25.02.21 Sala de Armas Ciudadela. Tomás no vino a la cita |
“Querido Tomás,
El otro día me llamaste para despedirte y darme las gracias. Y yo, que nunca he querido ver que te nos ibas, farfullé unas palabras sobre esto y aquello, porque nunca estuve preparada para decirte adiós. El adiós era -y es- demasiado doloroso para mirarlo de frente..." (Fátima Frutos, Asociación Navarra de Escritores)
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El 25 de febrero pasado, la Sala de Armas de la Ciudadela acogía una mesa redonda en torno al libro 'Cosas de la Vieja Iruña', la nueva obra del historiador Juan José Martinena, con Pamplona como protagonista.
Además del autor, se iban a dar cita Jorge Urdánoz Apezteguía, director del área de Cultura e Igualdad, editora de la publicación; Ana Hueso Pérez, directora del Archivo Municipal del Pamplona; Tomás Yerro, escritor, profesor y catedrático y recientemente galardonado como Premio Príncipe de Viana de la Cultura, y José Miguel Iriberri, escritor y antiguo subdirector de Diario de Navarra, el rotativo al que pertenecen la gran mayoría de los artículos que se recopilan en el libro.
Cuando Martinena nos comunicó que Tomás Yerro no podía venir por una indisposición, no tardé mucho en sospechar el motivo.
Al llegar a casa, entré en la hemeroteca de Diario de Navarra y allí estaba el artículo que recordaba haber leído: un obituario que, año y medio antes, el propio Tomás había dedicado a alguien que había conocido "en un box de quimioterapia del Hospital de Día de Oncología del Complejo Hopitalario de Navarra el pasado 6 de mayo":
Estaba claro.
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A pesar de haber estado ambos en el Seminario (él, un curso menos que yo), de haber estudiado en la misma Universidad, aunque carreras distintas; de habernos dedicado a la enseñanza... Hemos estado siempre cerca, pero creo que sólo hemos coincidido en la presentación de un poemario de Rebeca Elizalde, lerinesa como él.
Una pena que la única entrada, a él dedicada en Desolvidar, sea la de la despedida.
Hasta pronto, Tomás, y descansa en paz.
Diario de Navarra Viernes, 30 de agosto de 2019
Obituario
ALONSO CRUCES RODRÍGUEZ, UN EMIGRANTE EXTREMEÑO Tomás Yerro
La primera vez que lo vi
me llamaron la atención
su figura estilizada, sus
ojos pequeños y vivarachos, muy expresivos por su dulzura e inteligencia, y sobre todo
su elegante serenidad. El encuentro tuvo lugar en un box de
quimioterapia del Hospital de
Día de Oncología del Complejo
Hopitalario de Navarra el pasado
6 de mayo. Al momento se estableció entre nosotros una corriente mutua de simpatía, que
facilitó el intercambio de informaciones sobre nuestro estado
de salud, biografía y cuestiones
de actualidad social y política. Pocas veces había escuchado a alguien hablar con tanto amor y entusiasmo de todos y cada uno de los
miembros de su familia nuclear.
Alonso Cruces Rodríguez había nacido en el pueblo de Campanario (Badajoz) el 28 de enero
de 1936. Segundo de cinco hermanos, en aquellos difíciles años
de la posguerra solo pudo cursar
los estudios básicos. A la temprana edad de diez años ya ayudaba
a su padre en diversas faenas
agrícolas y en el cuidado de los
animales, y muy en particular de
las ovejas, ocupaciones en las
que, muy precoz, acreditó una
más que notable capacidad laboral y sentido de la responsabilidad. Después de un noviazgo de
ocho años, se casó con su paisana
Ángela Gallardo el 30 de noviembre de 1963 en su localidad natal.
Tuvieron dos hijas, Inés y Julia, y
tres nietas: Patricia (26 años), Natalia (21) y Tamara (19). A los pocos meses de la boda, el matrimonio, fiel exponente del masivo
éxodo rural de la época, se trasladó a Ermua (Vizcaya), que poco
antes había conocido en compañía de un hermano suyo y de varios primos. Se emplearon en la
construcción. Después de tres
años de duro trabajo (las hijas nacieron en 1965 y 1966), en 1968 la
familia se instaló en Pamplona,
donde echó raíces definitivas.
Durante los cinco primeros años
en la capital navarra bregó como
enconfrador y más tarde, hasta
su jubilación, como conserje.
El trabajo y la familia han sido
sus ocupaciones predilectas. Entre sus aficiones figuraban la horticultura, que cultivaba en una
huerta en Orcoyen, y su entusiasmo por el Barça, a cuya dolorosa
derrota contra el Liverpool en
Anfield en la semifinal de la
Champions atribuía el agravamiento de su enfermedad. Alonso irradiaba alegría, paz y bondad a raudales. He tenido el privilegio de gozar de su amistad y
magisterio durante un tiempo,
ay, demasiado breve, magisterio
que se ha enriquecido con las lecciones de su esposa, hijas y nietas, que lo han cuidado con un cariño excepcional.
Alonso Cruces falleció en el
Hospital San Juan de Dios de
Pamplona el pasado 18 de julio.
Descanse en paz.
Tomás Yerro, escritor, es amigo del
fallecido
1 comentario:
Como siempre,grande Tomas
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