Esta entrevista apareció en DN el jueves, 10 de octubre de 1968, cuando Juan Ángel Elizari cerró definitivamente la caseta de los cordeleros
Entrevista a Juanito Elizari, por Fernando Pérez Ollo
Cuarenta años de oficio
Desaparece el último cordelero del Redín, Don Juan
Angel Elizari
«» Daba para vivir bien, pero estos oficios se caen
solos
«» Los turistas españoles eran un incordio, los
extranjeros ni molestaban ni interrumpían
«» En 50 años ha desaparecido el
gremio y cofradía de cordeleros
Desaparece el último cordelero del Redín. Don Juan
Angel Elizari, tras cuarenta años de oficio, lo deja. Lo deja sin quejarse, sin
mala cara, sin desengaño. La cuestión, por él, es clara y no tiene vuelta de
hoja.
—No lo dejamos porque queramos, sino por ley de vida.
—El progreso tiene un precio, ¿verdad?
—Eso es, el progreso. Estos oficios de artesanía se
caen solos.
Quizá, en el fondo, sean dos términos imposibles de
casar. ¿Es oficio la artesanía? ¿Es —era— oficio el de los cordeleros? ¿Daba
para vivir? ¿Pagaba impuestos? ¿Tenía un horario, encontraban salida sus
productos? Las preguntas se agolpan y se estrellan ante la calma de un hombre
gremial.
A peso, no a
metros
—Sí, el oficio daba para vivir, no para hacerse
millonarios, pero sí para ir tirando. Yo he sacado adelante una familia de
cuatro hijos.
—¿A costa de qué? ¿Cuántas horas trabajaba usted?
—Eso depende. En verano un promedio de doce. En
invierno bajaba mucho.
—Usted trabajaba en...?
—En cáñamo, preferentemente.
—Que lo recibía de...?
—De Alicante. Es el preferido por su blancura y
calidad.
—¿En qué estado? ¿Estaba ya trabajado?
—Usted dice nosotros...
—Si, trabajaba yo con alguno de mis hijos, que me
andaba la rueda. Pero en llegando a cierta edad da vergüenza andar la rueda y
no aprender el oficio. Y aprender el oficio es lento, largo y poco atractivo,
en nuestras condiciones.
—Vamos a seguir con los cordeles, ¿le parece? —Bueno,
eso es interesante. Hacíamos dos clases: cuerda —o cordel— y sogas, según los diámetros.
El cordel, para boteros y alpargateros; la soga, para albañiles, por ejemplo, y
las gentes de la montaña que la apreciaban mucho. Tenía mucha salida. Además,
claro, los encargos.
—¿A cómo vendían el metro?
—Se vendía a peso.
—¿A peso?
—La soga, sí; el cordel no. El cordel se vendía en
ovillos, de cincuenta o de cien metros.
—Bien, vamos a hacer cuentas. ¿En cuánto dejaban un
ovillo?
—Bien, vamos a hacer cuentas. ¿En cuánto dejaban un
ovillo?
—En veinticinco pesetas los de cincuenta metros.
—Y, ¿cuánto les habia costado hilarlo, cuánto tiempo?
—Media hora.
Los pesados turistas nacionales
Bellísima imagen de Maider Sorgiñariz (pincha) |
Al Redin veraniego le va a faltar un elemento
esencial. La rueda del cordelero, los hierros, los forgeles almacenados en la
capilla restaurada van a brillar por su ausencia, para desencanto de niños y
turistas, alegría de madres y nostalgia de iruñshemes acendrados. Porque con el
último cordelero se cierra una etapa de la Pamplona castiza.
—Mi difunto padre,
que también era del oficio, tenía su rueda en lo que ahora es el cine Carlos
III. Mi padre llegó a conocer veinte ruedas. A cada rueda un oficial. Después,
con el derribo de las murallas, el oficio fue disminuyendo. Pero entonces
tenían hasta una Cofradía, con estandarte y todo para las procesiones. Yo he
conocido ocho, cuando comencé. Todos lo han ido dejando.
—Y ahora usted. ¿Por qué, pero de verdad?
—Porque es imposible encontrar un chico que me ande la
rueda.
—¿Ni con la promesa de aprender el oficio?
—Ni aun así.
—Pues entonces, póngale un motor.
—No merece la pena, porque actualmente estamos exentos
de todo, menos de la contribución y entonces nos lloverían los impuestos.
—La gente dice que están subvencionados…
Lasterra, 1960 |
—Quién?
¿Nosotros? Eso es un cuento. No tenemos ninguna subvención. Y que conste que yo
no me quejo de eso, porque también sería tonto pretender que todos anduviésemos
subvencionados oficialmente. Pero, ¿nosotros subvencionados? ¿A quién se le ha
podido ocurrir eso?
—A cualquiera que piense en eso de los recursos
turísticos. Porque los cordeleros del Redín atraen a los turistas. ¿no?
—Hombre, a los turistas les choca esto. Yo tengo fotos
en los cinco continentes. Hace unos meses unos rusos se hincharon de tirarme
rollos.
—Y usted, ¿qué piensa de ellos?
—¿De los rusos?
—No, no, de los turistas.
—Ah, pues que son un incordio. Los españoles, se
entiende. Los extranjeros se acercan miran y remiran, pero no abren la boca.
Los españoles, no. Preguntan por todo, interrumpen el trabajo, comentan con
poca gracia.
—Por ejemplo?
—Pues, por ejemplo, que aviados estamos si hemos de
desarrollarnos así.
Etnología,
técnica y desarrollo
Don Juan Angel Elizari, cordelero en el Redín desde el
año 48 —antes tuvieron su rueda en el Jito-Alai— deja sus instrumentos
gremiales, sus años de cáñamo rastrillado a la cintura y su oficio difícil.
—Lo más complicado es hacer el ovillo. Ya habrá visto
usted alguno, ¿no? Si se hace flojo, se deshace.
—Mejor este Redín o aquel de hace veinte años?
—Este, sin duda, los críos jugando y los grupos de
jubilados hablando de sus pensiones animan mucho esto. Y, claro, antes era un
rincón desagradable y ahora da gusto.
—Lo deja con nostalgia o lo acepta con resignación?
—Son cuarenta años de trabajo diario, ¿sabe? Eso no se
puede olvidar, así como así. Yo pienso sacar de vez en cuando la rueda, y hacer
algo, por distraerme, por afición. Pero ya se puede decir que los cordeleros
hemos desaparecido.
Los cordeleros, ésa es la verdad. eran una rareza
etnológica en esta era técnica. Los cordeleros, hasta hoy, eran una estampa
medieval y anacrónica, entrañable e increíble, insólita y diaria. El Fuero contaba
por fuegos; los cordeleros por ruedas. Las ruedas y los forgeles y los hierros
han callado “porque no hay quien los ande”. Quizá, quizá, sea culpa del
desarrollo.
No olvidéis echar una ojeada al álbum "Cordeleros de Pamplona" con las fotos comentadas.
No olvidéis echar una ojeada al álbum "Cordeleros de Pamplona" con las fotos comentadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario