lunes, 23 de marzo de 2020

Churrerías en Pamplona (J.J. Arazuri)

Impresionante fotografía del interior de la churrería de «La Mañueta» en el
momento que extraen de la caldera una rosca de churros. Foto Pío Guerendiáin
La castiza churrería de la Mañueta continúa en la actualidad con la estima que se ganaron durante décadas de trabajo y honradez. La churrería  lleva en el mismo sitio 130 años. Y Pío Guerendiáin (pincha) la viene retratando más de 50. Sólo así se puede conseguir que algunos creamos que estamos en La Fragua de Vulcano.

Año 1895-1900.—Un churrero sacando del caldero con el aceite hirviendo una gruesa rosca 
de churros. Al fondo se ven varias casas del Ensanche, hoy llamado «Viejo», en construcción.
También se ven varias señoras a la moda de aquella época, con las faldas hasta el suelo
El dato más antiguo que hemos conseguido es del año 1865. En aquel tiempo, en la «Bajada de San Agustín» (como así se llamaba entonces a la actual calle de «Javier [San Francisco]»), en la casa número 4, se estableció un tal José María Ruiz. También en el mismo año, Faustino Zaragoza hizo lo propio en la casa número 38 de la calle de San Gregorio. El título de ambas tiendas era el de «ROSQUILLEROS Y BUÑOLEROS», aunque algunos días de la semana elaboraban también churros. 
Pero antes, ya desde finales del siglo XVIII y principios del XIX, se comienzan a ver algunas barracas en el Salón Viejo de la Taconera (hoy Paseo Sarasate) y a instalarse algún puesto modesto de churros en el día de San Juan. 
Ahora bien, la pequeña historia de las churrerías en Pamplona se inicia hace 121 años con la primera churrería de prestigio y calidad que, además, ha llegado hasta nuestros días.

La Mañueta
La Mañueta Pío Guerendiáin, años 70
El 13 de diciembre de 1872, llegó procedente de Cintruénigo, Juan Fernández con su esposa instalando una churrería en el número 13 de la calle Curia. Unos años más tarde, en 1890, se trasladaron a la calle Mañueta, en donde continúan en la actualidad. A Juan, fundador de «La Mañueta», le sustituyó su hijo Elías y su esposa doña Fausta, a éstos le sucedieron su hija Paulina y su esposo don José Elizalde. 
La castiza churrería continúa en la actualidad con la estima que ganaron durante 121 años de trabajo y honradez, manteniéndola con un grupo formado por los padres e hijos, todos licenciados universitarios, con el orgullo de sustentar el prestigio que consiguiera aquel cirbonero con su esposa y sus sucesores, alcanzando tan alta estima. 
Eran tiempos en que la docena de churros, bien grandes y gruesos, se vendía la docena a 30 céntimos y la rosca entera a 1 peseta. 
Año 1914.-Animación en las ferias después del Encierro. Era el momento de comer churros
y tomarse una o más copas de anís. Algunos soldados, vestidos con traje de verano. Se ve, 
y se puede leer, el letrero de «Antigua churrería de la Calle Mañueta». Foto Vicente Istúriz
En estos últimos años «La Mañueta» abre los domingos y días festivos desde octubre hasta mediados de diciembre. Después cierran hasta la primavera en que se abre domingos y días festivos hasta después de Sanfermines.

La Estrella
Inge Morath 1954 Calle Eslava letrero -estrella de 12 puntas (mitad 
de la imagen, arriba)- de la Churrería La Estrella (pincha)
Pocos años más tarde, en 1876, se empadronaron en Pamplona, procedentes de la Rioja, un matrimonio compuesto por Gaspar Roa (¡entrañable Joaquín!) y su esposa Inés. Pronto se instalaron en una casa en la Belena de las Pellejerías comprendida entre la entonces calle de Pellejería y la calle Mayor, en sus números pares. Tres años más tarde, al Ayuntamiento decidió ensanchar las Belenas y en 1879 mandó derribar las casas del lado izquierdo, según se mira desde la Plaza de San Francisco hacia la calle de los Descalzos. Cuando llegó el 10 de marzo de 1883 se aprobó hacer desaparecer los títulos de las belenas y dar a la nueva vía el nombre de Don Hilarión Eslava.
Familia Roa en las barracas primer Ensanche, junto a la Ciudadela SF 1920-29
Aquel matrimonio riojano se estableció instalando una churrería en la planta de su casa, poniéndole el pomposo y bonito título de «La Estrella». En los primeros años, Inés le ayudaba en la churrería, pero pronto fueron adquiriendo renombre y clientela suficiente para precisar algún empleado. Pronto «La Estrella» y «La Mañueta» fueron, hasta hace poco tiempo, las más renombradas en nuestra ciudad.

Año 1912.-Las ferias en el Ensanche Viejo. Un churrero, con el
tejeringo, inyecta la pasta que, frita, se convertirá en sabrosos churros
La Juliana 
Después de la Guerra Carlista, en donde hoy está la calle del General Chinchilla, se instalaron aproximadamente una docena de modestas barracas, entre las cuales destacaba la llamada «Churrería de la Juliana». Con el tiempo, la buena de la Juliana prosperó y trasladó su negocio a la calle Comedias, y el 13 de junio del año 1900 volvió a llevar la churrería a la casa número 20-22 de la calle de San Nicolás.

Año 1912.-Después de inyectar la pasta es preciso desarmar el tejeringo, limpiarlo bien
y rellenarlo con pasta recién hecha para continuar friendo roscas de churros.
 En las horas de mucha demanda, el caldero de aceite no debe estar sin freír
Churrería de Garjón y Ros 
En 1882, Lorenzo Garjón y Ros tenían una churrería estable en la Cuesta del Palacio, aunque hay datos de que ya montaban, desde hacía años, una churrería en las Barracas por las fiestas de San Fermín.

Churrería de Balbino 
Año 1902.-Churrerías,  por fiestas, en el Ensanche Viejo, frente a la Ciudadela.
A la izquierda la caseta de «La Mañueta». A la derecha está la churrería
de Balbino con el letrero de: «Churrería Balbino de la Calle Zapatería»
Cuando piensa uno que tiene todo completo, salta la liebre en una foto antigua que posteriormente se extiende a dos. La sorpresa fue al leer en la parte posterior de una foto de 1907, el siguiente texto: «Churrería de la Zapatería» (la de Balbino), y en otra foto de 1902, pude descifrar con paciencia y lupa de gran aumento, este otro texto: «Churrería Balbino de la calle Zapatería». Así, sin revolver ningún Archivo, dí con pruebas seguras de que a principios del presente siglo existió un churrero que se llamaba Balbino, que tenía una churrería en Zapatería y que por lo menos le duro el negocio del año 1902 a 1907, ambos inclusive.
Año 1907.-Parte posterior de la churrería de Balbino, el de la calle Zapatería
Las churrerías a principios del siglo XX 
Año 1916.—Varios churreros friendo roscas. Foto Roldán
Aquellos tiempos no cambiaban, la mayoría existentes en Pamplona, cuando llegaban las fiestas, instalaban churrerías en las Barracas. Después de los fuegos artificiales, todos a las Barracas. En aquellos años la mayoría de los churreros instalaban, detrás de la churrería, toldos para prevenir posibles borrascas o tormentas que con tanta facilidad se desencadenaban. También colocaban veladores y sillas plegables, en las que servían con los churros, copitas o vasos de anís, entonces el licor que más se bebía. Eran tiempos que por una peseta se servía una rosca de aquellos gruesos churros.
Año 1918-1920.-Como todos los días después del encierro, los churreros trabajaban
activamente hasta media mañana, las mujeres con sus manguitos limpios,
cortando y sirviendo docenas y más docenas de churros. Foto Luis Rouzaut
Después de los años veinte de nuestro siglo, iban cambiando las churrerías: en lógica competencia, restauraban y repintaban sus casetas, instalaban esferas recubiertas de espejos de colores, algunas, además de los manguitos blancos y limpios que usaban siempre, hasta se ponían impolutos gorros albos; más tarde aparecieron los megáfonos, la profusa iluminacion, las patatas fritas, se suspendió la venta del anís, desaparecieron los veladores, los hornos de piedra o ladrillo en los que se freían en aceite hirviendo aquellas roscas, que el sufrido churrero inyectaba con el tejeringo, mientras soportaba con resignación el insoportable calor del aceite. Igualmente desapareció aquel Ensanche Viejo terroso, sin términos medios, o se asaban por el calor bochornoso o por el viento violento se llenaban de polvo, o si llovía el lodazal cubría el suelo y si había calma, el ambiente se llenaba de olor a aceitazo frito.

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