viernes, 21 de noviembre de 2025

Manuel Arizcun, asesinado por católico

Errazu, pintado por él. Dcha. Su sepultura en la nave central de San Agustín
Una tarde entré en la parroquia de los Redentoristas para descansar de mi paseo. Sobre una mesa estaba este folleto sobre Manuel Arizcun, de quien no sabía nada. Me parece de justicia difundirlo.
De familia baztanesa, está sepultado en la nave central de la parroquia de San Agustín. Fue asesinado en el 36 por profesar su fe católica.

Manuel Arizcun Moreno (Wikipedia) MÁRTIR SEGLAR 1892-1936
PRESIDENTE DIOCESANO DE LA ACCIÓN CATÓLICA EN NAVARRA

Sus raíces familiares
A lo largo de la historia, multitud de cristianos han confesado su fe en Cristo con el testimonio supremo del martirio. Siempre que ha podido, la Iglesia ha mantenido viva su memoria, pues, como nos lo recordaba recientemente el papa Benedicto XVI, "en su testimonio se manifiesta de modo supremo el amor de Dios". Este es el caso del mártir seglar navarro Manuel Arizcun Moreno.

En los soportales, la bajera que su familia
cedió a la Asociación Católica de Padres
Manuel nació en Madrid el 22 de abril de 1892, aunque toda su familia era oriunda del Valle de Baztán. Fue el quinto de los hijos de Ramón Arizcun y de Julia Moreno, una familia de profundas convicciones religiosas que tuvo siete hijos, de los que dos morirían mártires: Manuel y Alejandro, este último en Madrid, acompañado por cuatro de sus hijos. Manuel pertenecía a una familia de larga tradición militar, por lo que a los dieciocho años ingresó en la Academia de Infantería de Toledo. Ocho años después, el 22 de julio de 1918, contrajo matrimonio en Errazu con la también baztanesa y prima suya Pilar Zozaya Iturralde. Tuvieron nueve hijos: María del Pilar, Pedro María, María Luisa, Javier, María del Carmen, María de la Concepción, María del Rosario, María Dolores y Miguel Ángel. A finales de 1928 la familia se estableció de modo definitivo en Pamplona, en el número 7 de la Plaza del Castillo. Nada más llegar a la capital navarra, comenzó a colaborar como feligrés en la parroquia de San Agustín, a donde bajaba a Misa con su numerosa familia. Movido por sus profundas convicciones religiosas, abandonó su brillante carrera militar -era ya Comandante de Estado Mayor- el 3 de julio de 1931, a las pocas semanas de proclamarse la II Republica, al ver la impasibilidad de las autoridades ante la quema de conventos e iglesias iniciada en España. A partir de entonces y hasta su martirio, se dedicó plenamente a su familia y a una intensa labor apostólica en la Acción Católica.

Un hogar cristiano
Su esposa, Pilar Zozaya Iturralde. Manuel, con uno de sus hijos, en 1920
Manuel, esposo delicado, vivió una profunda vida familiar, impregnada de un hondo sentido cristiano. Estaba mucho con sus hijos y colaboraba en su educación, intentando "sorprender el natural de cada uno de ellos y encaminarlos ala virtud, con constancia y energía. Y todo ese trabajo, con entrañable cariño; cariño que sorbían sus hijos pues, al verle muy de lejos, se le disparaban como flechas a los brazos", refería don Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona.

Así lo cuenta su hija Conchita: "Recuerdo un ambiente familiar de bulliciosa alegría, en la que había unos espacios de tiempo, que yo los vivía ya como trascendentales, cuando nos encontrábamos todos unidos ante la presencia de Dios-Padre, más importante que mis padres: la bendición y acción de gracias de la mesa, el rezo diario del rosario... La gran fiesta anual era la Navidad.

Toda la familia, con mi padre dirigiendo, participábamos en la obra de construir "el nacimiento", que ocupaba todo el despacho y se convertía en el centro de reunión de la familia para rezar, cantar villancicos y tener la catequesis referente al 'Misterio". La Misa de Gallo, en San Agustín, a la que asistíamos toda la familia (menos los más pequeños), seguida de un refrigerio en casa, daba comienzo a las fiestas.

