Mercado de ajos
Pocos días después de la subasta de
las barracas tiene lugar en la Casa de Misericordia la de las casetas
para la venta de ajos.
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Año 1965. Eran tiempos en que la plaza de las Recoletas se llenaba de horcas de ajos |
Una de las cosas más típicas de los
Sanfermines es el mercado de ajos en la plaza de las Recoletas. Tanto
nombre y tradición ha adquirido este mercadillo, que el título de
la plaza ha sido y es con frecuencia, sobre todo por las Fiestas,
sustituido por el de «plaza de los ajos».
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Año 1981. Conforme va disminuyendo el mercado de los ajos se incrementa la venta, en la plaza de las Recoletas, de objetos exóticos, cassettes, discos, trabajos en piel y piezas de arte africano. (Foto José Luis Nobel). |
En el siglo pasado (XIX) este mercado
carecía de la importancia que alcanzó en el presente. En 1887, como
ejemplo, en fiestas sólo se instalaron dos casetas en el entonces
Paseo de Valencia para la venta de ajos y cerámica de Lumbier.
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Cuatro que han venido a pasar un día en los Sanfermines. (Foto José Luis Nobel) |
Es curioso que el ajo, liliácea
originaria de las estepas del Asia Central, el más importante
remedio-condimento, haya adquirido en nuestra Ribera -siendo los más
famosos los de Falces y Corella- una categoría y una clase
apreciadísima.
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Año 1968. Bonita perspectiva de las casetas de venta de ajos. (Foto Zubieta y Retegui) |
No saben nuestros riberos que los bulbos que cultivan
tan afanosamente, fueron citados y estudiados por los naturalistas y
médicos de la antigüedad, y que los hebreos del Exodo lamentaron
profundamente abandonar el ajo como uno de los más preciados bienes
que dejaron en Egipto, y desconocen también que en la última Guerra
Mundial los soldados rusos llevaban en las mochilas ajos para
aplicarlos machacados en las heridas por su acción antibiótica a
distancia.
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Souvenir sanferminero (Fotos José Luis Nobel) |
En el presente siglo la venta de horcas
de ajos fue adquiriendo, poco a poco, tal incremento, que
posiblemente sea el recuerdo que con más frecuencia se llevan los
forasteros de nuestra ciudad. Ante aquella demanda del producto y de
los vendedores, la Meca se vio obligada a ampliar el número de
casetas, que llegaron a alcanzar hasta más de cuarenta, si bien
hemos de reconocer que también se instalaban los alfareros de
Villava que, para promocionar sus mercancías, enseñaban a beber en
rallo o botijo a toda persona que se acercaba al chamizo de venta, en
donde se podían comprar también huchas, pucheros y cazuelas de
barro.
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Souvenir sanferminero (Fotos José Luis Nobel) |
En estos últimos años las casetas de
ajos han disminuido hasta ocho, pero el espacio de la plaza que queda
libre se ve ocupada por un nuevo mercadillo de cassettes, baratijas
exóticas, repujados y trabajos africanos.
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Todos saben que el ajo es imprescindible para condimentar ciertos platos, pero pocos
son capaces de hacer con él una artística fotografía como ésta de Pío Guerendiáin |
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