Parroquia Virgen del Río. Detrás, Mº Vº de San Pedro |
Dos siglos antes de que existiera el Molino de la Pólvora -y la presa y el canal que se hicieron para él-, en la parte del río en la que se mira el Monasterio de San Pedro, la Virgen jugó al marro y al escondite con todo el mundo. Sólo se dejó atrapar por una mujer imposibilitada. Mejor dicho, la Virgen fue a sus brazos.
Nos lo cuenta -¡cómo no!- Arazuri.
Monasterio Viejo de San Pedro
La pequeña historia del convento de San Pedro (al que debe su nombre la calle Monasterio Viejo de San Pedro), es la siguiente:
Ermita (izda.) y convento de San Bartolomé |
Según tradición, en 1213, Francisco de Asís con sus compañeros Lupo y Aldeario fundaron cerca de Sangüesa el primer ermitorio franciscano español, llamado convento de San Bartolomé de Rocaforte (trasladado más tarde a Sangüesa). Dejando aquel pequeño cenobio al cuidado de Fray Bernardo de Quintaval, el «Poverello» marchó a San Juan de la Peña, en donde una inoportuna enfermedad le obligó a permanecer en aquel monasterio durante un par de meses. Esto le impidió visitar en Tudela personalmente a don Sancho, rey de Navarra, haciéndolo en su nombre sus discípulos, a los que el monarca les manifestó el deseo de que se llegasen a Pamplona para intentar apaciguar los burgos.
De aquella ermita, este Monasterio |
Lo dicho hasta aquí pudo ser leyenda, pero es historia el que en 1230 los discípulos de San Francisco se establecieron en la ermita de San Pedro de Riba, hasta que en 1247 se trasladaron a un nuevo convento en la Taconera, fuera de la puerta de San Llorente o San Lorenzo, en el lugar en que hoy está el Bosquecillo.
Postal: "NªSª del Río, siglo XII" |
El obispo don Pedro les dio la Regla de San Agustín, por lo que en adelante se llamaron Canónigas Agustinas de San Pedro, aunque los pamploneses, cariñosamente, les llamaron «las Petras». Aquellas monjas tomaron posesión de San Pedro de Riba el 14 de noviembre de 1247, siendo priora doña Gracia de San Esteban.
En el viejo convento se ha venerado con gran devoción la efigie de Nuestra Señora del Río, llamada así por haberse aparecido en el Arga a mediados del siglo XIV
Virgen del Río
Varios años más tarde ocurrió un hecho milagroso estando enferma la priora Madre Isabel, y fue que del fondo del río se veía salir de noche un resplandor que al llegar a la superficie tomaba forma de imagen de la Virgen, que al intentar cogerla se sumergía en el fondo del agua. [Admirados todos, no sabían su significado, hasta que estando pescando un pescador, vio entre las aguas una imagen, hizo vivas diligencias para cogerla, mas no pudiendo, dio parte a la ciudad y al obispo]. Es de suponer cómo impresionó a los pamploneses aquel hecho prodigioso, así como a su obispo que envió a varias personas de su confianza para que se hiciesen con la imagen, pero sin conseguirlo, ya que siempre ésta se hundía en lo profundo del río.
Presa y Monasterio hacia 1930. PCB |
Impresionado el obispo, y posiblemente inspirado, envió recado a la priora para que saliese del convento con la comunidad y comprobaran el prodigio.
Aunque la Madre Isabel estaba postrada gravemente en cama, obedeció el ruego de Su Ilustrísima haciendo un esfuerzo sobrehumano para levantarse, con la gran sorpresa de sentirse curada en aquel momento.
Pero si grande fue la impresión, fue mayor cuando al llegar a la orilla del Arga la imagen resplandeciente de la Virgen se acercó sola hasta la orilla y se puso en brazos de la priora, que con gran devoción la llevó al convento.
Esta es la leyenda de la Virgen del Río. Su efigie, es de pequeño tamaño, románica, sedente y lleva el Niño en su regazo.
1 comentario:
Preciosa historia
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