sábado, 31 de julio de 2021

Crónicas Valdorbesas (3). Un suceso inesperado

Peña Unzue (dibujo Jorge Arranz)
En un sermón de más de hora y media, exigió una procesión purificadora a la ermita de Santa Emeteria  y ordenó al cantero que esculpiera un capitel en el que se condenaran los pecados cometidos desde la llegada de Desmains

Un suceso inesperado
A finales de septiembre, cuando ya se barruntaba el otoño, llegó al pueblo un amigo de Desmains conocido en uno de los viajes, que volvía ya camino de Francia. Así que éste quiso aprovechar la oportunidad para enviar a su casa una parte del material acumulado en los últimos tiempos. Y en la mañana del 29 de septiembre, los franceses bajaron a la calle seis maletas repletas de daguerrotipos que pensaban colocar a lomos de un mulo que el amigo de Desmains llevaba consigo.

La curiosidad y el deseo de ayudar convocaron al lugar a varios vecinos y a Don Trinidad, que pensaba despedirse del nuevo amigo. Pero cuando la cuarta maleta estaba a punto de ser amarrada a la caballería, ésta vino a caer contra el suelo por el afán de cada cual de aportar un poco de colaboración y abrió, dejando sobre la calle varias docenas de placas. Primero fue la confusión, pero dos segundos más tarde, el silencio alcanzó densidades plomizas, cuando todos vieron entre el cúmulo de imágenes varios retratos de mujeres desnudas.

Rápidamente, Desmains, su amigo y el cura recogieron cuanto había sido desparramado y cerraron la maleta que, en un abrir y cerrar de ojos, colgaba del mulo como las otras cinco. El porteador partió al trote y la reunión se disolvió en silencio, dejando a Desmains en medio de la calle sin hallar las palabras con que explicarse. 

Cuando aquella noche el autor de cientos de fotografías sobre Iracheta y sobre toda la Valdorba llegó a casa de Don Trinidad, éste ya había flagelado su cuerpo en tres ocasiones por haber permitido al diablo llegar hasta aquellos extremos, por haberlo frecuentado y, sobre todo, por no haber cumplido a rajatabla la orden del obispo de acompañar al viajero en cada visita que hiciera a cualquier casa. 

De nada sirvió que éste intentara explicarle que aquellas fotos habían sido hechas a modelos de Zaragoza y que su actividad en Iracheta nunca se dirigió por esos derroteros del arte. Al contrario, cada vez que Desmains llamaba arte a aquello que él mismo había visto, a aquel acto de lujuria y provocación, su cólera crecía y sus ojos enrojecían más. ¿Cómo sabía que aquellas escenas no se habían repetido en Iracheta? ¿Cómo garantizaba ahora la castidad y el pudor de las mujeres del pueblo? ¿Quién le garantizaría que ninguna de ellas -y de alguna empezaba a dudar- había sucumbido ya a los peores pecados, a la lujuria, al adulterio y al exhibicionismo? ¿Y qué arte maléfico encerraba aquella caja? ¿Qué encantamientos?

"La Serpiente antigua que es el Diablo"
Aquella noche, Don Trinidad escribió el sermón más furibundo contra sí mismo por no vigilar con celo la moral de su pueblo, contra las mal llamadas artes, contra los avances de la ciencia, que viene de la mano del diablo, contra Francia, y contra la mujer, animal pecador y provocador de pecados; y al día siguiente, a la sazón domingo, la iglesia entera retumbó conmovida por su voz, convertida en pura cólera, en grito desaforado.

En un sermón de más de hora y media, exigió entre otras cosas la celebración al día siguiente de una procesión purificadora a la ermita de Santa Emeteria, virgen y mártir, todavía en construcción, y ordenó al cantero que esculpiera un capitel en el que, de forma alegórica pero clara, se condenaran los inefables pecados cometidos desde la llegada de Desmains.

Francés y daguerrotipo
Ni aquel día ni los siguientes se vio al francés y fue el propio alcalde el que, barruntando que no cobraría la última renta de la casa alquilada a aquél, se llegó hasta la misma y comprobó que del hijo del demonio -así lo llamaba el cura ahora- no quedaba ni rastro.

Ya nunca se supo de él en Iracheta ni en otros pueblos, pero su fama creció en todo el Valle y aún más en tierras más lejanas. Y en la Valdorba, donde la fantasía alimentó la inanidad de los hechos reales, comenzaron a oírse historias increíbles sobre el aparato y su dueño que terminaron por crear, no uno, sino varios mitos y, en todo caso, generaron un visceral rechazo hacia el binomio formado por lo francés y la fotografía, hasta el punto de que hubo que esperar un nuevo embate del desarrollo, 40 años después del suceso aquí contado, para que las autoridades civiles y eclesiásticas de la veintena de pueblos levantaran el veto a todo aquel que se acercara con una extraña caja provista de un ojo y que se mantenía sobre el suelo con un trípode.

1 comentario:

Carmelo dijo...

Fantásticos relatos Pachi, hasta dónde puede llegar la mente cuando está contaminada con muchos prejuicios, la ignorancia y esa mente retorcida que manejaba la iglesia.
Tremendo, sin duda.
Navrazon, Pachi.