viernes, 10 de octubre de 2025

El declive de la sanidad navarra (M. Sarobe)


El declive de la sanidad navarra
"Un reciente informe de la plataforma Co.Ciudadana revela que la valoración positiva de nuestra sanidad se ha desplomado en solo cinco años del 79,7% al 32,6%"

Manuel Sarobe DN 09/10/2025
Manuel Sarobe
La valoración de nuestra sanidad por parte de la ciudadanía arroja resultados dispares. Abundan los testimonios de pacientes que ensalzan la atención dispensada por los profesionales de la medicina y enfermería, extensibles al personal auxiliar y de limpieza de hospitales. Además de la pericia técnica, son especialmente apreciados el cariño y la empatía prodigados a unos enfermos muy necesitados de afecto en una sociedad cada vez más deshumanizada. Permítanme una anécdota personal. Mi madre fue enfermera en un ambulatorio. Un día llegó a casa disgustada porque le habían robado su cartera de la taquilla, con dos mil pesetas, una fortuna para ella. Al día siguiente apareció intacta. Todo apunta a que los jóvenes conflictivos enredados en el mundo de la droga, principales sospechosos del hurto, por los que ella se desvivía, tuvieron claro que a Salomé no se le podía robar.

Sanidad, la que más baja
No merece la misma opinión la gestión de la salud, cuya percepción continúa en caída libre. Un reciente informe de la plataforma Co.Ciudadana revela que la valoración positiva de nuestra sanidad se ha desplomado en solo cinco años del 79,7% al 32,6%. Las abultadas listas de espera, consecuencia, entre otros factores, de la falta de facultativos, tienen buena culpa de ello.

Los médicos son hoy, efectivamente, un bien escaso. Y todavía lo serán más en las fechas venideras, cuando se jubilen los desmotivados baby boomers (personas nacidas entre 1957 y 1977, periodo en el que en nuestro país nacieron 14 millones de bebés) actualmente en servicio. Ante esta realidad, hay comunidades que se han puesto las pilas, mientras otras sestean.

Entre las primeras destaca Euskadi, que ha emprendido un ambicioso plan para atraer y fidelizar a estos profesionales ofreciendo a quienes concluyen su residencia contratos de larga duración, mejores sueldos y más días de asuntos propios y vacaciones que aquí, así como estímulos en materia de conciliación, docencia e investigación. Osakidetza ha editado un vídeo promocional –“Tu futuro está en Euskadi”- que, además de las bondades de su sanidad, glosa las del País Vasco como destino, con imágenes del Guggenheim o de la playa de la Concha, contra la que poco puede hacer la de Oricáin (no lo crea, Sr. Sarobe).

Ignoro si Osasunbidea ha desplegado una campaña tan sugestiva como la vasca. Sí conocemos la torpeza de nuestras autoridades sanitarias, enfrentadas a los médicos, a los que ha arrojado a los pies de los caballos publicitando los sueldos de quienes más cobran, ocultando las horas de trabajo que hay detrás de tales nóminas.

Pero no terminan ahí los agravios; Navarra exige exclusividad a sus facultativos, retribuida con un complemento, no así Euskadi, cuyos galenos pueden compatibilizar la medicina pública con la privada, o abrir una floristería, con la paradoja de que los vascos, sin ese complemento, cobran más que los navarros…

A lo anterior se añade una fiscalidad más favorable. Las diputaciones vascas copan el podio de la competitividad fiscal en el IRPF, cuyo último puesto ocupa Navarra. Otro tanto sucede en el Impuesto sobre el Patrimonio.

La conclusión es obvia; si en Euskadi se trabaja menos, se cobra más, se pagan menos impuestos y no se penaliza el ejercicio privado, ¿dónde creen ustedes que recalarán los médicos? Pues eso. De 2022 a 2024 nuestros vecinos cubrieron todas las plazas de Medicina de Familia, mientras que en Navarra quedaron vacantes 21. La exigencia del euskera, por cierto, se ha relajado porque el primero que no habla dicha lengua es Alberto Martínez, su consejero de Salud.

Domínguez, el nuestro, anunció recientemente la intervención del servicio de traumatología del Hospital Universitario de Navarra ante sus malos resultados. Los cuatro últimos residentes que acabaron su formación en dicho servicio han huido de Navarra; dos de ellos a Euskadi. Algo estaremos haciendo mal.

No es de extrañar, pues, que haya localidades que ya no saben qué es un pediatra; hospitales, como el de Tudela, que funcionan a tiempo parcial, o que se multipliquen las quejas de quienes desesperan esperando una consulta o una operación. Recuerden que esto no fue siempre así. En 2015, año del fatídico cambio político, Navarra -con 600 millones de euros menos de presupuesto que ahora- lideraba el ranking de los sistemas sanitarios de España.

Si yo fuera médico -permítanme la provocación- antes de preguntarle al paciente qué le duele, le interrogaría sobre su voto en las últimas elecciones. A los que confiesen haber apoyado a Geroa Bai los enviaría a la cola de las listas de espera, seguidos de los votantes del PSN, Contigo-Zurekin y Bildu, y, tras una década de ineficacia, animaría a quienes todavía no tienen un seguro privado a contratarlo ya. Quién iba a imaginar que un ejecutivo autoproclamado progresista haría de oro a la medicina privada, o que las asociaciones en defensa de la sanidad pública, tan combativas cuando gobierna la derecha, estén desaparecidas.

Me pregunto si la contumacia de una mayoría social en seguir confiando en quienes, corruptelas al margen, han acreditado sobradamente su fracaso en la gestión de las cosas de comer tiene cura. Si quieren ser tratados de este mal, teniendo en cuenta que las próximas elecciones son en 2027, ya pueden ir pidiendo cita...
Manuel Sarobe es notario.

No hay comentarios: