Una mañana, no recuerdo de qué mes ni
año, aunque estoy seguro de que era allá por los años veinte, un
escalatorres ascendió —vestido de blanco, con una calavera y dos
tibias negras bordadas en el pecho— hasta el vértice de la
pirámide que durante muchos años coronó la torre de la parroquia
de San Lorenzo. Hasta el rosetón de la fachada ascendió trepando
por un lateral de la portada hasta alcanzar la crucecita (mueve la imagen) que la
corona. De allí al rosetón no tuvo ninguna dificultad. Una vez
llegado a éste, remontó hasta la torre utilizando una gruesa maroma
que previamente se había descolgado desde la torre. Recuerdo que a
los niños nos defraudó mucho aquella forma de escalar, ya que
nuestra fantasía nos hacía imaginar que aquellos hombres reptaban
por las paredes verticales igual que las lagartijas. Sin embargo, nos
entusiasmó el verle subir por la cuerda como los monos, izándose
con los brazos y ayudándose con los pies, con los que se apoyaba
metiendo la cuerda entre los dedos. Llegando al campanario abandonó
la cuerda y subió por sus propios medios hasta el pináculo de la
torre.
Línea blanca: subida; roja, bajada. Números 1 y 2, lugares aproximados de las dos fotos |
Poco tiempo después, el día 11 de
julio de 1929 tuvo lugar la ascensión de un tal Néstor López por
la fachada de la casa del Iruña en la Plaza del Castillo, edificio
que ostenta el número 44 de la misma, consiguiendo alcanzar la parte
más alta que corona el frontis de la bonita construcción de 1887
llamada antiguamente «casa del Crédito». Aquel escalatorres
ascendió limpiamente aprovechando las molduras, adornos y balcones
del frontispicio. En la parte más alta de la fachada ejecutó varios
ejercicios de equilibrio, simulando varias veces una fatal caída, y
consiguiendo, sobre todo, que las mujeres lanzasen chillos de
espanto.
11 de julio de 1929. Néstor López, escalando la casa del Iruña entre el segundo y tercer piso de su arriesgada ascensión |
El descenso lo ejecutó por la fachada de la casa contigua
que hace esquina con la calle de la Chapitela. A la altura del cuarto
piso de este edificio, se había colocado previamente una maroma
sujeta en uno de los balcones de esta casa, y el otro extremo, en
otro del Hotel La Perla. El paso por la cuerda, de un lado a otro de
la Chapitela, fue muy emocionante por los ejercicios que realizó
colgado, incluso hasta con una sola pierna, momento que recoge una de
las fotografías que publicamos, la cual sirve también para
constatar el gentío que contempló el espectáculo, naturalmente "a
precio de novena" (gratis), aunque, según se dijo, el público se mostró muy
espléndido cuando se pasó la bandeja.
A los mocetes nos entusiasmó mucho la
proeza, jugando durante muchos días a escalar toda clase de puertas
y ventanas.
***
Treinta años después, en 1959, viví con 9 años la fuerte experiencia de ver a un escalatorres subir a la Catedral y hacer diabluras encima de la bola de la punta. Si os apetece, pinchad en:
Cierre de edición
Cuando ya había publicado la entrada, me he dado cuenta de que al bueno de Arazuri la memoria le ha jugado una mala pasada: el pantalón del escalatorres en la maroma es mucho más oscuro que el de Néstor López del 11 de julio de 1929. A no ser que el escalatorres sea también mago, se trata de dos artistas distintos y en fechas distintas.
La hemeroteca de DN nos echa una mano y nos proporciona la última foto como prueba definitiva:
La hemeroteca de DN nos echa una mano y nos proporciona la última foto como prueba definitiva:
19/05/1931 (martes) El domingo pasado
(día 17) ...ofreció al mediodía en la plaza del Castillo
el escalatorres alemán Becker, que sin poetizar se
encaramó por la casa del Casino y en ella hizo admirablamente de
gato, dicho sea en el sentido más ágil y seguro del vocablo. Y
después de esto música, paseo y vuelta al ruedo a cargo del
escalatorres y su familia para recoger los consiguientes donativos.
Entrada actualizada en Los escalatorres de Arazuri eran tres
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