viernes, 11 de febrero de 2022

"En Ursulinas, en los 60, había abusos a diario" (Y Respuesta)

Asun, Sagrario y Mariví, las tres alumnas de Ursulinas, en Navas de Tolosa
Vimos ayer la denuncia de Mariví que, ahora sí, está teniendo un gran eco mediático. Hoy vamos a recordar la denuncia que sus dos hermanas hicieron en Julio de 2019. Son unos testimonios estremecedores.

“En los años 60, en el colegio de monjas, había abusos a diario”
Asun y Sagrario, además de otra tercera hermana que declina la invitación de hablar, explotan la mecha

UNA ENTREVISTA DE JOANA LIZARRAGA Y ENRIQUE CONDE 22.7.2019
El manto del silencio que durante décadas ha cubierto los abusos sexuales en la Iglesia se hace todavía más pesado en el caso de los colegios de monjas. En esta entrevista, dos hermanas, naturales y vecinas del Casco Viejo de Pamplona, Sagrario, de 72 años, y Asun, de 68, se atreven a ser las primeras exalumnas denunciantes de abusos en un colegio religioso exclusivo de chicas de Navarra, en este caso el de Ursulinas de Pamplona cuando estaba ubicado en la calle Navas de Tolosa.
Las Ursulinas, vistas desde dos ángulos
Eran los años 60, años duros del franquismo, de represión, vara y cerrojo. Asun recuerda que visitó una exposición cultural en Madrid que tenía ciertos vínculos con Navarra y en el que se encontró con un religioso de aquí. "Allí le conté que conocía de primera mano los abusos en los colegios, porque mi familia había pasado por ello y yo lo había visto. Y el hombre salió como pudo de la conversación y no supo ni qué contestar. Entonces fue cuando pensé que tenía que hacer algo, que tenía que escribir al periódico para contar todo aquello de lo que tenía constancia".
Para Asun, mujer de verbo batallador, "en aquel tiempo tanto el abuso como el machismo era algo absolutamente normalizado y aceptado y se manifestaba en todos los ámbitos y espacios de la sociedad: la educación, la familia... La educación que hemos tenido ha sido muy perversa. Por una parte tenías que agradar, gustar, ser atractiva, y por otro lado te tenías que guardar o cuidar del abuso que tenías que provocar".
Sagrario, que estudió en Ursulinas desde los 5 a los 17 años, recuerda que la expulsaron del colegio por "rebelarme. La rebelión consistió en que salía con chicos. Pero, con 13 años, ya era consciente de todo lo que pasaba, de que las monjas se acostaban con las niñas, pero que no lo contó en casa porque mi padre era muy religioso y no nos iban a creer. De hecho, todavía lo cuento a día de hoy y me dicen que es mentira. Pero yo fui la que vivió eso, porque cuando tenía 11 años, había una monja que estaba enamorada de mí. Me hacía quedarme después de la clase para charlar conmigo. Yo siempre ponía la mesa de por medio, nunca le dejé acercarse un pelo porque sabía lo que pasaba. Yo ya sabía que aquello no era normal y no estaba bien. Después la mandaron a Vitoria y me siguió escribiendo cartas", dice de aquello.

Sagrario, usted que estuvo interna en las Ursulinas, ¿cómo recuerda esa etapa en el colegio?
-Sufrí muchísimo en el colegio, no me quiero ni acordar lo que suponía para mí toda esa sumisión y toda la mentira que había detrás de su moral. También guardo muy mal recuerdo del exceso de obligación religiosa. Nos hacían confesarnos con el cura que estaba en el colegio (un sacerdote de la catedral de Pamplona que vive) y éste nos hacía preguntas muy morbosas: ¿te tocas? ¿dónde?, ¿cuántas veces?, cuando te excitas, ¿cruzas las piernas o qué haces? Estoy segura de que él, mientras tanto, se tocaba en el confesionario.

Algunas de las víctimas de abusos en colegios religiosos de chicos narran que los abusadores actuaban en público. ¿Con ustedes también existía esa exposición pública o era una cuestión más íntima?
-Era tan conocido que no era nada íntimo. Había una monja que se acostaba con una niña todos los días. Una compañera nos avisaba cuando la monja entraba en la celda de esta chica y, como tenían medias paredes, unas diez compañeras y yo nos subíamos a la cama a ver lo que para nosotras era un espectáculo. Incluso recuerdo un viaje en autobús a Oviedo en el que esa misma monja estaba besándose y revolcándose con esa chica que solo tenía 16 años delante de todo el mundo.

