Apayoa, barrio de Azpilcueta |
De la mano de Pedro Charro visitamos el Baztán. Son las últimas fechas para admirar la paleta otoñal del valle, que tan bien supo captar Ana Mari Marín
"Es el final del otoño en Baztan, la última oportunidad para los colores"
Pedro Charro DN 05/12/2022
Días de lluvia y de niebla agarrada al suelo. Hoy hay un amanecer rojizo que tiñe la niebla, como si fuera una tela en el tinte. Por el camino levanta, pero cuando paso los túneles vuelve de nuevo, más densa.
Palacio de Aizcolegui |
Recuerdo que Manuel Vincent decía que antes de llover, en verano, ya se siente la lluvia; el viento se alza de pronto, del campo viene un aroma de espliego mojado, mientras a lo lejos ya se oyen los truenos. Aquí pasa lo mismo. La niebla que ya se ha ido mientras asciendo está todavía en pequeñas gotas que parecen lágrimas sobre la hierba, perlando el suelo, y columnas de humo ascienden, como si el monte sudara. Es el final del otoño en Baztan, la última oportunidad para los colores.
Ana Mari Marín |
No hay nada allá abajo, desaparecidos los pueblos, aplastados por la espesa niebla. La luz es tamizada, falsa, velada, como si tuviera un disgusto. Hay un aroma a seta, a crin mojada, a madera podrida que lo impregna todo. Me siento en una piedra, frente al paisaje anaranjado, verde, fucsia, malva, amarillo -Ana Mari Marín pintó este paisaje con una paleta que tenía todos estos tonos y no exageraba- y de pronto oigo el chillido inconfundible de las grullas que pasan hacia el sur. Las veo volar alto dibujando su V característica: allí van, en fila, formando una pequeña sociedad que funciona, que sabe lo que quiere. Que no es como la nuestra. Enseguida se las ve ya muy lejos, desdibujadas. La niebla levanta. Alguna rezagada pasa gritando, como si pidiera auxilio.
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