También vivíamos intensamente los acontecimientos y celebraciones religiosas durante el año: la Misa diaria, la Semana Santa, la procesión del Corpus,... Mis padres nos inculcaron claramente, sin ambigüedades, una categoría de valores humanos: la vida de la fe cristiana, en primer lugar, la franqueza, la lealtad, el cumplimiento del deber, no claudicar ante el esfuerzo y las dificultades, saber pedir perdón y saber perdonar, la compasión ante los pobres y para con los hermanos que sufren..." Como a Manuel no le faltaban dotes artísticas, hacia fotografías, tallaba muebles en madera, pintaba al oleo, dibujaba... y de su propia mano fueron los carteles que anunciarían las Jornadas Diocesanas de Acción Católica de 1937, celebradas en recuerdo suyo.

Presidente de la Acción Católica de Navarra
Directiva de la Asociación Católica de Padres de Familia de Navarra en enero de 1934
Además del cuidado de su familia, su actividad fundamental tras renunciar a su carrera militar, fue la del testimonio público de su fe cristiana. Primero trabajó, desde enero de 1932, en la Asociación Católica de Padres de Familia de Navarra, de la que fue vicepresidente, y para la que su familia cedió la bajera de su domicilio.

Con ellos recorrió numerosos pueblos de Navarra en actos de propaganda católica, impulsando la Asociación en difíciles circunstancias históricas y defendiendo el derecho de los padres a que sus hijos pudieran recibir formación religiosa en las escuelas. Buen orador, sus vibrantes intervenciones llegaban a los asistentes con facilidad. "Cómo se emocionaba cuando llegaba en sus discursos el asunto de la educación de los hijos. «Pienso en los míos», nos decía", contaba don Marcelino Olaechea. En mayo de 1934, el obispo lo nombró presidente diocesano de la Acción Católica de Navarra, importante asociación de seglares que colaboraba directamente con la jerarquía de la Iglesia en la realización de sus apostolados. Desde entonces y hasta el momento de su martirio, Manuel Arizcun desplegó una extraordinaria actividad pública; con una energía infatigable, multiplicó sus intervenciones por todos los rincones de Navarra, y desarrolló un inmenso y fecundo apostolado.

