Imagen de Ricarda García de la Iglesia cuando ya vivía en Madrid Cortesía de la Familía García de la Iglesia |
Como vimos en las anteriores entradas, varios hechos de la vida de Gila fueron inventados para «adornar» su biografía. No existió el famoso fusilamiento y, tras la guerra, fue destinado al regimiento de infantería «Toledo» en Zamora para cumplir con el servicio militar. Allí prestó servicio como chófer del coronel, y comenzó a colaborar en Radio Zamora y en el periódico Imperio, ambos dentro de la Prensa del Movimiento.
Y allí, en Zamora, conoció a Ricarda, la que sería su primera esposa.
La zamorana que conoció a Miguel y ayudó a construir a Gila
Ricarda García de la Iglesia, 'Chava", fue la primera mujer del cómico y una influencia decisiva en sus primeros años de humorista
por Marisol López del Estal |
El Regimiento Toledo estrenó el Cuartel Viriato en 1927 |
Pero Ricarda Alfonsa García de la Iglesia, familiarmente conocida como Chava, distaba mucho de ser alguien anodino y un mero casamiento por conveniencia, como pretende Miguel Gila. Quienes conocieron a Chava describen a una mujer talentosa, culta, independiente, con un fuerte carácter y un sentido del humor agudo, un tanto negro, a veces. A mucha distancia intelectual del Gila que llegó al cuartel del Regimiento Toledo en Zamora en el año 1940, para una mili de cuatro años.
Él mismo se encargó de relatar su niñez humilde: su padre, enfermo, murió en una silla de hospital, a la espera de cama, tan solo dos meses antes de que naciera. Su madre se volvió a casar y su padrastro no quiso saber nada de él, así que se crio con sus abuelos paternos en la calle Zambrano de Madrid. Ese monólogo sobre su nacimiento: “Cuando nací, mi madre no estaba en casa…”, bien puede ser el esperpento, el espejo deformado de una niñez de estrecheces que lo obligaron a dejar la escuela a los 13 años. Y ese mismo símil valleinclaniano valdría para interpretar la mayoría de sus narraciones hechas a golpe de teléfono en el escenario, incluida su participación en la guerra con episodios como el del fusilamiento en Córdoba que, según algunos de sus allegados, estaría, como mínimo, “adornado”.
José Luis Ozores y Gila. Cortesía de M.A. González/Radio Zamora |
Ricarda era la segunda hija del matrimonio formado por Emilio García (natural del pueblo zamorano de El Pego) y Marina de la Iglesia (descendiente de Corrales del Vino), que tenía otros tres hijos: Manolo, el único varón que ejerció como chófer de la ruta Zamora-Madrid de Auto-Res, Alfonsa y Marina, la pequeña. Ninguno de quienes la conocieron y aún viven para contarlo, sabe, a ciencia cierta, de dónde le vino el sobrenombre de Chava. “Quizá fuera el propio Gila”, aventura Marina, sobrina que convivió con ella en Madrid mientras estudiaba y una de las que mejor conocieron a la zamorana. Ricarda nació en El Pego en 1915. Era, por tanto, cuatro años mayor que Gila, nacido en 1919, y tenía el título de maestra, obtenido durante la II República. Fue una de las enseñantes represaliadas tras la Guerra Civil. Su nombre figura entre los expedientes de depuración abiertos por el régimen, según puede consultarse en la web de la Asociación Innovación y Derechos Humanos. Entre las fotos que su sobrina Marina conserva figura alguna imagen de excursiones con grupos de izquierda en una época en la que la militancia progresista no era extraordinaria en España ni tampoco la conciencia de las mujeres en pro de la igualdad hasta conseguir el derecho al sufragio universal en 1933.
Sus padres regentaban en los años 40 una fonda en la calle de Los Herreros, la pensión Marina, donde se alojaron muchos estudiantes. Su sobrino nieto, José Luis Esteban, escuchaba la historia de Chava por boca de su madre y de su abuela (prima carnal de Marina, la madre de Ricarda): “No se dejaba pisar. Tenía mucho talento, desparpajo, elegancia, era toda una señora y muy atractiva. Le gustaba leer, sobre todo poesía”.
