lunes, 4 de agosto de 2025

Rosalía, viuda de Paco Casanova (DN)

De pie en el salón de su casa de Tudela, Rosalía Sainz-Aja mira por la ventana. Tras ella, en la pared, el retrato de su marido, Francisco Casanova. Foto Blanca Aldanondo
Rosalía Sainz-Aja, viuda de Francisco Casanova, asesinado por ETA hace 25 años: "Mis hijos me dieron la fuerza para seguir"
El miércoles 9 de agosto de 2000, a las tres y cuarto de la tarde, los terroristas de ETA asesinaron a su marido, el subteniente del Ejército Francisco Casanova, cuando llegó a su casa de Berriozar en coche para comer, sobre las 15.15 horas. Rosalía Sainz-Aja se quedó viuda con 40 años y dos hijos de 13 y 6 años, Javier y Laura, con los que se fue a vivir a Tudela
Beatriz Arnedo DN 03/08/2025
La banda terrorista ETA asesinó en el año 2000 a 23 personas. Ese año, a finales de julio, Rosalía Sainz-Aja asistió en Pamplona a una concentración en condena de uno de esos atentados. No podía imaginar que pocos días después, el 9 de agosto, los terroristas Alberto Viedma y Mikel Javier Ayensa asesinarían a su marido, el militar navarro Francisco Casanova Vicente, en el garaje de su casa cuando volvía en coche de trabajar. Ayensa le disparó desde la ventanilla trasera izquierda del vehículo, mientras Viedma vigilaba. Murió en el acto. Ella se quedó viuda con 40 años y sus hijos Javier y Laura, que tenían 13 y 6 años, sin padre. La familia vivía en Berriozar, ya que Casanova, subteniente del Ejército, de 46 años, trabajaba en el Acuartelamiento de Aizoáin. “¿Qué puedo decir? Lo que han hecho está a la vista”, fue la única frase que ella pudo pronunciar públicamente ese día. Decidió trasladarse con sus hijos a Tudela, ciudad en la que reside desde entonces. En el salón de su casa, donde Sainz-Aja atendió a Diario de Navarra, hay numerosas fotografías familiares, y en un lugar destacado está la de su marido.

¿Cómo era Francisco Casanova?
Mi suegro tenía Alegre de segundo apellido (recuerda sonriendo) y así era él, muy alegre. La verdad es que no se enfadaba nunca. Cuando trabajaba en el Acuartelamiento, en los años en los que todavía existía la mili, si iba alguno del pueblo le decían “cuídame bien al chico” y sabían que lo haría. Estaba siempre dispuesto a ayudar. Era muy buena persona.

¿Él quiso siempre ser militar?
Él hizo la mili en Melilla. ¡Hijo único y le tocó tan lejos! Luego se quiso quedar en el Ejército, se preparó, estuvo en la academia y el despacho se lo dieron en Talarn, en Lérida. Fue a trabajar al Acuartelamiento de Aizoáin, en el Ejército de Tierra.

¿Es cierto que empezó Derecho?
Él estudió Graduado Social, lo hizo a distancia, y también detective privado. Luego sí, empezó Derecho, pero ya estábamos casados y teníamos al hijo, a Javier, que era muy pequeño. Él necesitaba mucha concentración y cuando estaba en el cuarto estudiando, Javier le llamaba a la puerta gritando “¡Papá, papá!” (sonríe recordando). Al final, decidió aparcarlo. La verdad es que le gustaba mucho estudiar y leer, era una persona culta que quería superarse y tener más conocimientos, pero estaba contento en el Acuartelamiento como militar.

En aquellos años, ¿era complicado ser militar y vivir en Berriozar?
Nosotros nos casamos en 1984 y estuvimos desde entonces viviendo juntos allí. Yo nunca sentí miedo, pero es verdad que ha sido un pueblo, y sigue siendo, donde, además de muy buenas personas, hay batasuneros, proetarras y había etarras. Sin embargo, viví más o menos tranquila con los hijos esos años. No sé si en algún momento él sí tuvo ese temor, pero a la familia no se lo decía. Eso lo he pensado muchas veces, que él pudo sentirlo, pero por no preocuparnos se llevase todo consigo.

¿En su día a día tenían que ocultar que él era militar?
No, él no lo ocultaba. Él iba a trabajar en coche, pero también andando, porque vivíamos muy cerca del Acuartelamiento. Sí que tenías que tener un poco de precaución y él la tenía, porque en esa época todos los militares, guardias civiles… tenían que andar con más cuidado, ya que ETA estaba ahí. Pero yo no percibí esa sensación de vivir con miedo en aquella época.

El 9 de agosto de 2000 era miércoles. ¿Empezó como un día normal?
Sí. Como era verano, él trabajaba de ocho de la mañana a tres de la tarde. Nosotros estábamos esperándole para comer. Llegó, abrió la puerta del garaje y cuando metió el coche alguien le estaba esperando, está claro. Yo oí unos disparos, aunque en ese momento no sabía que eran disparos. Parecían como unos globos que explotaban fuerte fuerte. Y ahí ya se desarrolló todo. Sales corriendo, no sabes qué ocurre, pero ves que algo ha pasado… Le dispararon prácticamente a bocajarro, porque para meterse en el garaje y dispararle directamente… (Los disparos) fueron mortales… Eso es lo que ocurrió en un momento.

