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| Ismael Martínez, tras la agresión, muestra la acreditación colgada al cuello |
Al grito de "Puta España", portando banderas que poco tienen que ver con Navarra y blanqueados como antifascistas por Cintora en TeleSánchez, hordas de proetarras han sembrado el pánico en el Campus de la Universidad de Navarra y en los barrios de Iturrama y Abejeras.
De todo ello hay multitud de grabaciones (Galería DN) en las redes.
La agresión más grave de los socios de Sánchez se ha producido en el Campus contra un periodista de El Español que llevaba al cuello su acreditación:
Cintora, en TeleSánchez, además de demostrar que no tiene ni idea de cuál es la bandera de Navarra, presenta como antifascistas a los que han agredido a un compañero de profesión:
Información completa en El Español (pincha)Cintora blanquea en TVE a los antifas violentos de Pamplona. pic.twitter.com/IJKlPXqX94
— David Santos (@davidsantosvlog) October 30, 2025
Pinceladas
1. Profesor convocante en la UPNA (volumen a tope para oír bien la chapa)
Esto ha pasado esta mañana en un aula de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).
— el vecino de نxue (@elvecinodeUxue) October 30, 2025
Pero fuera la política de las aulas. Ya. Si. pic.twitter.com/yRvLgCFf2L
2. Reacción alérgica ante un Viva España (vete al 45")
📢@vitoquiles ha tenido que suspender el acto de hoy en la Universidad de Navarra.
— María Estévez 💚🇪🇦 (@Maria_EstevezG) October 30, 2025
‼️Los batasunos estaban esperándole, buenas noticias son tan pocos en Navarra que han pagado dos autobuses para traerlos de Bilbao .
‼️Atención a como reaccionan a un Viva España 🇪🇦 pic.twitter.com/Xxmh3ul01c
🔴 #URGENTE | Encapuchados pertenecientes a movimientos abertzales de ultraizquierda agredieron brutalmente en la tarde de este jueves al periodista de EL ESPAÑOL José Ismael Martínez en Pamplona. El reportero se había desplazado a la capital navarra para cubrir la manifestación convocada por Vito Quiles en el campus de la Universidad de Navarra (UNAV).
El acto había sido cancelado primero por la propia universidad y después por el propio Quiles, una vez que la Policía Nacional le informó que no podía garantizar la seguridad. Nada de ello desalentó a centenares de jóvenes violentos separatistas que tomaron las instalaciones universitarias y arremetieron a golpes y sin motivo contra nuestro periodista.
En los momentos previos a la agresión, el periodista se encontraba en los exteriores del edificio que alberga las facultades de Derecho y Ciencias Económicas de la UNAV. En concreto, estaba grabando con su teléfono móvil a un numeroso grupo de encapuchados que se desplazaba a través del campus, coreando consignas en euskera, para unirse a la cabeza de una contramanifestación ilegal.
✍ Rafa Martí


4 comentarios:
Decía Voltaire: «No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo».
Y hay días en que esa frase resuena como una campana vieja, de sonido grave, recordándonos qué frágil es el suelo sobre el que camina la libertad.
Algo de eso me ocurre con el señor Vito Quiles. No comparto su verbo ni su gesto; sus modos me resultan ásperos, sus medios turbios, su escenografía impostada. Nada en su figura me convoca a la empatía.
Y, sin embargo, en la incomodidad de su voz reconozco el eco de un principio que no se negocia: el derecho a hablar, incluso —y sobre todo— cuando lo que se dice nos hiere los oídos.
Porque una democracia no se mide por las voces que aplaude, sino por las que tolera a regañadientes.
Y quienes pretenden silenciar al disidente con capuchas y violencia, no son más que sombras repitiendo la coreografía del totalitarismo, una horda sin pensamiento que confunde la justicia con el ruido.
A ellos no los odio; el odio exige una energía que prefiero reservar para causas más nobles.
Solo me inspiran un desprecio sereno, esa forma fría de la tristeza que uno siente al ver cómo la historia, obstinada, tropieza una y otra vez con la misma piedra.
Pero confío —quizá ingenuamente, quizá por fe en lo humano— en que la palabra sobrevivirá a todos los intentos de amordazarla.
Porque siempre habrá alguien que, en medio del ruido, levante la voz no para imponer, sino para recordar que la libertad no se grita: se pronuncia.
Y mientras quede una sola voz
Sr. Manuel. No le conozco de nada pero lamento que así sea, porque me parece una reflexión absolutamente magistral en su contenido y en su construcción. Admirable
Afirmar que esa banda de orcos sedientos de sangre son "antifascistas", es intentar blanquear lo evidente, por mucho que a Chivite y a Sánchez les interese. Qué harán el día que no gobiernen en Pamplona, y Navarra desde la sombra. ETA sigue viva, aunque no mate. El odio de esta gente y su violencia innata están más vivos que nunca. Aunque el PSN intente blanquear y ocultar. El imbécil de Vito Quiles es la escusa, mañana será otra para volver a quemar las calles y agredir al que se lo recriminé.
Decía Voltaire: «No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo».
Y hay días en que esa frase resuena como una campana vieja, de sonido grave, recordándonos qué frágil es el suelo sobre el que camina la libertad.
Algo de eso me ocurre con el señor Vito Quiles. No comparto su verbo ni su gesto; sus modos me resultan ásperos, sus medios turbios, su escenografía impostada. Nada en su figura me convoca a la empatía.
Y, sin embargo, en la incomodidad de su voz reconozco el eco de un principio que no se negocia: el derecho a hablar, incluso —y sobre todo— cuando lo que se dice nos hiere los oídos.
Porque una democracia no se mide por las voces que aplaude, sino por las que tolera a regañadientes.
Y quienes pretenden silenciar al disidente con capuchas y violencia, no son más que sombras repitiendo la coreografía del totalitarismo, una horda sin pensamiento que confunde la justicia con el ruido.
A ellos no los odio; el odio exige una energía que prefiero reservar para causas más nobles.
Solo me inspiran un desprecio sereno, esa forma fría de la tristeza que uno siente al ver cómo la historia, obstinada, tropieza una y otra vez con la misma piedra.
Pero confío —quizá ingenuamente, quizá por fe en lo humano— en que la palabra sobrevivirá a todos los intentos de amordazarla.
Porque siempre habrá alguien que, en medio del ruido, levante la voz no para imponer, sino para recordar que la libertad no se grita: se pronuncia.
Y mientras quede una sola voz que se atreva a hacerlo, la oscuridad no será completa.
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