!
Detalle óleo de P. Pueyo
Al atardecer, los pastores gritaban: «A los coches fuera gente del Sario». Era la hora de abrevar el ganado. El público tomaba el camino de la ciudad tranquilamente, comentando, unos el juego que darían cada ganadería en la corrida; otras, las jóvenes, criticando los vestidos y modas de las de otros grupos, la elegancia de algunos caballistas, el valor o cobardía de los que habían osado meterse en el pastizal de los toros, y las personas circunspectas comparaban y definían las dualidades taurinas de los toreros que venían aquel año a la Feria y, ¡cómo no!, la carestía de la vida que se estaba poniendo imposible. 

Hasta 1911 y 1930
Así terminaba el segundo festejo sanferminero, —téngase en cuenta que el primero eran las Vísperas- que duró hasta 1911, por ser éste el primer año en que se dejó de lidiar reses navarras, por lo que, como ya hemos dicho, durante varios años el Sario estuvo sin inquilinos. 
Después del año 30, los corrales del Sadar quedaron abandonados. Solamente los mocetes solíamos jugar en ellos trepando a los muros y corriendo sobre ellos. Al final de los años cincuenta fueron derribados para ampliar los viveros municipales.

P. Pueyo: "Toros en el Mochuelo"
Detalle óleo de P. Pueyo
Sobre el festejo del Sario hemos encontrado, y publicamos, un documento gráfico de excepción: un óleo del artista local Prudencio Pueyo, profesor pamplonés y autor del cartel de Fiestas del año 1900, que representa los toros de dos ganaderías pastando en el Sario. Al fondo se ve el puente sobre el Sadar en la carretera general a Zaragoza, en su límite con el término de Cordovilla; dos grupitos de curiosos, acompañados por sendos pastores, se hallan próximos a las reses; numeroso público desde la carretera, el puente y la orilla derecha del río Sadar contemplan a los astados y, como ahora, el «río Al Revés» con poca agua. 
Esta interesantísima pintura tuvo que ser hecha antes de 1894 que fue cuando el Ayuntamiento impidió el paso de los curiosos al pastizal. Este lienzo es propiedad de la familia Abrego-Zarranz, la cual lo ha cedido graciosamente para ilustrar este libro. 

Cuándo pudo pintarse el cuadro (Desolvidar)
Detalle cartel 1900 de P. Pueyo
Desgraciadamente, no sabemos la fecha exacta en la que Pueyo pintó este impresionante cuadro. Así que vamos a intentar establecer una horquilla dentro de la que tuvo que pintarlo.
-Prudencio Pueyo Bildarraz nació en Pamplona el 24 de Abril de 1861
-1877 fue el año en que entraron las primeras reses a pastar al Sario. Pueyo tenía 16 años
-En 1893, el Ayuntamiento construyó en el centro del soto un corralón de piedra. Pueyo tenía 32 años
-1894 que fue cuando el Ayuntamiento impidió el paso de los curiosos al pastizal.
En teoría, pudo pintarlo entre 1877 y 1893 (no se ve en el centro del soto un corralón y sí curiosos en el lado del río donde están los toros).
Los expertos lo dirán, pero no parece ser una obra juvenil, sino que está considerada como su mejor obra. Por lo que sospecho que Pueyo lo pintó en los últimos años de la horquilla, entre 1890, 1891 o 1892, cuando tenía alrededor de 30 años. Y mientras no tengamos datos más precisos, lo fecharé así: "hacia 1890"
Y el cartel de fiestas de 1900 (39 años), con el gaitero y tamborilero y los gigantes bailando ante la antigua fachada y torre de San Lorenzo, quita también el hipo: