En cuanto vi, hace unos días, la imagen de Joan Báez tocando la guitarra delante de esa roca y el generoso texto de la derecha, supe que iba a recuperar un par de horas de mis 18 años.
En agosto de 1968, la familia empezamos a vivir en la Plaza Obispo Irurita. Carlos había montado un equipo de música excelente cuyas prestaciones enseñaba encantado a todas las visitas. Y no te digo nada de los centenares de discos, sobre todo de música clásica, perfectamente ordenados en las estanterías del mueble del cuarto de estar.
Muy cerca del aparato había unos cuantos LPs sueltos de música moderna y elegí "Lo mejor de Joan Baez" (1965). Mientras escuchaba las canciones, iba leyendo el texto de un admirador total de la cantante: "Allí arriba hay un pico solitario, erguido en medio de nosotros: Joan Báez". Me enganchó y lo disfruté.
Cuando, 60 años después, lo he redescubierto, he comprobado que nadie lo había subido a la Red y me ha parecido de justicia que lo suba Desolvidar. Aquí lo tenéis:
Un tributo a Joan Báez, por Langston Hugues
Una vez, de niño, estuve viviendo una temporada en Colorado.
Recuerdo las montañas de allí, con sus picos puntiagudos que a veces parecían flotar por encima de las nubes, como si no tuvieran cuerpo. Terrenales, sin embargo, y solitarios. La blancura esponjosa de las nubes, por la mañana, entre la base y la cumbre, a lo largo de toda la cordillera. Yo conocía cada base y el pico que le correspondía, y sabía que cada pico arrancaba de la falda misma de la tierra. Cada pico y cada ladera constituían una unidad, juntos, una sola cosa. Pero cuando las nubes bajaban flotando cerca de la tierra, separando los pies de las laderas, hacían parecer cada pico como abandonado, completamente solo, alto y solitario, aislado.
Allí arriba hay un pico solitario, erguido en medio de nosotros: Joan Báez.
Como el agua cuya superficie se riza fresca como un torrente de montaña, luminosa como el resplandor del sol por encima de las montañas en Colorado. Y sin embargo, con un cuerpo lleno del calor de la vida, como ustedes y yo. Y pies, pies que tocan la tierra, el suelo, los escenarios, con o sin zapatos. Pies humanos como los de usted y míos: Joan Báez.
Erguida, cantando sola. Dos manos que sostienen y dedos que pulsan las cuerdas de una guitarra, unos labios que lanzan una canción, pero una canción que no pertenece a nadie, solo a ella: Joan Báez.
Hay algo que notar a propósito de Joan Báez y de su repertorio. Aunque sus canciones provienen de muchas regiones americanas o extranjeras y de varios orígenes, anónimos o compuestos, Joan Báez no intenta ser brasileña cuando canta una canción brasileña, negra al cantar un "spiritual" o inglesa al interpretar una balada inglesa. Quizás es esto lo que se llama una obra de arte, una obra de arte individual que se personaliza. Así, en aquellos momentos en que canta, Joan Báez se convierte en una obra de arte. No hay cursilería alguna en su manera de cantar. Todo es puro arte. Una canción de Báez es Joan Báez misma. De otra forma, y habitualmente, cuando no canta, Joan es un ser humano como cualquiera de nosotros -pies y manos, un cuerpo, una garganta, una boca-. Pero cuando canta de forma tan singular, ella es la canción y la canción es suya. No importa quién la cantó primero o quién la escribió primero. La canción es de ella y ella es la canción. Y por eso, sencillamente, arte.
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| 1963 Joan Báez y Bob Dylan |
Desde la conocida y emocionante melodía del sur de Estados Unidos, "La casa del sol naciente", hasta las canciones brasileñas "Mulher Rendeira" y "Manha de carnaval". Con gran musicalidad, Joan Báez va de la pura canción folclórica a la complejidad y sutileza de las melodías de Brasil, pero unas melodías en las que el sentimiento folclórico, aunque sudamericano, está tan profundamente arraigado que al cambio no sorprende en modo alguno lo mismo que el idioma.
"La casa del sol naciente" es motivo de apasionadas discusiones entre los folcloristas para determinar si esta balada, profundamente emotiva, que nos cuenta la historia de las desventuras de una pobre chica, es de origen negro o blanco. Recogida en un principio en 1937, por John y Alan Lomax, que la oyeron cantada por un grupo vocal blanco de Kentucky, esta canción se transformó pronto en un estándar del repertorio de los cantantes folclóricos negros. La melodía, sin embargo, tiene indudablemente un sonido de color.
"Todas mis penas" y "A orillas del Ohio" son dos muy antiguas baladas americanas. "Penas" probablemente data de antes de la Guerra de Secesión, y las andanzas de esta preciosa canción de cuna son difíciles de retrazar. Sin embargo, después de transcurrido largo tiempo, fue redescubierta en las Bahamas y traída de nuevo a Estados Unidos. La madre canta: "todas mis penas, Señor, pronto acabarán...". "A orillas del Ohio", la tierna y dramática historia del que mata a su amada, movido por los celos, fue la canción favorita de los cantantes folclóricos hace varias décadas. Joan, aquí, hace estilísticamente una reconstitución de las interpretaciones de aquellos.
De la misma región, Ohio, nos llega "Lily of the West", aunque su remoto origen es inglés.
Contrastando con la antigüedad de estas baladas, que datan por lo general del siglo pasado, "No soy yo, Baby" pertenece totalmente a nuestros días y fue compuesta por uno de los trovadores contemporáneos de más talento, Bob Dylan.
En su origen, "Camino Solitario" fue un "Jubilee" o canto religioso negro. Este espiritual de corta línea melódica se transformó luego en un secular lamento de amor que ha sido recogido con diversas variantes en el Sur y en el Medio Oeste de Estados Unidos. En el polo opuesto de "Camino Solitario" está "No volveremos a ser vagabundos", una adaptación de Richard Dyer Bennett sobre un poema de Lord Byron.
Sumamente extraños son los caminos que sigue la música folclórica. "Donna, Donna", compuesta hace muchos años para el teatro musical "Yiddish" por Sholom Secundo, con letra de Aaron Zeitlin, fue una canción muy popular durante mucho tiempo entre los cantantes folclóricos judíos. Se han hecho varias traducciones al inglés por otros intérpretes, sin embargo, ésta más reciente resulta excelente.
"Aguas Peligrosas" constituye un caso curioso de mutua influencia tanto musical como rítmica, entre América y África. Este lamento historia de una desventurada muchacha, proviene de la Costa de Oro y fue creado en los cafés de la alta sociedad bajo el patronato de los pobres y más pobres, en donde una nueva música americano-africana-occidental con extraordinaria fuerza poética y rítmica, está surgiendo en la actualidad.
Sin embargo, la realidad actual, prácticamente sacada de los titulares de los periódicos, encuentra eco en "Regresaremos", cuya grabación fue hecha durante un concierto público en el Miles College de Birmingham, Alabama. El disco ha grabado para la historia este canto que vibra lleno de fe y de esperanza.
Joan demuestra una aguda sensibilidad, captando el significado de cada canción que interpreta y comprendiendo su contexto social e histórico. Estas canciones cobran nueva vida cuando las interpreta, porque sabe identificarse con ellas, ser ella misma el núcleo de cada pieza cantada y darle al mismo tiempo personalidad, transformándola así en una extensión de su propia experiencia. Y si la canción tiene algún significado emocional para nosotros, crea un vínculo de simpatía entre nosotros y aquellos que la escribieron y la cantaron. Joan Báez y sus canciones nos dan esta sensación de terreno común, de raíces en el pasado, del acopio de experiencia compartida y que nos une a ella.
Nota: Yo leí este magnífico texto, como muy pronto, en agosto de 1968. Para entonces, Langston Hugues, su autor, ya había fallecido en 1967. Esto lo he sabido ahora.
Báez, nacida en 1941, anunció en 2019 su retirada de las actuaciones en vivo con su gira de despedida Fare Thee Well Tour, siendo el último concierto de esta gira el que ofreció en el Teatro Real de Madrid el 28 de julio de dicho año.
De Bob Dylan, pareja de Báez de 1963 a 1965 ("Bob Dylan me rompió el corazón, fue devastador"), baste con decir que en 2016 recibió el Premio Nobel de Literatura.




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