martes, 24 de mayo de 2022

Transterrados

Paloma Díaz-Mas, durante la charla dada en Vitoria, junto a Lucas Irigoyen y Antonio Rivera.
/ RAFA GUTIÉRREZ
La profesora de la UPV Paloma Díaz-Mas recordó ayer en la presentación de 'Transterrados' el acoso de los violentos que llevó a muchos al éxodo
«No me fui por miedo sino por el hastío y el ambiente de delación»

por Jesús J. Hernández
Paloma Díaz-Mas recaló en la UPV en el otoño de 1983 para impartir Literatura Española poco después de defender su tesis. Nacida en Madrid, se sumaba a un claustro joven y variopinto en cuanto a sus lugares de origen. No fue la primera que tuvo que marcharse, allá por 2001, y ella lo hizo con una plaza en el CSIC y «sin pena, con ilusión, sin amargura». Convencida de que «empezaba una nueva vida en un espacio de libertad» porque Vitoria no lo era. La 'socialización del sufrimiento' impulsada por KAS hacía que hubiera «miles de ojos que podían tomar nota y ponernos en la diana. No eran ajenos. Eran vecinos, compañeros». «No fue tanto el miedo como el hastío y el ambiente de delación», valoró ayer en la presentación de 'Transterrados', un libro de la Fundación Fernando Buesa y el Instituto Valentín de Foronda que retrata el éxodo de decenas de miles de vascos ante el hostigamiento de los violentos.
San Sebastián
En aquella Euskadi pasaban cosas hoy impensables. «Los viajeros de los autobuses urbanos eran obligados a descender a toda prisa antes de que lo quemaran. Los incendiarios rociaban el pantalón del conductor con gasolina por si se le ocurría acercarse a apagarlo». «Un día estallaba una bomba en una puerta, otro te quemaban el coche, al otro llegaba un paquete bomba o la colocaban en un ascensor», recuerda.
Díaz-Mas tiró de ejemplos muy gráficos. Aquellas visitas de foráneos que preguntaban en mitad del restaurante sobre política o terrorismo y aquel eterno silencio incómodo. O la presencia de aquellos acompañantes discretos cerca de cualquier cargo público, juez o periodista amenazado, como una sombra protectora pero que condicionaba la vida.
Un bulto en la universidad
Contó que un día en la universidad apareció un bulto sospechoso, algo similar a una mochila en un lugar extraño, y la clase entera cambió de piso. Varios alumnos comentaron que sería mejor abrir las ventanas porque, en caso de que estallara, la onda expansiva reventaría los cristales. Y Díaz-Más reflexionó aquel día sobre esos jóvenes que, quizá, sabían demasiado. En plena Europa y en pleno siglo XX. «Muchos se fueron a buscar trabajo fuera y jamás contarán como transterrados pero se fueron a un lugar más libre».
También hubo un puñado de héroes
El testimonio de Díaz-Mas y otros 16 autores puede leerse en la obra 'Transterrados' de la editorial Catarata, que incluye aportaciones de José Antonio Zarzalejos, Ofa Bezunartea, Felipe Juaristi, Aurora Intxausti, Manu Montero y Jesús Loza, entre otros. Es el colofón al seminario del mismo tema celebrado en noviembre por la Fundación Buesa. Allí están los que se fueron para respirar libremente. Los que arrastraron su asombro por España. «El primer día en Madrid vi un coche de la Guardia Civil aparcado y vacío debajo de casa. No podía creerlo. Miraba a los lados. Ningún Cuerpo de Policía habría hecho algo así en el País Vasco».
Cuando Paloma Díaz-Mas se jubiló, volvió a Vitoria. Cuenta que disfruta de sus parques, de las amplias avenidas, de sus gentes. Sólo a veces le viene a la cabeza que «muchos de los que en los años 90 formaron parte de esa red de delatores, probablemente siguen aquí, en este entorno idílico, anónimos e impunes».
Yo añadiría que hasta orgullosos.

Dedicado a estos chivatos
¿Os acordáis de Kojon Prieto Y Los Huajolotes?:
Y como bien cantaba Kontuz-Hi 
en los conciertos que daba por aquí: 
"Txibato, los días que te quedan 
son una cuenta atrás"
Pues para estos delatores (vulgo, chivatos):

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