"Era valiente; nada le arredraba, con prudencia y energía hizo frente a las dificultades con que tuvo que luchar durante su apostolado. Decía las cosas con mucho ingenio y con la franqueza de quien tiene bien perfiladas las ideas. Sin embargo, esa claridad no le alejaba las voluntades, pues era hombre humilde, oía con gusto a todos y salpicaba la conversación con sales de ingenio", señalaba don Marcelino Olaechea. Durante su presidencia, la Acción Católica de Navarra alcanzó un gran vigor: la rama de mujeres se estableció en 58 parroquias; la juventud femenina se implantó en parroquias de 15 pueblos, además de las de Pamplona; la juventud masculina comenzó a funcionar en 8 localidades rurales y en Pamplona ya contaba con centros en las parroquias de San Nicolás, San Agustín, San Juan Bautista y San Lorenzo. El 26 de mayo de 1935 se constituyó en Azagra la unión diocesana de centros parroquiales, con la asistencia del presidente nacional, Manuel Aparici. El 20 de agosto y el 3 de octubre de 1935 se celebraron dos jornadas con ocasión del "Día del Consiliario", en las que participaron alrededor de doscientos sacerdotes.
Izda. 1934, enero, Arizcun en el salón de actos de los Salesianos
Dcha. 
clausura Jornadas Diocesanas de la ACN en enero de 1936
El 24 de noviembre de 1935, a los pocos días de la entrada del nuevo obispo de Pamplona, don Marcelino Olaechea, más de 4.000 jóvenes de la juventud católica celebraron una concentración en Estella, a la que asistió el prelado de la diócesis. Del 7 al 12 de enero de 1936 se organizaron las "Jornadas Diocesanas de Acción Católica" en la iglesia de Santo Domingo de Pamplona, y Manuel Arizcun trazó la historia del desenvolvimiento de la Acción Católica en Navarra, desde su fundación, con sus primeros avances y sus primeras dificultades. El último día, varios propagandistas visitaron catorce pueblos, Manuel Arizcun estuvo en Cadreita y Arguedas. Su último discurso lo pronunció el 3 de junio de 1936 en el Seminario de Pamplona, con motivo de la fiesta del Papa. En él sintetizó su triple amor, que le llevaría al martirio: Jesucristo, la Iglesia y el Papa. Su intervención impresionó tanto al obispo de Pamplona, que afirmó que nunca había oído a nadie hablar del Papa y de la Iglesia con tanto amor. Estas fueron algunas de las palabras de Manuel Arizcun: 
Imagen de los actos de la juventud católica en Estella (Navarra) en noviembre de 1935
"El Papa es la personificación de la historia de la Iglesia, historia que, como un rayo de luz, parte del Gólgota alumbrando los caminos de la humanidad y abriendo tan amplios horizontes que ante ellos son mezquinos todos los buscados por los hombres al constituirse en sociedades, porque si las sociedades, llámense como se quiera, nos dieron territorios, la Iglesia nos da el camino para alcanzar la patria inmortal; si esa sociedad nos dio los héroes, la Iglesia nos da los Santos y los Mártires, que conquistan misericordias para el mundo; si esa sociedad nos dio las leyes políticas, la Iglesia nos da la ley de los mandamientos, que no prescriben ni pasan; si esa sociedad proporcionaba carabelas que surcaban mares desconocidos, la Iglesia nos da esa Fe que hace milagros y obra maravillas y que, dando a la mente la idea de lo infinito, la acerca a Dios y, poniendo en el corazón esa Fe, la levanta al holocausto, en la esperanza de que va a vivir en otro mundo mejor, por virtud de la inmortalidad del alma y de Cristo, que la encaminó a las regiones de los eternos deleites, después de probarla en el penar de los pasajeros sufrimientos". Y concluía diciendo: "¡Creo, Señor! Creo, Señor, porque, aunque no me hubieses dado más pruebas de vuestra divinidad que el milagro de la Iglesia y la permanencia de su cabeza visible, tendría que creer". Toda esta inmensa actividad evangelizadora surgía de una piedad profunda y una sólida formación doctrinal. Era hombre de oración. Cada mañana asistía a la misa de ocho en su parroquia de San Agustín y recibía la Eucaristía. Su piedad era sincera y viril, muy lejos de toda mojigatería. Además, cultivó su inteligencia cristiana con un estudio profundo de las encíclicas de los papas, los temas de cursillos para obreros y el manual clásico de la Acción Católica. A esto se refería don Marcelino Olaechea cuando decía: "clara inteligencia, sólida instrucción cristiana, fe y piedad ardiente, vida intachable y obediencia a la voz de la iglesia, hicieron de él un apóstol".

El testimonio del martirio
Vista general de Suances (Santander)

Su intenso apostolado sería coronado pocas semanas después con la gloria del martirio. Al estallar la Guerra Civil, Manuel se encontraba de vacaciones con toda su familia en la casa que tenía su madre en el pueblo cántabro de Suances.

