Las flechas señalan el colegio José María Huarte, en la Vaguada del barrio San Juan |
Están clavadas tres placas en la Vaguada del recuerdo.
Viendo la portada de Relatos de plomo (1960-86), he caído en la cuenta de que bien se podían unir en una misma imagen la consternación de los alumnos del colegio José María Huarte y las tres placas de recuerdo y homenaje a las tres víctimas de aquella masacre de un 13 de abril de 1984.
Durante al menos cinco años, todos los comandos de ETA que actuaron en Pamplona orquestaron una cacería sobre Jesús Alcocer, un empresario dueño de tres supermercados que había sido comandante del Ejército y que había militado en Fuerza Nueva. La banda terrorista había puesto una bomba en uno de sus negocios, había colocado otro artefacto en su coche y lo había esperado un día en el portal de su casa para matarlo a tiros.
Todos los intentos de asesinarlo fueron frustrados hasta el 13 de abril de 1984, cuando dos terroristas de ETA acudieron a Mercairuña, el mercado central de Pamplona en el que Jesús Alcocer surtía a sus negocios, y le dispararon dos tiros en la nuca que le provocaron la muerte en el acto.
Juan José Visiedo y Tomás Palacín
Después de matar a tiros al empresario Jesús Alcocer en Mercairuña, el mercado central de Pamplona, los terroristas del comando Nafarroa huyeron en un Renault 18 hasta la Vaguada, entre el barrio de Ermitagaña y el de San Juan, aparcando el vehículo en la calle Arcadio María Larraona, junto al Instituto Navarro Villoslada. En el interior, alojaron una bomba.
La Policía, a quien los testigos del asesinato habían facilitado los datos del vehículo, lo localizó en cuestión de minutos.
Dos agentes de la Policía Nacional, Juan José Visiedo y Tomás Palacín, se aproximaron al coche para examinarlo. Fue entonces cuando la etarra Mercedes Galdós ("Bitxori", condenada por 17 asesinatos, salió libre en 2005 tras 19 años en prisión; los asesinatos le salieron más baratos que los “tocamientos en los glúteos” a cinco chicas mientras patinaban en la pista de hielo de Vitoria), que observaba la escena disfrazada de monja, activó el artefacto.
La explosión, que se escuchó en toda la ciudad, destrozó los cuerpos de los dos agentes, que quedaron irreconocibles.
De la intensidad de la explosión da una idea el hecho de que el coche resultó partido en dos trozos. El más pequeño saltó en dirección al Colegio José María Huarte, quedando en lo que entonces era un descampado (ver en SITNA) y hoy es un precioso jardín. El mayor quedó encajado bajo la parte trasera del camión señalado con la flecha.
Un banco para el recuerdo
Solemos pasear a menudo por el "Paseo de las Moreras" (gira 360º para ubicarte) y descansamos unos minutos en ese banco. Desde él vemos las tres placas y tenemos un recuerdo para Jesús, Tomás y Juan José.
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