miércoles, 21 de abril de 2021

"Bajada de Carnicerías", pura Pamplona

De todo lo que he leído de Arazuri, esta descripción que hace del ambiente de la Bajada de Carnicerías y del Mercado es, a mi juicio, la que tiene una mayor calidad literaria. Ambiente pamplonés en estado puro, el mismo que captó con su cámara Inge Morath y supo llevar a sus partituras Manuel Turrillas.
Revisión de los productos junto al Zacatín. Galle, 24 diciembre de 1930
BAJADA DE CARNICERIAS (J.J. Arazuri)
Hasta 1954 en que se derribaron varias casas situadas entre la plaza Consistorial y el Mercado para abrir la nueva plaza llamada de los Burgos, la estrecha calleja existente entre la plaza de la Ciudad y la del Mercado, se llamó desde tiempo inmemorial Bajada de Carnicerías. 
Su origen data de 1565, en que el Ayuntamiento compró una huerta detrás de la Casa de la Ciudad a un tal Antón de Caparroso para instalar las Carnicerías. 
Detrás, Bajada de Carnicerías (I.M.)
Personalmente lamento haya desaparecido aquella castiza y angosta rúa sin circulación y con rebosante personalidad. Cual moneda de uso corriente, según las horas del día, presentaba dos facetas distintas y opuestas. 
El colorido matutino era típicamente invariable: innumerables mujeres de toda clase social con abigarrados ropajes camino de la compra; amas de casa pobres y modestas, ricas y encopetadas con las sirvientas portando aquellas inmensas cestas de dos tapas; muchachas de servicio con la cesta en un brazo y la lechera o huevera en la mano contraria, solas o acompañadas por el moscón de turno; aldeanas cubiertas con sendos pañuelos chillones y arropadas con mantones de indefinidos colores, llevando grandes garrafas de leche; montañesas intentando vender el saco de carbón vegetal afanosamente elaborado en el Pirineo y trabajosamente transportado a la capital; rústicos cuencos cargados de corderos y aves; fajeros distribuyendo bastimentos; fruteras y revendedoras resabiadas por los años de trato y regateo, y hortelanos de la Magdalena y Rochapea afanados en el transporte de grandes espuertas repletas de sabrosas verduras de sus ubérrimas huertas, compitiendo con los de Huarte-Pamplona, que siempre llevaron buena fama sobre todo sus cebollas, de donde les vino aquello de: 
En Pamplona, buena gente; 
en Burlada, campaneros; 
en Villava, traperos 
y en Huarte, cebolleros
Detrás, Bajada de Carnicerías (I.M.)
Por la puerta del mercado desfilaban carniceros y pescateros, así como pescadores rurales que traían a vender anguilas, barbos y madrillas; las recarderas, o revendedoras de frutas y hortalizas; las humildes, por no decir paupérrimas, vendedoras de achicorias de campo, berros, cangrejos, setas, ranas y arañones, en aquellos tiempos en que el anís de pacharán sólo se elaboraba para combatir el dolor de tripas; las gitanas, más o menos sucias y jacarandosas, intentando vender las cestas graciosamente elaboradas por sus habilidosas manos, y las flores de papel que terminaban adornando el comedor de los horteras; las vendedoras de peines y peinetas, de coplas y chucherías entraban también en la categoría de pobres negocios, ya que nunca un capital social de veinte reales repartió muchos dividendos. 
Todas las mañanas, arremangadas y frescachonas, con el delantal recogido y provocativos contoneos, desfilaban las tripicalleras, mondongueras, tocineras y pescateras. Tampoco faltaban los chorchis, que con sus uniformes daban colorido al ambiente, mientras, como las moscas a la miel, acudían al dulzor de las opulentas chachas. 
Entretanto los calendarios zaragozanos se voceaban a la puerta del mercado, los mendigos procuraban obtener algunos céntimos, y raterillos intentaba «ganar» el pan nuestro de cada día. 
Inge Morath 1954
La visión vespertina era completamente distinta: el bullicio se convertía en tranquilidad próxima a la soledad. Sólo unas pocas beatas descendían con pasitos cortos y silenciosos al rosario de los Dominicos; algunos rochapeanos buscaban el alcorce de la cuesta camino de la plaza Consistorial; los perros y alguna que otra persona apremiada, aprovechaban el aislamiento para mojar paredes y suelos. La tarde empalmaba con la noche bajo un espeso silencio, sólo roto por los casi lejanos ruidos procedentes de la plaza del Ayuntamiento y calle de Santo Domingo, y por la presencia vacilante de algún borracho que desde Casa Marceliano, con su cirrión a cuestas, intentaba coronar a duras penas la cumbre de la Bajada de Carnicerías.
***
Precisamente en los Sanfermines de 1954 (ya con la calleja abierta a lo que luego fue la Plaza de los Burgos) estuvo Inge Morath retratando el ambiente. En este vídeo vais a ver unas cuantas imágenes que expresan muy atinadamente lo que nos acaba de contar Arazuri. Es como si José Joaquín hubiera visto las fotos de Inge, o como si ésta hubiera leído la descripción de aquel. Y de fondo, la música de Turrillas. Disfrutadlo:
Aunque la moto de Google no se atrevió con las escaleras de la Bajada de Carnicerías, puedes recorrerla casi completa, primero desde la Plaza Consistorial y luego desde la de Santiago.
La calle, si te fijas, no tiene nombre. No estaría nada mal recuperar el "de toda la vida": Bajada de Carnicerías.

2 comentarios:

Pérez de Zabalza dijo...

Pachi , precioso el articulo de Arturo y el video una joya

Pérez de Zabalza dijo...

El articulo de Arazuri