Su militancia católica era también conocida en Santander porque tomaba parte en actos de la juventud de Acción Católica. Por eso, nada más estallar el conflicto, las fuerzas del Frente Popular le sometieron a una estrecha vigilancia; podría haber regresado él solo a Pamplona por los montes, pero no quiso abandonar a su familia en aquellas circunstancias. Se puso confiada y serenamente en las manos de Dios, recibiendo ocultamente el Pan de la Eucaristía. Lo refiere el obispo de Pamplona, don Marcelino Olaechea: "Presentía don Manuel que había llegado la hora de dar la vida por Jesucristo; y se mostraba desasído del apego natural a la tierra. Dios preparaba su siervo a la agonía. Un santo sacerdote burgalés seguía diciendo Misa en el escondrijo de un albergue de Suances. En este sacerdote, maestro y bienhechor de tantos pobrecitos reducidos a la última miseria, pensaba don Manuel: le socorría con su limosna, protestaba del desamparo en que le tenía el miedo de los católicos, y, viéndole sin abrigo, le regalaba su mismo impermeable. A su casa acudía, por medio de sus hijos y con pretextos bien estudiados, para recibir de él el Pan de los fuertes. ¡Qué estaciones! ¡Qué hora santa, más santa! ¡Qué comunión aquella que fue la última! Cuando don Manuel mostraba a los suyos la Hostia divina y decía, sollozando, todas las palabras de rito: «Ecce Agnus Dei, Ecce qui tollit peccata mundi». Su hija Conchita recuerda que, "en aquellas circunstancias, los pequeños aprendieron a decir jaculatorias y hacer actos de reparación al oír blasfemias o al recoger los objetos de la iglesia tirados por las cunetas de las carreteras e intensificaron el fervor en el rezo del rosario diario en la familia". En la madrugada del 2 de Agosto de 1936, Manuel fue sometido a un largo interrogatorio, en el que afirmó su condición de católico. 

Casa de vacaciones en Suances (Santander)
Playa de Arenillas, en la localidad de Gali-
zano(Santander), donde apareció su cadáver
El 10 de noviembre de 1936, a las cuatro de la tarde, cuando procedieron a su detención, confesó, sin titubeos, que era católico y sus trabajos en la Acción Católica, protestando con entereza, enérgicamente y por dos veces, contra la acusación de que ésta fuera política. Don Marcelino Olaechea cuenta que en aquella ocasión "atajó a los blasfemos que le fueron a prender con esta magnánima confesión: «Yo no sé lo que vosotros sois, yo soy católico, y eso no me lo podéis arrancar ni con las pistolas». Fue trasladado a la checa de la calle del Sol de Santander y durante los días que permaneció encarcelado procuró levantar el ánimo de todos. La fecha del martirio parece que fue el 13 de noviembre de 1936, cuando a las dos y media de la madrugada fue sacado de la prisión maniatado y arrojado vivo al mar, en la Bahía de Santander. 

Su cadáver apareció unos días después, el 1 de diciembre, en la playa de Arenillas del pueblo de Galizano (Ayuntamiento de Ribamontán al Mar), en la provincia de Santander. Los vecinos del pueblo encontraron el cuerpo, pero las autoridades locales no pudieron identificarlo y lo enterraron anónimamente en el cementerio de Galizano. A comienzos de septiembre de 1937, cuando el desarrollo de la Guerra Civil lo permitió, algunos familiares y representantes de la Acción Católica se desplazaron a Santander para tratar de localizarlo o, por lo menos, tener alguna noticia sobre él. Sin embargo, la búsqueda resultó infructuosa y a finales de septiembre de 1937, teniendo en cuenta todas las circunstancias, se juzgó que había sido asesinado.

Fama de santidad
Los días 2 y 18 de octubre de 1937 se celebraron funerales en las parroquias de San Agustín y de Errazu. El l de noviembre de 1937, don Marcelino Olaechea publicó una pastoral en homenaje a Manuel Arizcun, en la que decía:

