martes, 19 de septiembre de 2017

Iriberri: Los cordeleros (y 3) El adiós de Juanito Elizari


Última entrega de la trilogía que en 1984 dedicó Iriberri a los cordeleros. Hoy, el adiós de Juanito Elizari, el último cordelero de la ciudad. Sigo pensando que esa estampa tan pamplonesa merece ser recordada y plasmada en un monumento, allí mismo, en ese lugar tan entrañable del Redín
Pamplona 84 La ciudad de ayer a hoy
Los cordeleros (y 3) [DN lunes, 16 de abril de 1984] 
  En el Otoño del 68 paró para siempre la rueda de Juan Ángel Elizari, última de la ciudad
De las cincuenta ruedas de cordeleros que daban vueltas en el foso del portal de San Nicolás, al comenzar el siglo, sólo queda una, la de Juan Ángel Elizari, cuando nace el año de 1968. Han desaparecido todas las demás, las que se fueron a Berichitos tras el derribo de las murallas después de 1917 y las que se instalaron en San Juan. Juan Ángel Elizari; hijo de cordelero y cordelero desde. chaval, Se ha quedado solo en el Redin. Tiene 48 años y cuatro hijos, ninguno de los cuales quiso seguir la tradición artesana del padre y el abuelo, tradición que era ya una institución de la ciudad.
Una estampa, habitual en el Redín durante más de 40 años,
que es ya historia. Juanito Elizari repasa las sogas tendidas
Elizari ve venir la vida y lee con claridad en el destino. Está fuerte pero los días enteros hilando pesan cada vez más en las piernas El oficio es libre, sí, pero inseguro para cuando llegue la hora de la jubilación. Los trabajos finos abundan, pero la cuerda pierde usos de año en año y se duele de la competencia del plástico. Un 10 de octubre de 1968, después de mirar desde lo alto del Redín las cumbres montañosas que pronto se pintarán de blanco, Juan Ángel Elizari recoge los forjeles y las tablas, se mete en la poterna, ordena las cuerdas y se va. No volverá más a trabajar regularmente. La artesanía de la cuerda ha muerto para siempre en Pamplona.
Juanito Elizari recuerda el orificio (resaltado 
en Maps) donde estuvo montada la última 
rueda de la ciudad. (Foto Jorge NAGORE).
«Todavía hice algunas cuerdas de algodón para Bendibérica, casi por matar el gusanillo. Iba algunos días, de vez en cuando hasta que lo llevamos a Estella y les regalé la herramienta y todo. Yo trabajaba ya en la plantilla de DIARIO DE NAVARRA (rotativa), donde ahora voy a retirarme por la edad, ¿eh?, pero no por viejo». Cuando hoy pasea por el Redín y se para ante la horquilla de madera que sujetaba la rueda se le escapa la vista atrás... Juan Ángel Elizari se casó en 1948, al mes siguiente de haber muerto su padre y haberle heredado en el oficio. Se fue a vivir a la calle Tafalla, al número 32, casi al final, y desde allí, cada mañana, cruzaba la ciudad para hilar en el Redin.
«¿Que ibas a hacer cuerdas para tendederos o persianas?, pues te ponías el cáñamo a la tripa, atado atrás con una cuerda, enganchada a la rueda, le decías al chaval que empezara a andarla y tu ibas para atrás, despacio, soltando el cáñamo. Eso era una cosa que te salía bien porque había nacido en ello. Luego, con tres hilos, a colchar, a unir los hilos. Y así todo el día. Al otro día llevabas la cuerda al asca de Moral, que estaba abajo, donde el Portal de Francia, y al siguiente la estirabas y la pulías, después de alabarlas tendido para secar. Eso era como extremar la casa, sacarle brillo. Había que trabajar en el buen tiempo lo que no podías en el invierno...».