Chava y Miguel |
La imagen creada por el propio Gila es la de un represaliado político, voluntario con el Ejército republicano y encarcelado hasta 1942, año en el que fue obligado a una mili de cuatro años en Zamora. La realidad es que su incorporación al Regimiento Toledo se produjo en 1940, dos años antes de su teórica salida de la cárcel. Fue durante esa larga mili de cuatro años cuando mostró curiosidad por el mundo de la radio, donde entabla relaciones de amistad con un locutor mítico, Vicente Planells (pincha), otro “caído en desgracia” proveniente de Cataluña (parece que de Mallorca) y personajes de la vida zamorana. Entre ellos, muchos ligados directamente al régimen franquista. Jacinto González, dueño de Radio Zamora, movió los hilos necesarios para obtener los permisos de las autoridades militares para su entrada en la emisora. Para Gila se abría un mundo en el que llegaría lejos gracias a su ingenio, pero también con el apoyo de Chava y de otros muchos personajes de la vida diaria de la Zamora de los años 40 como el artista Julio Mostajo, o los vinculados a la radio como Daniel Pérez Hariná, Pedro Ladoire y zamoranos de a pie como Conrado Eguaras. “Gila, junto a Vicente Planells revolucionó el cuadro de teatro de la emisora de radio”, nacía otra forma de hacer espectáculo radiofónico. La radio zamorana era la gran beneficiada de tanto talento en exilio interior, admite Miguel Ángel González, actual director de la SER zamorana. Y en el caso de Gila, había contrapartida: “Para mí, aquella emisora era la universidad”, confiesa en sus memorias.
Una primera etapa en Zamora se cierra en 1944 según la autobiografía de Gila, cuando es destinado con el Regimiento a sofocar la insurgencia de maquis en el Valle de Arán:
“Atrás se habían quedado Zamora (…) y lo que es más triste, me han alejado de mis compañeros de la radio”. Acaba destinado en Sort y asegura haber desertado en uno de los permisos. “Nunca más volví al Pirineo, ni al Ejército, no me detuve a pensar en las consecuencias. En el Ejército no debieron notar mi ausencia y si la notaron yo no me enteré, tal vez pensaron que me habían matado los maquis”.
Si el relato suena surrealista, resulta del todo increíble cuando se comparan fechas. La invasión de Lérida tiene lugar entre el 19 y el 24 de octubre de 1944 y la boda por la Iglesia entre Miguel Gila Cuesta y Ricarda García de la Iglesia está fechada el 4 de noviembre de ese año en el libro de matrimonios de la parroquia de San Juan, en la Plaza Mayor de Zamora.
Ricarda García "Chava" Cortesía de la Familía García de la Iglesia |
El relato de Gila prosigue dando por finalizado ese matrimonio tras la ausencia. “Me fui a Zamora y me incorporé a mi trabajo en la radio y a mi matrimonio que, si ya era poco apasionado, con mi alejamiento se había enfriado totalmente”.
Además de en la radio, colabora habitualmente con Imperio, cabecera periodística de la Falange, donde, al principio firma con el seudónimo “XIII” unas viñetas donde se reconoce perfectamente el estilo que se haría famoso en La Codorniz. En 1949, la firma que emplea ya es la de Gila.
También hacía sus pinitos en el campo periodístico, tal y como recordaba Rufo Gamazo, con secciones fijas:
“En 'Tiritos' se burlaba de los consultorios amorosos, de los partes facultativos y de la patosería del disco dedicado. En 'Cartas a Mamuchi' contaba a su manera novedades de la ciudad y en 'Teatro para Enanitos' se atrevía con la moda del absurdo. Publicó algunos romances, inventó refranes y seudosesudos comentarios de política internacional. Puede el lector figurarse lo que diría bajo el título Así empezó la guerra de Palestina”, concluía el que fue uno de sus mejores amigos y testigo de que la Chava, “una zamoranita muy zamorana”, como la describe, no permanecía al margen de la actividad profesional del cómico.