¿Esas actitudes se repetían con otras compañeras?
1957 capilla Ursulinas Zubieta y Retegui
-Había muchas más, en aquel momento nos referíamos a ellas como las enchufadas. También había monjas que mantenían relaciones sexuales entre ellas, pero creemos que eran legítimas porque eran adultas. Además de eso nos percatábamos de otras muchas actitudes perversas entre las niñas y las monjas de turno.

Como interna, pudo huir de alguna manera, pero una de sus hermanas no corrió la misma suerte. ¿Cuándo dio el paso de contar lo que le sucedió?
-Esa historia la tenía enterrada en lo más profundo hasta que fuimos a ver la película La mala educación, de Pedro Almodóvar. Al salir del cine nos dijo que al ver esas imágenes se había dado cuenta de que a ella le había pasado lo mismo. Hasta entonces, hará unos 15 años, no nos había contado nada porque no había relacionado lo que le había pasado con una situación de abusos.
"Salí de aquella película con la piel de gallina, sintiéndome
igual que cuando era una niña que tenía 12 años"
¿Qué fue lo que le ocurrió?
-Cuando tendría 11 años nuestra hermana estaba interna en las Ursulinas y dormía en un cuarto común con otras compañeras hasta que un día la trasladaron a un cuarto en el que tan solo dormía ella junto a una compañera más mayor. Este dormitorio estaba al lado de la Enfermería y la monja enfermera, la mère Magdalena de Cristo, aprovechaba para meterse en la cama de nuestra hermana por la mañana y por la noche. Nos contaba que mientras la monja abusaba de ella no sabía cómo reaccionar, se quedaba completamente bloqueada.

¿Se repitió esa situación?
-Sí, durante el año que estuvimos internas dejaron a nuestra hermana en esa habitación.

¿Cuál fue vuestra reacción al conocer estos hechos?
-No nos sorprendió que no nos lo hubiera contado antes porque le ocurrió cuando solo era una niña y lo quiso olvidar. También hay que tener en cuenta que la gran mayoría de los niños de aquella época sufrimos abusos de algún tipo, y no era de extrañar. Cuando nos lo contó nos horrorizamos, nos dio mucha rabia y pena, pero no fue tanta sorpresa.

¿La actitud abusiva era un comportamiento exclusivo de la monja que abusó de vuestra hermana?
-No, había una impunidad total. Que sepamos por lo menos había cinco monjas que abusaban de las niñas (la mères Magdalena de Cristo, Paloma, Begoña, Laura y Amelia...).

¿Les consta que alguna de sus compañeras denunciara hechos similares? ¿Dieron ustedes el paso de contarlo?
-En el colegio no dijimos nada porque eran ellas mismas las que cometían esas atrocidades, todos lo sabían. De ahí no podías hacer más que huir, que es lo que hicimos. Yo (Sagra) lo conté cuando cumplí los 18 años. Lo dije un día en la mesa y una de mis hermanas, que después se metió a monja, me dijo que aquello que contaba era mentira. Con nuestros padres jamás lo intentamos. Nuestro padre estaba muy unido a la Iglesia, muy pillado por la religión. Incluso consultó con el cura si debía echarnos de casa.

¿Esa expulsión que sufrieron de su propia casa tiene algo que ver con una mayor actitud de rebelión?
-Sí, y con la sexualidad. A mí (Asun) me echaron de casa porque me fui con mi novio de vacaciones y entendían que íbamos a tener sexo fuera del matrimonio. Además, a los años les conté que sufrí abusos sexuales por parte de un familiar y la reacción de mi padre fue ofrecerme dinero para que no hablara. Era una educación de doble moral e hipocresía.

¿Creen que contarlo ahora es la manera de hacer justicia de alguna manera?
-Denunciar es lo mínimo que se puede hacer, aunque haya consecuencias que puedan salpicarte. Hay que hacerlo por encima de todo.

Respuesta de exalumnas del colegio Ursulinas
28.7.2019
Después de leer el reportaje aparecido el 22 de julio en DIARIO DE NOTICIAS en el que dos antiguas alumnas del colegio Ursulinas de Jesús revelaban haber sufrido una serie de experiencias traumáticas durante su estancia en dicho centro, un grupo de exalumnas queremos manifestar que, al igual que ellas, asistimos al citado colegio en la década de los 60 y 70 como externas, internas y mediopensionistas. Conocimos a las monjas que se mencionan en su entrevista y no sólo recibimos sus clases sino que convivimos con ellas a lo largo de los años.

