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Félix Agustí y Esther Martínez, en la ceremonia en la capilla de la prisión de Pamplona CEDIDA PASTORAL PENITENCIARIA |
La primera boda en la cárcel de Pamplona
Los contrayentes, dos reclusos. Ella salió en libertad el 28 de julio y él tiene condena hasta octubre de 2026
Pilar Fernández Larrea DN 21/08/2025
Esther y Félix se casaron el 28 de junio en la cárcel de Pamplona, en la sala de usos múltiples que se acomoda en capilla cuando el sacerdote, Javier Arbilla, celebra misa. Ha sido la primera boda en la prisión del collado de Santa Lucía en sus trece años. Ha habido alguna unión civil entre reclusos, pero en ese caso los contrayentes se trasladan al juzgado. “Quién me iba a decir que el día más feliz de mi vida lo iba a vivir en la cárcel”, concede un relato de emoción y esperanza en los márgenes de la sociedad la novia, Esther Martínez Cabestrero.
De 45 años, diseñadora gráfica y camarera desde los 16 años, salió en libertad justo un mes después, el 28 de julio, ya esposa de Félix Agustí Martín, de 50 años, y vecino de Estella, como ella. Esther cumplió cuatro meses de condena por conducir sin puntos en vigor. “Pensaba que me quedaban tres y como me habían parado antes en otro control rutinario era reincidente al volante sin puntos”, reconoce su error, aunque lamenta que la jueza no hubiera permitido suplir la pena con trabajos para la comunidad. ¿Cómo perdió todos los puntos? “Bueno, un poco de todo, por ir sin el cinturón de seguridad, por velocidad...”, admite su conducta.
Era marzo cuando pasó su primera noche en prisión, en el módulo de respeto de mujeres, con celdas abiertas, “con todo cubierto”, pero con días muy largos sin nada que hacer, sobre todo desde que acabaron los cursos y talleres en junio. Esther se reencontró en la cárcel con la que ya era su pareja desde el 26 de enero de 2021. Sonríe la fecha durante la entrevista en una cafetería de Estella, en una de tantas tardes con el termómetro desbocado de este agosto. La relación había comenzado algo antes, congeniaron cuando ella le alquiló una habitación en su piso.
Esther sueña con el día en que Felix recupere la libertad. “Que salga mi marido”, subraya la frase cono sus ojos verdes. No han sido fáciles sus caminos. Félix “salió de casa con 14 años”, pisó la cárcel con 18 como insumiso del servicio militar, ha vivido en la calle... Entresijos de biografías heridas.
Félix cumplía condena en el módulo de hombres desde abril de 2024, en su caso porque “le pillaron con droga”, resume Esther. Saldrá en octubre de 2026, aunque ella confía en que antes de esa fecha pueda ingresar en el Centro de Día Zuria y cubrir allí el resto de la pena. Él está en el módulo de hombres, donde los conflictos asoman y las celdas están cerradas. Hombres y mujeres comparten algunas actividades. Pocas. Pero como pareja tenían derecho a los bis a bis. En uno de ellos Félix le pidió matrimonio. Hablaron con el capellán, Javier Arbilla, quien al principio percibió ciertas dificultades. Insistieron, el sacerdote solicitó el preceptivo permiso al director y con ayuda de las personas voluntarias en la pastoral penitenciaria lograron organizar la boda. Acudieron al curso prematrimonial que les impartió una pareja de la pastoral, Jesús Jaurrieta y Lola Mutiloa, que luego fueron padrinos en la ceremonia.
Prepararon con escasos recursos, pero cargados de ilusión el enlace. “Estás en la cárcel, tampoco puedes hacer grandes cosas, pero fue precioso y el centro nos concedió un bis a bis añadido a los dos que tenemos al mes y de tres horas, normalmente son de hora y media”, explica Esther. La novia fue de blanco. Una compañera le dejó el vestido, otra la tiara que llevaba en el pelo, una tercera las sandalias y la mujer que lleva la peluquería de prisión peinó su melena rojiza y rizada. Pudo llevar también un ramo de flores blancas. Antes del enlace Esther disfrutó de una semana en régimen de tercer grado, tiempo que aprovechó para llevar a su ya marido el traje que tenía en casa. Félix estaba “absolutamente emocionado”, asegura la veintena de voluntarios de la pastoral que acudió a la boda. Uno de ellos, Alberto López Escuer, le dijo a Félix que quería escribir una carta y enviarla al periódico para contar su historia de amor entre rejas. Él accedió, contento con la idea que, en fin, dio pie a este reportaje. Estos son algunos de los pasajes de la carta: “Estaban felices y lo transmitían, me pareció un bello testimonio de amor. Mientras el mundo está en una guerra permanente, apostaron por el amor. En un lugar como la cárcel también puede surgir el amor verdadero... Fui testigo de las miradas enamoradas de los contrayentes antes de entrar en la capilla: ‘Qué bonita estás’, le decía él y ella le respondía: ‘Te quiero, cariño’.
Fue una ceremonia muy emocionante, donde se respiraba amor, mucho amor, un amor que no empalagaba, que ha vencido dificultades de todo tipo. Pero allí estaban delante del altar para darse el ‘Sí, quiero’. Convencidos del paso que iban a dar, querían hacerlo, se les notaba. Sus miradas eran puro amor el uno hacia el otro, esas miradas que es difícil describir con palabras, pues entran en la dimensión del sentimiento. A él se le notaba muy nervioso, ella más contenida sabía disimular los nervios, aunque a veces no lo conseguía, se deslizaban lágrimas. El momento de las alianzas o el ‘sí, quiero’ no se olvidan, se quedan en el corazón y te esponjan el alma.
Historias como las de Félix y Esther te reconcilian con la vida y te confirman que es bella, pese a muchos momentos difíciles.
¡Enhorabuena, no camináis solos!
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