Capuchinos, Cruz espadaña, túnel y parte del embarcadero MTNZ BERASAIN 1901-30 |
En el Seminario de Pamplona, en los años 60, jamás nos recomendaron el uso del cilicio o de las disciplinas. No sabíamos ni qué era eso. Sin embargo, por esos mismos años me enteré de que el Opus Dei los recomendaba. Y lo sigue haciendo, al menos para los célibes (ya os podéis imaginar por qué).
Una noche en Capuchinos
Iba ya apagándose en nuestro horizonte la luz del crepúsculo vespertino, cuando la respetable comunidad del Convento de Pamplona se dirigía al refectorio con grave y respetuoso silencio. Solo dejábase percibir el triste y melancólico ruido de los rosarios, producido por el movimiento de los religiosos.
Lavanderas San Pedro García Asarta 1895 |
Iglesia Capuchinos Iraizoz c. 1900 |
Un hermano lego anuncia al ejercitante la llegada de la cena, durante la cual los Capuchinos se sienten en la sala de recreo. La cena y el recreo coinciden en su fin y término. La comunidad se dirige á la Iglesia. El ejercitante se sitúa en una tribuna, cuyas celosías dan al presbiterio.
Los Capuchinos dan principio a lo que ellos llaman la Indulgencia, rezando el Regina coeli letare etc. tres antífonas, una á la Purísima, otra á San Francisco y la general, con sus correspondientes oraciones; la estación al Santísimo, con los brazos en cruz, y el salmo, De profundis por los bienhechores difuntos.
Practicados estos ejercicios, hé aquí, que de repente se apagan todas las luces de la iglesia; luces á través de las cuales el templo se veía lleno de misteriosas sombras. Inmediatamente se deja sentir general ruido de rosarios, que penden del cordón de los religiosos. Comienzan á semitonar muy despacio y pausadamente el salmo Miserere por coros, y se oye, en el ínterin, un confuso chasquear, semejante al que produce un copioso aguacero, sin el estrellarse de las gotas más gordas y gruesas.
Las tinieblas impiden ver al ejercitante la escena, que no lejos do él tiene lugar. Continúa la pausadísima semitonación del Miserere, y la tempestad parece que arrecia por momentos. Entonces comprende nuestro protagonista, que los Capuchinos están tomando la Disciplina.
Desorientado en aquel horizonte tenebroso, permanece inmóvil, de rodillas, hasta que vuelva á lucir la lámpara de la Iglesia. Continúa el rezo y el ruido no cesa. Al Miserere sigue el De profundis; la larga antífona Christus factus est pro nobis obediens... etc., y la oración Réspice quesumus Domine... etc. Sigue la disciplina, al parecer, con mas fuerza. Empiézase a semitonar la oracion de la Iglesia Salve Regina Mater... etc. y cinco ó seis oraciones más, terminadas las cuales, y después de continuar la disciplina, sin rezo, por cierto espacio de tiempo, á una señal sabida, deja de percibirse el ruido, que tanto llamaba nuestra atención. Enciéndese la lámpara, y los religiosos ván retirándose á sus celdas, donde, para su descanso, no encuentran otra cosa que unas duras tablas y un par de mantas. Vuelto el ejercitante de su asombro y estupor, al reflexionar sobre aquel acto de penitencia; al contemplar la maceración de las carnes de aquellos inocentes religiosos, ocúrrele á su mente el contraste que tan diametralmente opuesto, forma con este siglo, cuyo único fin no parece ser otro que una vida muelle y voluptuosa, y exclama diciendo:
Engañaste, ignorante siglo, por más que te precies de ilustrado; andas en densísimas tinieblas aun cuando á ti mismo te denomines con el flamante epíteto de siglo de las luces; pues el fin del hombre está sobre todo lo terreno. Preguntémoslo, si no, á esos religiosos, que azotan sus inocentes carnes, y nos contestarán diciendo: Nuestro fin es el Cielo cuyo reino padece violencia; vim patitur; y los que se hacen violencia, estos son los que lo consiguen; et violenti rapiunt illud. Por eso, nosotros tomamos la disciplina y castigamos hasta la sangre nuestros cuerpos; raemos el cabello de nuestra cabeza, aunque seamos la. abyección de la plebe, vestimos este áspero hábito de penitencia, en lugar de telas finísimas de que usa el mundo, y unas pobres sandalias son para nosotros más apreciadas que las botas mas elegantes.
¿Lo oís, mundanos? Y vosotros, ¿cuándo y en qué os violentáis? ¿Acaso cuándo buscáis la satisfacción de todas las pasiones? Meditad meditad... Ved el ejemplo de esos pobres Capuchinos, que, ricos de virtudes, acaban de domar la bestia de su cuerpo; y después de este acto, van á buscar el descanso, no en jergones de muelle ni en colchones de blandas plumas, sino en mondas tablas de pino, en las cuales, tan regalado y contento se encuentra el anciano octogenario como el corista más robusto. ¡Cuánto mérito en la presencia de Dios! ¡Ay del mundo en el dia de la cuenta! ¡Cuántos se han de ver precisados á exclamar: Nos insensati!
Casa Irujo y Capuchinos Altadill c. 1900 |
Capuchinos, desde la barca de Alemanes 1913 R. de Galarreta |
E. J.
1887 mayo 11 El Tradicionalista diario de Pamplona
1 comentario:
Gracias Pachi, desde luego es un lujazo disponer de estas entradas de desolvidar con estas ilustraciones tan antiguas y realmente bonitas.
Me traen muchos recuerdos de la infancia, gracias, Pachi.
Navrazon
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