Del número de esos mártires «en el alto y verdadero sentido de la palabra», es don Manuel un ejemplar tan claro, que esperamos que el Señor nos lo diga un día, por la voz infalible de su Iglesia". Pocos días después, el 14 de noviembre de 1937, se celebro en la Catedral de Pamplona un solemne funeral, presidido por el obispo, en sufragio de Manuel Arizcun, "sin perder la esperanza de glorificación mayor", escribiría don Santos Beguiristain, sacerdote y viceconsiliario diocesano de la Acción Católica. A mediados de 1939, casi tres años después de su martirio, apareció en Madrid una ficha medica firmada en Ribamontán al Mar que, al recoger los rasgos fisonómicos y la indumentaria de un cadáver hallado en la playa de Arenillas el l de diciembre de 1936, dibujaba con exactitud la silueta de Manuel Arizcun. Don Santos Beguiristain acompañó a su familia al cementerio de Galizano para presenciar la exhumacion de sus restos, que dio por resultado la identificación física de los mismos. El 13 de septiembre de 1939 su cadáver fue trasladado a Pamplona, y el obispo dispuso que, por especial privilegio de la Iglesia, fuera definitivamente sepultado en la nave central de la parroquia de San Agustín, lo que ocurrió el 12 de noviembre de 1939. Aquel día, don Marcelino Olaechea dijo de él: "Yo os recomiendo, y en vosotros a toda la diócesis, amados hermanos en Cristo, que en vuestras tribulaciones y necesidades pidáis a Dios por mediación de Manuel Arizcun, porque, si nos cabe el consuelo de que sus gloriosos restos reposen aquí, en este lugar, entre nosotros, no ha de tardar mucho tiempo en que querrá Dios que del suelo de la Iglesia suba hasta los altares. Lo digo con la responsabilidad de mi cargo y con el pleno convencimiento mío". 
Celebración de un acontecimiento familiar alrededor de la sepultura de Manuel Arizcun en la parroquia de San Agustín de Pamplona
La fosa fue cubierta con una losa, encabezada por la insignia de la Acción Católica con la siguiente inscripción: "Manuel Arizcun Moreno, presidente diocesano de la Acción Católica, caballero ejemplar, propagandista del bien, confesó a Jesucristo hasta la sangre, asesinado en odio a su fe en Santander, noviembre 1936". 

Fachada de la parroquia de San Agustín

El sentir popular, reflejado en los numerosos actos y artículos referidos a su persona, desde entonces y hasta nuestros días, señala, sin excepción alguna, que todos lo consideraron como un autentico mártir, asesinado por el odio a su fe. Así resumió su vida el obispo de Pamplona, don Marcelino Olaechea: 'Modelo de caballeros cristianos, que confesó valientemente a Dios, delante de los hombres, con la ejemplaridad de su vida: como esposo, como padre, como ciudadano; que lo confesó con la elocuencia de su palabra, con el trabajo incansable en la organización de la Acción Católica, con la sangre de sus venas..." Su hija Conchita, hoy religiosa cisterciense en Arévalo, escribió: "Mi padre mártir ha influido y continúa influyendo primariamente en mi vida: en las decisiones más importantes, después de considerarlo en la oración a la luz del Espíritu, verifico que vayan refrendadas por el recuerdo de mi padre y, desde que murió mi madre, también por el de ella; es mi padre el modelo de seguimiento de Cristo hacia el Padre; ha sido y sigue siendo el estímulo necesario en mis luchas y dificultades". De sus nueve hijos, dos fueron religiosas; los otros siete contrajeron matrimonio y han tenido 39 nietos, varios de ellos plenamente entregados al servicio de la Iglesia. La familia se junta alrededor de su tumba en la parroquia de San Agustín para celebrar los principales acontecimientos familiares; allí acuden numerosos fieles atraídos por su fama de santidad. 

Desde el 6 de febrero de 2008, y a petición del arzobispo de Pamplona, don Francisco Pérez, el siervo de Dios Manuel Arizcun Moreno forma parte de la causa de canonización por martirio promovida por la diócesis de Santander, junto a más de ochenta sacerdotes, seminaristas y seglares.

Manuel Arizcun Moreno
MÁRTIR SEGLAR 1892-1936

ORACIÓN PARA IMPLORAR GRACIAS
Oh Dios, que concediste a tu siervo Manuel la gracia de fundar un hogar cristiano y de confesar valientemente su fe hasta morir por Cristo, te rogamos que su nombre aparezca en la gloria de tus mártires y nos concedas por su intercesión la gracia que te pedimos (dígase) y el poder imitarlo en su ardor apostólico y en su fortaleza ante el sufrimiento, haciendo que su testimonio ilumine la vida y la entrega de todos los cristianos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Encomiéndale tus problemas, pide confiadamente al cielo para que escuche tu oración y comunica la gracia concedida, de forma explícita y concisa, a la Postulación de la Causa Manuel Arizcun, Arzobispado de Pamplona, Pza. Santa María la Real, 1. 31001 Pamplona.

email: causa.arizcun@iglesianavarra.org

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