viernes, 30 de diciembre de 2022

Alejandro Sáenz, Lasarte, 30-12-1985

Javier Sáenz, en el punto exacto donde ETA asesinó a su padre
El cura del funeral 
El funeral tampoco fue nada fácil. Estuve a punto de sacar el féretro de la iglesia antes de que se acabara la misa. Nunca se me olvidará cuando el cura dijo en la homilía que estábamos allí congregados debido a la 'muerte violenta' de Alejandro. Lo acababan de matar de cinco tiros por la espalda y no era capaz de decir que lo hablan asesinado (empieza y sigue, magnífico artículo de Pablo García Mancha

Alejandro Sáenz Sánchez llegaba caminando a su puesto de trabajo en la fábrica Michelín de Lasarte, en Guipúzcoa. Era la víspera de Nochevieja y, además, su última jornada laboral antes de una jubilación anticipada.
Foto de Alejandro. Javier lleva el anillo del padre
Los terroristas robaron un taxi en Hernani y ataron a su conductor a un árbol. Dos miembros de ETA que le esperaban en el aparcamiento de las instalaciones se acercaron y le dispararon varios tiros, dos de los cuales le alcanzaron la cabeza. Falleció casi en el acto y los terroristas le debieron de rematar en el suelo. Los trabajadores de Michelin acudieron de forma masiva al funeral.
Alejandro Sáenz había sido durante 13 años agente de la Guardia Civil y llegó a ser sargento, pero abandonó el Cuerpo después de estancias en Barcelona, Irún o Lasarte.
Alejandro Sáenz, guardia civil de 58 años, era natural de La Rioja, casado y con un hijo (el que escribe la carta). Estaba retirado de la Benemérita desde hacía más de dos décadas con el grado de sargento y trabajaba en la factoría de Michelin de Lasarte. El 30 de diciembre de 1985 dos terroristas le mataron a tiros en el aparcamiento de su trabajo.
Para variar, su asesinato quedó impune.

Un 30 de diciembre de 1985, por Javier Sáenz Martínez
Parece que sucedió ayer, lo acontecido permanece indeleble hasta en los más nimios detalles. Iba andando con su peculiar garbo camino del trabajo para afrontar su última jornada laboral antes de la jubilación. ¿Qué iría pensando en aquellos -sin saberlo- sus últimos instantes de vida? Dos esbirros del mal se le acercaron por la espalda amparados por la oscuridad y el plomo habló por ellos, quienes, no contentos, repitieron su proeza sobre el cuerpo inerte para así dejar constancia de su RH ideológico, marca de la casa. Algo habría hecho; por supuesto, ser una persona de bien. 
Alejandro Sáenz
Sobre la acera quedó segada su vida y su familia condenada a perpetuidad -sin beneficios penitenciarios- a soportar sobre sus hombros la más pesada mochila mientras vivan. ¿Cómo tratar de explicar qué se siente cuando ves a quien te engendró caído en el suelo sobre un charco de tu propia sangre? ¿Cómo describir la cara de su esposa, tu madre, al informarle de sopetón de lo sucedido? 
Una víctima humilde, otra más, a la que no se recuerda, no interesa; no era político, empresario, abogado o periodista; había sido lo que algunos llaman despectivamente un “uniformado” para así cosificarlo.
La gente pregunta si perdonas y olvidas, a lo que respondo que no soy Dios ni lo pretendo y por suerte no padezco Alzheimer. 37 años sediento de una justicia que no llega y preguntándome si acaso aquellos “gudaris” andan cerca rememorando su hazaña, apoyados sobre la barra de una taberna. 
Sucedió en Lasarte y el calendario marcaba lunes 30 de diciembre de 1985; el caído se llamaba Alejandro Sáenz Sánchez, mi padre. 
In Memoriam.
Francisco Javier Sáenz Martínez

4 comentarios:

Pedro dijo...

Una historia desoladora más, tan reciente que además de doler, quema.
Es la parte que hoy debemos olvidar por precepto, en una sociedad ahora amnésica, antes cobarde y contemporizadora. Y ahora además gobernada, en España y en Navarra, por unos dirigentes socialistas sin la más mínima decencia humana.

Carmelo dijo...

Hago mias tus palabras Pedro, mis emociones me surgen a borbotones al leer todo este relato de Javier sobre estos cobardes asesinos y todos esos miserables que se la han cogido con papel de fumar, con absoluta cobardía y algunos con connivencia.
Aquí se pone de manifiesto lo miserables que son los asesinos y que pueden llegar a ser ciertos políticos, sindicalistas, religiosos como Setien y otros muchos.
Lo que está haciendo este otro miserable de presidente y la de Navarra, sin comentarios, más miseria humana no cabe.
Ni olvidó ni perdón, JUSTICIA para todas las familias que han sufrido el zarpazo de estos canallas, cobardes, asesinos.
Javier y familia, un abrazo, siempre tendréis mi apoyo.
Navrazon Pachi.

Anónimo dijo...

Desgarrador relato de la muerte del pobre Alejandro. Unos cobardes sin alma arrrancaron la vida a una buena y anónima persona y sumieron a su familia en la desesperación. Tenemos que luchar porque los cobardemente asesinados como Alejandro siempre estén en nuestra memoria y corazones. ¿Blanquear a las ratas de la banda de cobardes eta? Nunca en mi nombre y en la mayoría de personas honradas.Un fuerte abrazo Javier.

Anónimo dijo...

Tomás Caballero, en el recuerdo. Mi ex vecino en Pamplona!!!!