"Como uno se siente a gusto hablando y escribiendo en la lengua de Cervantes, le complace observar el crecimiento de la comunidad a la que pertenece"
José María Romera DN 04/11/2023
Para ser un colectivo de segunda, no está mal la cifra de 500 millones de hablantes nativos que ofrece el último recuento del Instituto Cervantes sobre la extensión del español en el mundo.
Lo de segunda no es opinión mía: es una deducción basada en el sentir ambiental. Extrañamente, el castellano arrastra entre buena parte de sus usuarios el estatuto de lengua vergonzante, cuando no directamente odiosa.
Eso de llevarse a matar con el idioma propio tiene que ser insoportable, sobre todo por las noches, cuando uno se queda a solas con sus demonios. Pero en este país de héroes anónimos la gente ha aprendido a vivir con ello y practica una suerte de curiosa resiliencia lingüística.
No es el caso de quien esto firma. Como uno se siente a gusto hablando y escribiendo en la lengua de Cervantes, le complace observar el crecimiento de la comunidad a la que pertenece.
Pero más que ver al castellano creciendo en amplitud, preferiría comprobar que mejora su calidad. La cantidad de hablantes es un simple registro demográfico que no refleja la salud cultural de un idioma. De nada sirve tener más socios en el club si los distinguidos empiezan a darse de baja, como está ocurriendo con el nuevo bum de novelistas latinoamericanos que han optado por escribir sus obras en inglés, y además con notable éxito comercial y de crítica.
Mario Tascón |
En las últimas semanas, por motivos que no vienen al caso, he estado leyendo cientos de narraciones provenientes de distintos rincones del mundo hispanohablante. Poder percibir esas voces iguales y múltiples, lejanas y próximas, semejantes y variadas es un privilegio reservado a quienes compartimos esta hermosa lengua que acaba de alcanzar los 500 millones de hablantes.
Cuidarla no parece mala idea después de todo.
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