Avisaron entonces…
Es que estás fatal, porque no sabes qué ha pasado, pides auxilio… De todo eso ya no me acuerdo mucho, porque fue todo tan… No sé cómo explicarlo. No sé ni cuándo vino la policía ni nada porque fue todo un shock. Yo me asomaba por otra puerta pequeña del garaje y… te das cuenta de lo que ha pasado.

Sus hijos estaban allá
Sí, pero estaban dentro. Salí corriendo, pidiendo ayuda, empezó a llegar gente, los vecinos... Ellos (los terroristas) salieron huyendo rápidamente.
Rosalía Sáinz-Aja recuerda cómo vivió el atentado contra su marido, Francisco Casanova, y cómo tuvo que salir adelante. Blanca Aldanondo

Hubo vecinos de Berriozar que fueron a su casa a arroparles, ¿Socialmente hubo un antes y un después en la localidad?
Yo creo que sí. En Berriozar, a raíz del atentado de mi marido se creó un grupo que se llama Vecinos de Paz, la voz más visible es Maribel Vals, y desde entonces sigue existiendo y está apoyando mucho a las víctimas del terrorismo, no solo a mí.

Hubo además un vuelco político, con la moción de censura de PSN, IU y CDN contra José Manuel Goldaracena, de EH (grupo en el que estaban los que integraron Herri Batasuna), lo que dio la alcaldía al socialista Benito Ríos.
Hubo un vuelco, sí, es verdad, pero ahora siguen estando ellos otra vez (en referencia a EH Bildu).

Hace 25 años, cuando tuvo lugar el atentado, todo Castejón, la localidad de su marido, salió a la calle.
Sí, mis suegros además eran muy conocidos allí. Fue el funeral y lo llevamos a Castejón a enterrar. El pueblo se volcó.

¿Por eso usted sacó fuerzas y fue a la manifestación que se celebró en la localidad?
Sí, porque yo me sentía obligada. Si toda la gente venía a apoyarme, yo era la primera que tenía que estar ahí, como estuve también en la que tuvo lugar en Pamplona.

¿Le ayudó ver tanto apoyo?
Te ayuda en el sentido de que ves que la gente te apoya, aunque luego el día a día lo tiene que vivir cada uno. Yo he ido a otras manifestaciones, pero al final el que tiene el sufrimiento es la persona a la que le ha tocado más directamente, aunque los demás intentemos solidarizarnos.

¿Cómo fue el día siguiente, cómo fueron los días siguientes al atentado?
La verdad es que lo vives como si estuvieras en una película, porque no te lo quieres creer. ¿Cómo ha podido pasar esto? Sin embargo, te tienes que dar de bruces con la realidad. Esto es lo que hay y no hay más. Yo ya no podía seguir viviendo en Berriozar, no me podía quedar allí. Era agosto y empezaba en septiembre el colegio, por lo que tenía que tomar una decisión y decidí venir con mis hijos a vivir a Tudela, al principio a casa de mi hermana. En Tudela seguimos, y yo contenta de haber venido.

Tenía dos hijos pequeños, ¿se sintió arropada por las instituciones, tuvo ayudas?
Sí que nos echaron una mano, sobre todo en la cuestión de papeleos, porque en ese momento no sabes qué hacer, a quién acudir ni nada. Me sentí arropada. En cuanto a las ayudas, recibimos lo que nos correspondía. Otra cosa fue ver si cogían o no a los terroristas, en eso se pasa mal.

Tras un tortuoso proceso, al final se juzgó a los autores del atentado.
Sí y con bastante suerte, porque al principio no se sabía nada. Antes, si transcurrido un plazo no había ninguna pista, igual paralizaban el expediente. Creo que eran 24 meses. Cuando iba a hacer casi dos años, me avisaron de que los habían cogido.

¿Le ayuda saber que los autores del crimen fueron juzgados y condenados?
El sufrimiento lo tienes igual, pero es verdad que tengo la satisfacción que no tienen otras víctimas. Me da una pena enorme ver que hay víctimas a las que han asesinado a sus personas queridas, padres, maridos... y esté por descubrir quiénes fueron. Es terrible ver, como ocurre con los policías asesinados en Sangüesa, que se podría cerrar el caso y los que lo hicieron quedar impunes. En mi caso, por lo menos los cogieron, en eso te quedas tranquila, aunque no han cumplido la pena que se merecían, porque nunca es suficiente.

