martes, 15 de febrero de 2022

"Carta navarra", de Iñaki Iriarte

Amigo Iñaki: entre cruzarse de brazos y expulsar a Sayas y Adanero hay posturas más inteligentes que pueden salvar a UPN de la crisis. La peor salida, la expulsión. UPN no puede permitirse el lujo de prescindir de dos parlamentarios que gozan de la simpatía de la mayoría de la militancia y, presumiblemente, del electorado.
OTRAS VOCES A FONDO POLÍTICA EL MUNDO, VIERNES 11 DE FEBRERO DE 2022
Carta navarra                                                                                                          por Iñaki Iriarte
El autor argumenta a favor de la expulsión de los parlamentarios de UPN que no respetaron las órdenes de partido en la votación sobre la reforma laboral en base al concepto de representación parlamentaria
Es comprensible que UPN considere que ya no puede confiar en su trabajo y les reclame el acta
Defenderlos solo daña a la única opción política que ha servido para frenar el avance del separatismo

En la primera de las Cartas Persas Usbek pide a su amigo Rustan que le informe de lo que se dice en Isfahan acerca del viaje que acaba de emprender. "De sobra sé que no cuento con la aprobación de muchos". Yo inicio esta carta consciente también de que voy a contar con la desaprobación de muchos columnistas que durante estos días han opinado sobre el voto de los diputados Carlos García Adanero y Sergio Sayas en el pleno del 3 de febrero.
"Sayas y Adanero tienen mi respaldo y admiración"
En estas circunstancias. debo emprender la clásica captatio benevolentiae: admiro a la mayor parte de esos columnistas y. particularmente, a quien a mi juicio es la más brillante, Cayetana Álvarez de Toledo (autora de una tribuna sobre esta cuestión. A los diputados de todos los partidos). Tengo una buena relación personal con los dos parlamentarios protagonistas y les agradezco su trabajo en defensa de lo que, en el fondo, ha estado en juego en Navarra desde 1978: la libertad y la unidad de los españoles. Ambos dieron la cara -como todos los demás afiliados de UPN- en un tiempo en que yo, he de confesar, me dedicaba a escribir algún articulo en la prensa regional y a mis clases de Pensamiento Político en la Universidad del País Vasco.
Escaso feeling
Dicho esto, el pleito suscitado se me antoja extraordinariamente claro: dos diputados votan lo contrario de lo que les ha ordenado su partido; comprensiblemente, éste considera que ya no puede confiar en su trabajo y les reclama el acta. En definitiva, nada que no sucedería en cualquier otra formación política.
Se ha argumentado -ciertamente, no por parte de Álvarez de Toledo- que quien está de facto alterando el mandato del partido y la voluntad de sus votantes es la dirección de UPN, que «se ha vendido al sanchismo». Sin embargo, el Consejo Político del partido -su Parlamento- respalda a la dirección. Se responde que también este consejo se ha vendido. ¿No sucederá más bien que los órganos de ninguna formación pueden cruzarse de brazos cuando no se respetan sus mandatos?
Se replica que debería consultarse directamente a los afiliados. En ese caso, digamos adiós al principio de la democracia representativa y destituyamos, no a dos, sino a todos los diputados del Congreso.
En España, como en casi toda sociedad más grande que una comunidad de vecinos, la democracia debe tener un carácter representativo. Y a lo primero que se compromete todo representante es a dejar de representarse a si mismo, para poder representar a otros. Por eso, ya no puede actuar conforme a lo que le dicta su fuero interno. Si quien se postula para representarnos nos anuncia su intención de dejarse guiar por su «conciencia» -lo que sus adversarios llamarían «sus intereses personales»-, difícilmente podríamos votarlo. Su comportamiento será imprevisible y no cabría reclamarle ninguna explicación. Cayetana Álvarez de Toledo presenta la decisión de los dos diputados como un ejercicio de responsabilidad, en su calidad de representantes del conjunto del Pueblo Español, contra una partitocracia, que seria uno de nuestros grandes males.
Adanero denuncia la paliza que un grupo
de menas propinó a su hijo
Sin embargo, un partido no es otra cosa que un grupo de votantes organizado para ayudar a un candidato a recabar apoyos populares y ayudar a los demás votantes a exigirle cuentas por sus actos. Sin esa asociación de votantes, los representantes estañan abocados a representarse solo a si mismos y, en la práctica, en cada pleno habría que entablar 349 negociaciones por separado. Si, además, a los diputados les fuese lícito votar lo contrario de lo que habían dicho que iban a hacer, cada votación seria como jugar a la ruleta... y tampoco comprometería a nadie. Hobbes lo explicó con claridad: si no se respeta la palabra dada, no se puede llegar a ningún pacto y, sin pacto, la política desaparece.
El hecho de que tantos columnistas hayan bendecido un comportamiento que, si se repitiera mañana en otros partidos, tildarían de rebelión, se explica, por lo menos en parte, por el limitado conocimiento que percibo tienen de lo que defiende UPN y de Navarra, esa comunidad que en pleno siglo XXI insiste en denominarse no autonómica, sino foral.
Lastra insiste en acusarles de "transfuguismo".
Este foralismo no es ni mucho menos una suerte de prenacionalismo rancio, pero todavía apegado a la idea de España. No es tampoco un orgullo cateto por las jotas, enfrentado a otro orgullo cateto por el levantamiento de piedras. Prescindan de las caricaturas: no somos Villarriba contra Villabajo. Tampoco el fuero consiste en contribuir a la hacienda común con menos de lo que nos corresponde (y por eso reclamamos que sea solidario con el resto de España).
La idea de fuero -que, como otros conceptos políticos modernos, como soberanía o constitución, incorpora un mito- consiste sencillamente en una forma de entender la política como un pacto de longue durée. Un pacto cuyo contenido actualizan los vivos, pero que a la vez se reclama asentado en el pasado y orientado al porvenir. Un pacto entre navarros -de la ciudad y del campo, de la parte euskaldun y de la romance, de los individuos y el conjunto-, pero también un pacto con los demás españoles.
El fuero incluye, además, la primacía del derecho como elemento fundante de la comunidad politica, frente a la etnia o la lengua, e introduce las virtudes de la fidelidad, la libertad y la prudencia como ingredientes necesarios de toda constitución hecha para durar. Es Chesterton y Belloc, antes de Chesterton y Belloc. Es Burke en traje de roncalés. Un derecho histórico, sí. Pero ¿para qué existe el derecho, si no es para asegurar que lo pactado ayer sea respetado mañana? Lejos de ser un anacronismo en pleno siglo XXI, es una fórmula de convivencia que la experiencia demuestra que ha servido para sustentar una comunidad próspera y leal a España.
Habrá quien crea que, extinguido el foralismo, la Nación Liberal podrá reinar en Navarra. No. La decadencia del foralismo en el País Vasco sólo trajo consigo la hegemonía del separatismo (el sentimiento de lo local, ya sin el corsé de la fidelidad al pacto).
En Navarra sucedería lo mismo. Por eso, convertir la decisión equivocada de dos diputados en un «acto de responsabilidad ante la Nación» y ver en la lógica decisión de los órganos legítimos de su partido «una ruptura con el electorado navarro», solo daña a la única opción política que ha servido para frenar con éxito el avance del separatismo y su proyecto de ruptura de la convivencia.
Iñaki Iriarte es parlamentario Foral de UPN y miembro de su Consejo Político

3 comentarios:

mirlos-gallos-y-halcones.blogspot.com dijo...

Hola. No estoy al día de como se forma el Consejo Político de UPN, por similitud con otros partidos políticos, el presidente elije a su consejo político, por tanto nunca va a estar en oposición a la dirección.

Juan Manuel Apesteguia Diaz dijo...

Desde Gijón y siendo fiel seguidor de las intervenciones de Adanero y Sayas en el Congreso de Diputados, comparto esta carta de Iñaki Iriarte; Navarra y UPN, no puede permitir prescindir de ellos.

Unknown dijo...

Hago mío de principio a fin lo dicho por Iñaki Iriarte.