Impresionante fotografía del interior de la churrería de «La Mañueta» en el momento que extraen de la caldera una rosca de churros. Foto Pío Guerendiáin |
La castiza churrería de la Mañueta continúa en la actualidad con la estima que se ganaron durante décadas de trabajo y honradez (y algún trabajillo extra, como los gigantes de la Mañueta). La churrería lleva en el mismo sitio 130 años. Y Pío Guerendiáin (pincha) la viene retratando más de 50. Sólo así se puede conseguir que algunas, como Sara Nahum, crean estar en La Fragua de Vulcano.
Churros en Pamplona (Arazuri, PCB)
El dato más antiguo que hemos
conseguido es del año 1865. En aquel tiempo, en la «Bajada de San
Agustín» (como así se llamaba entonces a la actual calle de
«Javier [San Francisco]»), en la casa número 4, se estableció un
tal José María Ruiz. También en el mismo año, Faustino Zaragoza
hizo lo propio en la casa número 38 de la calle de San Gregorio. El
título de ambas tiendas era el de «ROSQUILLEROS Y BUÑOLEROS»,
aunque algunos días de la semana elaboraban también churros.
Pero antes, ya desde finales del siglo
XVIII y principios del XIX, se comienzan a ver algunas
barracas en el Salón Viejo de la Taconera (hoy Paseo Sarasate) y a instalarse algún
puesto modesto de churros en el día de San Juan.
Ahora bien, la
pequeña historia de las churrerías en Pamplona se inicia en 1872, con la primera churrería de prestigio y calidad que, además, ha llegado
hasta nuestros días.
La Mañueta
La Mañueta Pío Guerendiáin, años 70 |
La castiza churrería
continúa en la actualidad con la estima que ganaron durante 121 años
de trabajo y honradez, manteniéndola con un grupo formado por los
padres e hijos, todos licenciados universitarios, con el orgullo de
sustentar el prestigio que consiguiera aquel cirbonero con su esposa
y sus sucesores, alcanzando tan alta estima.
Eran tiempos en que la
docena de churros, bien grandes y gruesos, se vendía la docena a 30
céntimos y la rosca entera a 1 peseta.
En estos últimos años «La
Mañueta» abre los domingos y días festivos desde octubre hasta
mediados de diciembre. Después cierran hasta la primavera en que se
abre domingos y días festivos hasta después de Sanfermines.
Una historia familiar con sabor a churros Sara Nahum en DN
Paulina fue al internado con mi abuela Juanita. Compartían habitación. Pueden imaginar lo amigas que eran. Esas amistades indestructibles que se forjan echando de menos a tu familia todas las noches.
Los niños Nahum y los niños Elizalde se criaron como primos. Solo los tragaldabas de los Nahum podían tener como primos a unos churreros. Solo los morros finos de los Nahum podían tener como primos a los mejores churreros del universo.
La vida es maravillosa. Por eso yo siempre que he entrado en La Mañueta he sentido esa punzadita dentro de estar en casa. En la casa del pueblo.
La sentía cuando me llevaba mi padre de pequeña en San Fermín y miraba a esos hombretones Elizalde alrededor del fuego como Vulcano en su fragua, con la misma atmósfera oscura que pintó Velázquez en su cuadro. Y escuchaba las risas y el comadreo y pensaba que qué suerte tenía esa familia de reencontrarse cada año durante unos días alrededor de esas calderas de aceite con sus delantales azules y sus gorros blancos de marines . Yo también quería formar parte de esa historia viva de Pamplona.
Y lo seguía pensando años después cuando iba de empalmada con mi amiga Marta, cubata todavía en mano y sin perdonar la tradición, aguantando la cola que hiciera falta sabiendo que el esfuerzo merecía la pena. Siempre lo hacía.
Porque pocas sensaciones hay mejores que ese primer mordisco a un churro de La Mañueta. “Es otro producto” repetíamos como un mantra Marta y yo cada mañana. No es parecido a ningún otro churro del mundo. Y les habla una degustadora de churros profesional.
Los que me conocen saben que no puedo ver un puesto callejero y no caer en la tentación. Siempre y en todo lugar. Pero saben de lo que hablo. Otro producto.
Y a La Mañueta se le une la magia de que son muy pocos los días al año que abre. Como uno de esos fenómenos astronómicos que solo se pueden disfrutar en contadas ocasiones y tienes que abrir mucho, mucho los ojos para no perdértelos.
Porque vuelan. Y, afortunados nosotros, estamos en uno de esos momentos en los que se alinean los planetas y la fragua de Paulina se vuelve a iluminar.
Y ya no está Josecho, su marido, y se sigue haciendo muy raro no ver a Pepe ni a Maripauly por ahí… la casa del pueblo necesita todas sus risas, pero el sábado fue San Fermín Chiquito y La Mañueta abrió de 7h45 a 11h y también todos los domingos de octubre, y solo por eso ya tenemos motivos para sonreír un mes.
Y dos. Y tres. La vida es eso, ratitos de felicidad absoluta que compensan todo los demás. Agua, harina y sal. A veces solo hace falta eso.
Sara Nahum -de origen sefardí, con raíces en Itzmir (Turquía)- es periodista
4 comentarios:
Muy buen reportaje. Pachi no solo escribe bien, sino que hace buenas elecciones periodísticas.
Magnífico el trabajo fotográfico de Pío Guerendiain. Muy buen articulo, informativo e histórico, además de bien escrito.
Jodé... Pasan la inspección de sanidad???
Pío siempre ha tenido buena mano para sorprender la realidad. A los Hahum no los he tenido nunca por tragaldabas, al menos a dos generaciones antes de Sara. Los Elizalde, con mandarra y sudando como diablos, siempre han tenido buen gusto y son amigos de los tradicional viviendo el presente. Lo del helado de churro... ¡habrá que probar ese invento de Fermín!
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