martes, 2 de abril de 2024

Mortichuelo

1920 ca. Ansó, Huesca. Traslado, solamente por mujeres, de un ataúd blanco (de una niña) al cementerio. Del Arco.
Mortichuelo es el entierro de un párvulo. 
Suele ser trasladado en un ataúd blanco al cementerio. 
Incluye también un toque de campanas especial: "toque de gloria o mortichuelo" (pincha). En muchos campanarios solía haber unas campanas pequeñas (sonido más agudo) para la ocasión. 
Con ligeras variantes (mochichuelo, mortinchuelo, mortijuelo, mortixol...) se extiende desde el Pirineo (Roncal, Ansó...) por la Ribera y Tierra Estella de Navarra, La Rioja (Valle del Cidacos y Alhama), Aragón... hasta Valencia. No aparece en el DRAE.
Nos lo cuenta Juan Osés Sanzol (Sangüesa):
Sobre la defunción en Ujué, Mikel Burgui:
Con solo oír que las campanas tocaban a muerto (treinta y tres si el difunto era un hombre, treinta y dos si era mujer) ya sabíamos que se había producido una defunción
Cuando ocurría algún mortichuelo (la muerte de algún niño o niña de corta edad) era el tañido de dos de las campanas chiquitas el que nos ponía la piel de gallina.
El mejor testimonio literario nos lo aporta el novelista valenciano Vicente Blasco Ibáñez, que describe tantas y tantas costumbres levantinas. Dice así en su novela “La Barraca” (1898):
“Había que acicalar al albaet, para su último viaje, vestirle de blanco, puro y resplandeciente como el alba, de la que llevaba el nombre. Comenzó Pepeta el arreglo con fúnebre pompa. Primeramente colocó en el centro de la entrada la mesita blanca de pino en la que comía la familia, cubriéndola con una sábana y clavando los extremos con alfileres. Encima tendió una colcha de almidonadas randas y puso sobre ella el pequeño ataúd, un estuche blanco, galoneado de oro, mullido en su interior como una cuna.
A. DARBLADE (COL. F. SALA)
Pepeta sacó de un envoltorio las últimas galas del muertecito: un hábito de gasa tejido con hebras de plata, unas sandalias, una guirnalda de flores, todo blanco de rizada nieve, como la luz del alba, cuya pureza simbolizaba el pobrecito albaet. Aún no estaba todo; faltaba lo mejor: la guirnalda, un bonete de flores blancas con colgantes que pendían sobre las orejas. Tiñó las pálidas mejillas con rosa de colorete, la boca con un encendido bermellón. ¡Parecía dormido! ¡Tan hermoso! ¡Tan sonrosado! Jamás se había visto un albaet como éste. Y llenaba de flores los huecos de su caja, apiladas formando ramos en los extremos. Era la vega entera, abrazando el cuerpo de aquel niño que tantas veces había visto saltar por sus senderos como un pájaro, extendiendo sobre su frío cuerpo una oleada de perfumes y colores.
Cuatro muchachas con hueca falda, mantilla de seda caída sobre sus ojos y aire pudoroso y monjil, agarraron las patas de la mesilla, levantando todo el blanco catafalco. Emprendieron la marcha los chicuelos, llevando en alto grandes ramos de albahaca. Los músicos rompieron a tocar un vals juguetón y alegre, colocándose detrás del féretro, y después de ellos abalanzáronse por el camino, formando apretados grupos, los curiosos”.

2 comentarios:

Miguel A. Bretos dijo...

En la Catedral de Pamplona, se tocaba en esas ocasiones la campana de Párvulos, situada en la torre sur. Una campana pequeña si la comparamos con sus hermanas; Juana, De Oraciones, campana de las Nueve y la recién llegada a ese campanario, tras las obras de la fachada de la catedral, la campana Gabriela (1519)
Actualmente la de Párvulos se utiliza junto a la de Plata (con un sonido muy nítido), similar en tamaño, para el toque de boleras, mediante un juego de cuerdas.
Quedan otras dos pequeñas en el mismo campanario, la de tormentas o Santa Barbara, la única motorizada de las once con que cuenta la catedral, cuya función es obvia y la otra, la Cimbalilla con la que comienzan y terminan actualmente los toques manuales de campanas.

Miguel A. Bretos
Fue secretario de Amigos de la Catedral de Pamplona, junto a Jesús Pomares Esparza (+2019) presidente de dicha Asociación.
Entre otras actividades destacan la puesta en valor de la fachada musical de la catedral junto a su Cabildo Catedral previo a sus obras de restauración.
Jesús Pomares fue además germen y promotor del actual equipo humano de campaneros de la Catedral de Pamplona, con los que recuperaron sus toques manuales (en sustitución de los eléctricos o motorizados) gracias a la inestimable colaboración y conocimiento de Francesc Llop i Bayó, que hoy dirige un museo sobre este particular en La Albaida (Valencia).

Anónimo dijo...

Miguel; muy bien. Abrazos Jokin