Tvboy representando un beso entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont en Barcelona |
El "proceso invisible" del que habla Eduardo lo sufrí en mis carnes ya en los años 90. Me había perdido con el coche en Gerona y pregunté en el idioma común a unas chicas. Ellas tampoco sabían y preguntaron en catalán a un señor de unos 40 años que iba con ellas. "En quin idioma pregunta?" fue su "amable" respuesta.
El proceso invisible
Eduardo López Dóriga DN 2024 05 22
Si bien alguien puede tener la tentación de considerar que los resultados de las elecciones autonómicas catalanas respaldan una supuesta estrategia acertada de nuestro presidente del gobierno, la mayoría de la sociedad española, según las encuestas publicadas, considera que la amnistía es injusta y supone un privilegio que rompe la igualdad jurídica entre los españoles y que socava los pilares de nuestro Estado de Derecho.
Para los que consideren que tal vez “el fin justifique los medios”, algo ya de por sí muy dudoso, la pregunta que deberían hacerse es si realmente se ha conseguido el “fin” y, si considerasen que se ha alcanzado, convendría preguntarse si ha sido ahora cuando se ha logrado.
Pedro (Sánchez) y sus discípulos habían negado la posibilidad de conceder una amnistía, muchas más de 3 veces antes de que el gallo cantara los resultados de las elecciones generales del 23 de Julio, y de que de repente se vieran necesitados de los 7 votos de Puigdemont para mantenerse en el poder. A partir de ese día, Sánchez y su coro mediático y gubernamental dieron un giro de 180 grados. Nos dijeron que se había hecho de la necesidad virtud, y se vistió esa virtud de reconciliación y voluntad de superación del conflicto, a través de una amnistía que ellos mismos consideraban como anticonstitucional hasta el día anterior. Curiosamente, Salvador Illa (pincha) se manifestó contra la amnistía incluso el día 24 de Julio, pero luego ya se sumó al coro.
Cerdán y Puigdemont se reúnen en una sala con una foto de una urna del 1-O, retirada por el Parlamento EuropeoEuropa Press |
No es menos evidente que ese repentino cambio de opinión no se hubiera producido de no haber necesitado el apoyo de Puigdemont, por lo que nuestro “Rey del Drama”, como lo ha bautizado la prensa internacional tras su teatralizado absentismo laboral de 5 días, lo hizo como siempre por su propio interés y jugando con dos barajas diferentes.
¿Han sido estas elecciones catalanas el fin del procés como se está discutiendo? La respuesta es doblemente no, y digo doblemente porque hay dos procesos diferentes. El procés visible, el del ruido mediático, el de las leyes inconstitucionales, el de las declaraciones de independencia unilateral de 8 segundos y el de los actos de vandalismo, finalizó, o murió, muchísimo antes. Fue herido de muerte el 3 de octubre de 2017, cuando el rey Felipe VI pronunció su histórico discurso. Recibió otro golpe mortal el 8 de octubre, cuando más de un millón de personas salieron a las calles de Barcelona convocadas por Sociedad Civil Catalana. Continuó su declive cuando paulatinamente hasta 8.000 empresas abandonaron Cataluña, y terminó finalmente en 2019 tras las sentencias que condenaron a los golpistas. Después de unos días de vandalismo/terrorismo callejero infructuoso organizado por Tsunami, mucha gente ya se dio cuenta de que sus líderes nacionalistas les habían engañado y que la fiesta había acabado. Desde entonces muchas palabras, pero nada de nada.
La prueba del declive fueron los 700.000 votos que perdió el secesionismo en las elecciones autonómicas de 2021, en las que, aunque mantuviera una mayoría de escaños, se marcaba una clara tendencia. Solo 1 de cada 4 catalanes votaron por propuestas secesionistas, y así no se puede conseguir la secesión. Ese procés estaba más que muerto, pero Sánchez lo resucitó por su propio interés envalentonando a un Puigdemont que estaba en el más completo ostracismo, y que ha resurgido de sus cenizas capitalizando el voto nacionalista.
Pero hay otro proceso menos ruidoso y más paciente. Un “proceso invisible” para gran parte de la ciudadanía, que no sólo sigue vivo, sino que está perfectamente extendido en todas las capas de la sociedad catalana, y que continúa su camino sin que muchos lo quieran ver. Es el proceso de la inmersión obligatoria en las escuelas y en la administración que excluye el español al nivel de una lengua extranjera. Es el proceso del adoctrinamiento y las mentiras en las aulas y en los medios de comunicación apesebrados con subvenciones públicas, que ponen la semilla del odio y construyen un muro emocional con el resto de España, preparando una futura ruptura en otro momento más oportuno. Ese proceso invisible sigue bien vivo porque el PSC/PSOE siempre ha sido su protector y siempre se ha alineado con los postulados del nacionalismo, y porque desgraciadamente en muchas ocasiones la dirección del PP en Madrid se ha puesto de perfil ignorando la situación. Descartada la recuperación del PSC, convertido en un partido nacionalista y el heredero natural de Jordi Pujol, esperemos que al menos el PP aprenda de las tibiezas y los errores del pasado.
En Navarra también tenemos desde hace décadas ese “proceso invisible” que en silencio va extendiéndose por debajo de la superficie, y que muchos no quieren ver. No quieren ver que al igual que en Cataluña, es imposible escolarizar a los niños en español en el norte de Navarra. No quieren ver la sustitución progresiva de funcionarios y de profesores navarros, por profesores vascos, mayoritariamente de la vecina Guipúzcoa, hasta para dar clases en un conservatorio de música. No quieren ver las subvenciones que se otorgan a grupos nacionalistas vasquistas que suplantan los verdaderos símbolos de Navarra quitando las cadenas y la corona que nos identifica tanto con el viejo Reyno que fuimos, como con el Reino de España del que formamos parte desde hace 5 siglos.
Ya sabemos que el mismo PSOE que se comporta como un partido nacionalista en Cataluña, es el responsable de que gobierne Bildu en Pamplona. Pero vayamos más al sur a otra ciudad gobernada por Bildu. Resulta muy significativo que en la carpa informativa que SCN montó recientemente en Tafalla, alguna persona nos dijera que no se podía creer que estaba viendo la bandera de Navarra con su corona y la bandera de España ondeando en nuestra carpa en mitad del paseo principal de la ciudad. Por esas personas ya valió la pena estar allí, aunque para otros, unos pocos que nos insultaron desde algún coche al pasar, debimos ser unos provocadores poniendo símbolos constitucionales. El procés murió hace tiempo, pero el proceso invisible sigue gozando de una excelente salud gracias también a nuestra indolencia, y si nos descuidamos volverá a tomar la forma de procés en Cataluña o en Navarra.
Eduardo López-Dóriga Enríquez.
Presidente de Sociedad Civil Navarra
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