Cordetas para tender y persianas. ramales para caballerías, juñideras y bardias para bueyes, sogas de carga, maromas, hilos de cabos de guarnicionero, zaguiliz (?), cinchas. De todo hizo Elizari en casi 40 años de oficio. En los sesenta prácticamente habla desaparecido el trabajo grueso para el campo como mucho antes desapareció el de las sirgas de almadías.
Julio Cía, 1933, poterna acceso baluarte bajo de NªSª de Guadalupe. Aquel año 33 los Elizari estaban en el arranque de la Ronda de Barbazán. En esta poterna del Redín («pagábamos 90 pesetas por todos los cordeleros al Ramo de Guerra por la ocupación del espacio») se quedó en el 68 el recuerdo de la artesanía pamplonesa de las cuerdas. Detalles: caseta cordeleros (centro, fondo), rodeada por un muro; chabisque cuerpo de guardia, donde hoy está el Caballo Blanco; árboles recién plantados (alguno sobrevivirá); aplique farola (arriba derecha), idéntico al actual.
Es curioso que Juan Ángel Elizari se montara en el tren del desarrollo urbano pamplonés marchándose a un piso del Ensanche Nuevo pero dejara pasar en los años cincuenta el desarrollo industrial para ir a un puesto con seguridad social. ¿Por qué? «Yo seguí con las cuerdas porque estaba a gusto. Llevaba el oficio en la sangre y me parecía Imposible dejar el Redin. A la caída de la tarde, nos reuníamos en «Casa Mina», en la Navarrería, a echar el porrón y la partida del truco. A lo mejor, otros sacaban mejor que yo el jornal, pero disfrutaba haciendo cuerdas».
Pero el oficio desaparecía. «Veía que no tendría continuidad, porque la seguridad social, la jornada de cuarenta horas, las vacaciones, la industrialización de las cuerdas y de los plásticos, lo mataban. Ya vi que no tendría sucesor y lo dejé. Ahora, la pena que tengo es que nadie hubiera aprendido de mí para seguir esa artesanía tan pamplonesa». Lo dice con un fondo de nostalgia. Está orgulloso de su vida artesana y no la cambia, «pero si naciera hoy, no seguiría en ello, porque los tiempos han cambiado y no se puede volver atrás».
Quizás, la imagen con más sabor de Pamplona
Como cambió el Redín con la construcción del «Caballo Blanco» (1960-1961) que llevó hasta las murales, en el verano, peregrinaciones de turistas que se quedaban pasmados viendo trabajar al cordelero: "a veces me hacían fotos hasta siete a la vez. Yo he sido más fotografiado que un jugador de Primera División". Su rostro era y sigue siendo (84) conocido por muchos pamploneses que lo recuerdan en el Redín. Para todos tenía siempre una palabra de explicación cuando le preguntaban los secretos de las cuerdas.
No os perdáis el álbum fotográfico que se va haciendo más completo

3 comentarios:

Puertas Correderas dijo...

Muy chula la historia, no tenia ni idea.... gracias por compartirla!!

Unknown dijo...

Hola, Patxi. Soy nieto de Juan Ángel. Un lujo que estás historias no caigan en el olvido. Un millón de gracias

desolvidar dijo...

Hola, Rubén:
Me alegra un montón que te haya gustado
Como ya he contado alguna vez, durante toda mi infancia los cordeleros formaron parte del paisaje del Redín. Sabíamos que era domingo porque el Redín -sin ellos- parecía vacío.
Con todos los hermanos que éramos (8 entonces y bastante moviditos), a pesar de tener que compartir el espacio del Redín, jamás tuvimos el más mínimo roce con los Elizari.
A pesar de que a mis hermanas (5, en aquella época) se les enganchaba a menudo la melena en las cuerdas y ello obligaba a parar las ruedas, jamás vimos en el señor Elizari un mal gesto, nunca un grito, un juramento, un enfado.
La única que era un poco puñetera era una perrica que tenían, la Perla (algún tarisco, pero poco más).
Muchas gracias por tu comentario y si hay algún error, no dudes en hacérmelo saber