Bomberos aseguran la fachada de los antiguos almacenes Siro Gay, Santa Clara, 1 |
La zamorana conocía y era conocida por sus amigos, incluidos los que fue fraguando entre los actores cuyas compañías recalaban en Zamora y en particular con los hermanos Ozores, con los que mantendría amistad durante muchos años “y que la ayudaron mucho”, asegura Marina de los Ríos. Alguna chanza recibió el humorista al narrar una de sus múltiples ocurrencias que formaban parte de sus monólogos: “Eso te lo ha escrito Chava”, decían, un comentario que no debía sentarle nada bien al cómico.
El Imperio, 3 de Julio de 1952 |
Las infidelidades eran una constante por parte del cómico que reconoce que su esposa, “más despierta que él”, estuvo siempre al corriente de todo. Esa “pasión” que Gila niega que existiera jamás entre Ricarda y él, parece encontrarla a menudo en sus aventuras con otras mujeres con las que bastan unos pocos días para sentirse enamorado e incapaz de emprender la vida que ansía por vivir en un país donde, entonces, no existía “ni la separación ni el divorcio”. Relata varias aventuras, aunque no menciona a Carmen Visuerte, la mujer con la que tuvo un hijo y una hija, Carmen, que solo logró el apellido cuando su padre falleció, ya que se negó a reconocerla.
Hija de Carmen Visuerte, no fue reconocida por Gila |
La familia de su exmujer opina que en esa ruptura tuvo mucho que ver el hartazgo de Chava. Gila se había hecho un asiduo de la noche madrileña, viajaba con los espectáculos y los ingresos a duras penas permitían cubrir las necesidades básicas de la casa. En Madrid, lejos de su entorno más cercano y a mediados del siglo XX, en pleno franquismo, una mujer no podía tener posesiones ni trabajar sin permiso del marido si estaba casada.
Hay biógrafos que fechan en 1951 la separación. El cómico, en el 53. Marina de los Ríos recuerda, sin embargo, con nitidez, que sus tíos vivían bajo un mismo techo cuando el cómico ya hacía giras en Hispanoamérica, incluido Cuba. Su marcha definitiva a Buenos Aires en los años 60 más que al “hartazgo de la dictadura” que esgrimió tirando de la imagen construida de represaliado del régimen, se debió a la interposición de una denuncia por adulterio de su mujer “que solo intentaba que le diera lo que legítimamente le correspondía. Y sí, a casa venían a ver a mi tía personas, cercanas a él, para decirle que quitara la denuncia o tendría que abandonar España”, como sucedió.
María Dolores Cobo y Malena |
La zamorana siguió su vida como había hecho hasta entonces. Hasta llegó a probar suerte en el cine trabajando como “script”, pero lo dejó, cansada del ambiente que la rodeaba. Quedaba mucho para la llegada del “Me Too”. Nunca más volvió a casarse. “Mi tía tenía salidas para todo. Una vez fuimos a que se renovara el DNI y el policía le dijo: ‘estado civil, separada’. A lo que contestó: ‘No señor, separada no, abandonada’”.
Según el cómico, dejó a su primera esposa el piso de Comandante Zorita, otro en Mallorca y un chalé en Benicasim, además de dinero en concepto de pensión. Su sobrina Marina contrapone otros hechos: “El piso de Comandante Zorita tuvo que pagarlo mi tía con ayuda de sus padres porque no estaba pagada la hipoteca”. Y hasta ahí el “reparto de bienes”.
La ley para reparación a los maestros depurados devolvió a Ricarda algo más preciado: la actividad docente. Dio clases en varios pueblos de los alrededores de Madrid antes de jubilarse. En 1995 volvió a Zamora para ingresar en una residencia en la localidad de Villaralbo. Sobrevivió a su exmarido (13 julio 2001) y falleció en 1997. Fue incinerada. Sus cenizas, esparcidas en un lugar amado por ella que la familia se reserva.
Al fin, Ricarda, Chava, vuela libre, alejada de mentiras y fabulaciones.
Marisol López del Estal,
directora de La Opinión El Correo de Zamora
El 6 de octubre el programa Lazos de Sangre ha estado dedicado a Miguel Gila:
A continuación, el debate:
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