viernes, 26 de julio de 2024

Juanito Elizari, el último cordelero

Elizari, con las cuerdas para la Niña II. Detrás, la caseta
El trabajo daba para vivir si se vivía para trabajar. "De par de mañana hasta el anochecer, con frío o con calor, con el tiempo que hiciera, que nuestro taller estaba al aire libre y en el Redín"

Cordelero Elizari                                                          Iriberri DN 23/01/2011
No tiene una lápida, pero si la tuviera podría rezar algo así como "Aquí descansa el recuerdo de los últimos cordeleros. Pamplona, 10 de octubre de 1968". Ese "aquí" es donde la caseta que resiste en la muralla del Redín todos los cierzos soplados desde el siglo XVII, debidamente protegida por el catálogo patrimonial de la ciudad.
De planta rectangular, fachada ciega, sobria y anónima, la caseta es realmente el panteón de la historia de los cordeleros. Ellos fueron sus últimos inquilinos. Allí guardaban cada día, a la puesta del sol, el cáñamo, el esparto, los pesados delantales y la herramienta artesana; todo el material para hilar cordeles finos de boteros y alpargateros, y gruesas sogas para el campo, la construcción y lo que hiciera falta. Los cordeleros ocuparon la caseta hacia 1920. Se sabe quién cerró la puerta por última vez y cuándo. Fue Juan Ángel Elizari, el 10 de octubre de 1968. "Estos oficios de artesanía se caen solos", dijo Elizari aquel día.
1953 Elizari, en la soledad del Redín
El último cordelero de Pamplona era un hombre cabal, seguro de sí mismo, aferrado al pasado del esparto y abierto al futuro de lo que se le presentara. Hijo del oficio, me contó, años después, que su padre ya trabajaba el esparto a principios del siglo XX en los fosos del portal de San Nicolás y que hacia los años 20, por el derribo de la muralla, se trasladó con la ruedas y los trastos a cuestas al baluarte del Labrit, donde la Ronda del Obispo Barbazán, para terminar en el Redín.
Juan Ángel Elizari empezó en el oficio sobre 1928. Ya no juntaban, por entonces, las 50 ruedas de las que le había hablado su padre cuando los buenos tiempos. La cuenta bajaba de año en año. La artesanía de la cuerda se caía sola y encima la empujaba el plástico, una plaga que podía con todo.
1952 Caseta Nieve Torres de la catedral Con la gabardina clara


El trabajo daba para vivir si se vivía para trabajar. "De par de mañana hasta el anochecer, con frío o con calor, con el tiempo que hiciera, que nuestro taller estaba al aire libre y en el Redín", recordaba Elizari. Hablaba sin rencor de los nuevos tiempos, con el orgullo de haber sido el último cordelero de Pamplona.
El resto de su tiempo sería el revés. Elizari pasó su vida andando hacia atrás, de espaldas, pendiente de la rueda, atado al esparto, y se jubiló cómodamente sentado en la portería de Diario de Navarra, en Cordovilla.
Y ya puesta la vida al juego de la casualidades, eso que llamamos destino, el apellido Elizari volvió al periódico con la firma de Rubén, su nieto, recién licenciado en periodismo.
1973, Elizari a la rueda. Eusebio Mina AMP

Eusebio Mina le hizo en 1973 un reportaje que lo podéis ver pinchando en AMP

Para quienes queráis conocer con más detalle la vida de los Elizari:
El 'book' de los Elizari (cordeleros de Pamplona)

Para quienes, simplemente, queráis ver fotos de los cordeleros:

Para los que estáis decididos a aprender el oficio:

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