Cada 9 de agosto, Rosalía Sáinz-Aja vuelve a Berriozar al homenaje a su marido, Francisco Casanova, asesinado por ETA hace 25 años Blanca Aldanondo

Rosalía Sainz-Aja, viuda del subteniente del Ejército Francisco Casanova, durante la entrevista, en su casa de Tudela Blanca Aldanondo
¿Qué le ha dado fuerzas para seguir?
Primero, mis hijos, que eran pequeños. Tienes que seguir adelante sí o sí, no hay otra alternativa. Con el fin de que los que están alrededor no sufran demasiado, intentas hacerte la fuerte para seguir adelante.

¿Sus hijos cómo lo han llevado?
Les ha afectado, pero la vida continúa, no te queda otra. Al venir a Tudela empezamos una nueva vida. No te quieres quedar estancada en el pasado, porque no sirve de nada y no quieres sufrir más.

¿Necesitó ayuda psicológica?
Sí. Yo tenía mis dudas, aunque seguro que me ayudó a sobrellevarlo, pero tiene que ser una misma la que diga ‘esto ha pasado’, ver la realidad y seguir adelante como puedas. Luego hay días mejores, días peores...

Patxi Paz (paraguas) y Daniel Cuesta
(manitas),colocando por 2ª vez la placa
¿Es cierto que los familiares no quisieron que hubiera una placa en Berriozar donde tuvo lugar el atentado como dijo el Ayuntamiento?
No, no, eso es mentira. Vecinos de Paz de Berriozar fueron los que lo sacaron adelante, quisieron poner una placa, pese a que el Ayuntamiento no estaba de acuerdo. Ellos la compraron y la colocaron en la parte de atrás de una señal de tráfico.

Ese grupo de vecinos de Berriozar nunca le ha soltado y cada año, el 9 de agosto, organiza un homenaje a su marido. ¿Le resulta duro volver ese día a la localidad?
Cuando llegan estas fechas me pongo nerviosa, porque es volver a recordarlo todo. A veces dices, me gustaría desconectar, pero no puedes, porque es algo que ha pasado y lo hago por mi marido y por lo agradecida que me siento hacia Vecinos de Paz por su apoyo y el que dan a todas las víctimas. Por eso, todos los años vuelvo.

“Qué pena todo lo que mi marido no ha podido vivir estos años”
Francisco Casanova Vicente, "Paco" para sus amigos, nació en 1954 en Igea (La Rioja), pero vivió siempre en Navarra. Su familia se trasladó a Castejón cuando él tenía unos dos años de edad, por el trabajo de su padre, que era ferroviario. Rosalía Sainz-Aja Sainz-Maza (Espinosa de los Monteros, Burgos, 1960) vivió en Castejón desde los 6 años. Sus padres, que tenían ganadería de vacas y vendían leche, habían decidido salir de su localidad para que sus hijas tuvieran más oportunidades. Ella tenía 19 años y él 25 cuando se conocieron. Se casaron en 1984 y vivían en Berriozar con sus dos hijos, Javier y Laura. Él trabajaba en el Acuartelamiento de Aizoáin, en las oficinas. Subteniente, era asesor del mando y, entre otras labores, se ocupaba de los test para aspirantes a soldado y algunas relaciones con la prensa.

El pasado 14 de julio, en el homenaje al concejal de UPN José Javier Múgica, asesinado por ETA en Leitza en 2001, uno de sus amigos, Silvestre Zubitur, decía que se habían cumplido 24 “largos y cortos años”, por el tiempo transcurrido y lo rápido que ha pasado. ¿Lo siente así 25 años después del asesinato de su marido?
Es que por una parte es mucho tiempo. Piensas en todo lo que ha dejado de vivir, porque era una persona joven, con 46 años, y eso te da mucha pena. Pero no hay otra realidad más que esta. Te resignas.

¿Cómo es su vida ahora?
Desde que vine a Tudela me siento a gusto. Es otro ambiente al que había por allí. Llevo una vida tranquila, no hago nada del otro mundo. Me gusta el mundo de la jota y me apunté a la escuela de jotas, voy a ensayar, cantamos...

Ha ganado más de un premio
(Se ríe) Eso ya no lo cuento mucho, porque soy muy muy amateur. Mi hija es jotera y mi marido era jotero.

Cantaba en el grupo Ecos de Navarra, allí en Berriozar
Sí, sí. Cantaban la misa navarra o iban a bodas. Por cierto, han pasado años, pero el otro día voy a Pamplona y me paró un matrimonio. Ella me reconoció. “¿Tú eras la mujer de...?”. Le digo sí, yo a ella no la conocía. “Tu marido vino a cantar a nuestra boda”, me dijo. Fue el mismo año del atentado, unos meses antes. Me contó que en las fotos de aquel día allí estaba. Me sorprendió que después de tantos años nos recordara y que me parara para decírmelo.

¿Hay algo que quiera añadir?
Sí, que a pesar de que hay gente muy mala que ha matado solo por matar, porque todos eran inocentes y no había motivo alguno para matar a nadie, luego ves a toda esa gente buena que siempre te apoya y te da una palabra de aliento, como esta persona que me paró en Sanfermines y me dijo que se alegraba de saludarme. Te das cuenta de que también esa gente merece la pena, cosa que los otros no.

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