Txapote sigue chapoteando en el chapapote moral de Bildu-HB-ETA.
Blanco, Múgica, Ordóñez, Buesa... Con ese historial a sus espaldas, Marlaska lo acaba de acercar sin especificar, siquiera, si ha mostrado arrepentimiento por tantas salvajadas cometidas.
Hay quienes ya no pueden recibir a los suyos Marcos Sánchez
La duda estriba en a qué se debe todavía la consideración de la izquierda abertzale de que quien mató o ayudó a ello merece el aplauso social
No pasará nada si a los miembros de la Manada, cuando salgan de la cárcel después de completar su condena, les reciben en sus barrios decenas de personas. Cientos incluso. Les aplauden. Alguien les interpreta un baile autóctono en abrigo. Les dedican un pasillo enarbolando banderas y realmente da igual de qué banderas se trate, pero inevitablemente la escenografía hará pensar a no poca gente externa que quizás ese símbolo de tela ampara lo que cometieron.
No pasará nada malo si todo esto ocurre y quienes consideren lo contrario estarán “generando una percepción sobre una realidad que no es tal”. Quienes critiquen algo así, si encima les da por que en los ayuntamientos se aprueben mociones en contra, tratarán de “sobredimensionar” el hecho de que ciudadanos de un determinado municipio “reciban a un convecino que ha cumplido íntegramente la condena impuesta durante largos años”.
De llevarse a cabo, un recibimiento a los integrantes de la Manada constituirá un “acto humano” y una “muestra de cariño” que “en ningún caso” pretenderá “soliviantar ni revictimizar” a la joven que sufrió su violación grupal en los Sanfermines pamploneses de hace cinco años. “Ni directa, ni indirectamente”.
Lo dicho: no pasará nada.
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Mientras tanto, hay quienes ya no podrán nunca recibir a los suyos. Personas a las que incluso se les pretende cuestionar el derecho a sentirse incómodas cuando los asesinos de sus asesinados y secuestradores de sus secuestrados son trasladados a cárceles próximas a sus domicilios o retornan a la calle entre vítores. El derecho mínimo a sentirse mal, intercambiado por el castigo a ser víctimas otra vez.
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