La publicación de este reportaje nos ha llevado a ponernos en contacto y a cuestionarnos lo relatado para concluir, finalmente, que ninguna de las abajo firmantes vivió jamás semejantes experiencias ni presenció actuaciones de este tipo ni escuchó comentarios como los que se mencionan en la entrevista durante los cursos académicos transcurridos en el centro educativo de la calle Navas de Tolosa.

Estas mujeres fueron correctas y moderadas al aplicar las normas jerárquicas y autoritarias que entonces se exigían socialmente, consiguiendo, a pesar de estas, cercanía y familiaridad a lo largo de nuestro periodo de formación como niñas y adolescentes.

Por eso, a la vez que lamentamos el sufrimiento que transmiten las palabras de las protagonistas del reportaje por el ambiente familiar y escolar en que vivieron, nos duele que las personas a las que se acusa no se puedan defender porque han fallecido o están muy enfermas.

Una vez recuperadas de la sorpresa inicial y dado el afecto que, después de tantos años, aún nos inspira el recuerdo de nuestro colegio y de las personas que allí trabajaban, queremos que esta carta sirva para agradecer sus esfuerzos y para ofrecer otro punto de vista, sin duda muy distinto. Ojalá Asun y Sagra pudieran compartirlo.

Firman este artículo: Perpe Prieto Antón, Rosa Montesinos Roldán, Montserrat Téllez Barragán, Gloria López- Vailo Troyas, Elisa Sarto Zubero, Pilar Maset Cañada, Teresa Sánchez Muro, Mª Rosa Gallo López, Natividad Zubeldía Díez, Mª Rosario Garralda Arizcun, Juana Mari Martínez Cervera, Mª Puy Arriaga Alzate, Cristina Liso Aldaz, Mª Isabel Basterra Del Río, Mª Mercedes Ochoa Martínez, Eva Gómez de Segura Nieva, Mª Concepción Zabala Oyarzun, Isabel Ruiz Puertas, Rosa Gil Azparren, Marta Moreno Arocena, Mª José Gil Idoate, Silvia Cambra Basarte, Begoña Rabanal Jarauta, Cayetana Ros Iturralde, Mª José Ezquieta Iturralde, Lourdes Gil Idoate, Amalia Hernández Zaratiegui, Mª Victoria Hernández Zaratiegui, Pilar Leoz Osés, Coro Alberdi Odriozola, Mª Teresa Sola Arilla, Mª Jesús Zabalza Compains, Mª Ángeles Arregui Labay, Amparo Esquíroz Lauroba, Elena Camino Beldarrain, Mª Ángeles Irigaray Huarte, Sagrario González Purroy, Pilar Jáuregui Eslava, Alizia Fernandino Nosti, Mª Dolores Erce Muguerza, Mª José Liso Aldaz, Susana Liso Aldaz, Conchita Medrano Gracia, Sagrario Artal Martínez, Mª Carmen Iribarren Ruiz, Maribel Artal Martínez, Purificación Arriaga Calvo, Amada Maset Cañada, Carmen Casas Valencia, Mª Filomena Leoz Osés, Mª Paz Larrea Zazpe, Elena Echevarría Pereda, Cristina Bayona Adrián, Mª Pilar Gil Idoate, Pilar Labari Salinas, Luisa Labari Salinas, Ana Labari Salinas, Camino Iturria, Mª Dolores Díaz Moreno, Mª Jesús Ruiz de Azagra Támara, Mª de los Ángeles Pérez-Zubizarreta Aguado, Lola Aldaz Pastor, Uxua Hernández Zaratiegui, Mª Villar Guillorme Lázaro, Mª Teresa Iñarra Castiella, Mª Carmen Berasáin López, Inmaculada Balenzategui Hernández, Mª Antonia Gallo López, Mª Isabel Sarobe Castilla, Mª Asun Notivol Tejero, Carmen Fernández Marcilla y Paloma Rabanal Jarauta Exalumnas del colegio Ursulinas

1 comentario:

El tiburón del Arga dijo...

Cada noticia y cada testimonio de esta índole son para mi como si me desgarrasen un poquito la piel cerca del corazón.
Yo no soy nadie para juzgar a los demás, pero está claro que la magistratura sí. No deseo mal a nadie, pero en este asunto como en tantos otros, a quienes me gustaría saber apoyar es a las víctimas. Y ojalá que la Iglesia en su conjunto también lo hiciera, porque aún siendo cierto que hay demasiados voluntarios para ensañarse con ella, a mí me avergüenza tanta pasividad, cuando no complicidad. ¡Basta ya!