jueves, 1 de febrero de 2024

La noche pamplonesa (1 de 3)

Camareros en el Conocerte es amarte, baby, a comienzos de los 80. Foto José Castells
Especial elaborado por Itxaso Mitxitorena y Juan Ángel Monreal
El Disco Club 29, la música y un cambio de época
50 Aniv. Disco Club 29. JAVIER BERGASA
Aunque noche hubo siempre, dos hitos jalonan el mestizaje entre los bares y la música que puso patas arriba el mundo en los años 60. El primero se sitúa en diciembre de 1967, cuando Javier Osés y Fernando Sáez abren en el número 29 de la calle Navarrería Disco Club 29, donde por primera vez en Pamplona, una ciudad que entonces apenas se asomaba a la modernidad, se pinchaba pop y cada uno bailaba como le parecía. ."Hay que tener en cuenta que aquella era una Pamplona en blanco y negro, muy triste, de sabañones y tremendamente aburrida", recordaba Osés en 2017, a propósito del 50 aniversario del local, que apenas duró dos tres años abierto.
Hay que esperar unos años para que la noche adquiera de verdad vida propia. Al desperezarse de finales de los 60 ha seguido la efervescencia política y cultural de los 70. Abren las primeras discotecas (Young Play, Amazonas, Gure Kayola) y los hijos del baby boom de los 50 se acercan a la veintena. Cambian los valores, y la libertad, si no se toca, al menos se intuye. Navarra es joven. El 55% de la población tiene menos de 35 años; hoy no llega al 36%. Se vacían los pueblos y la ciudad crece.

1975: Y al morir Franco, Conocerte es amarte, baby
No le faltaba ni la coma del vocativo final
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Nuevos barrios van a escribir la historia. Calles recién aparecidas, bautizadas según el religioso gusto oficial de la época, acogen nuevos y altos bloques de viviendas. Y en sus locales comerciales surgen los primeros pubs. En 1975, un mes y cinco días después de que muera Franco, Fernando García Guibert abre en Monasterio de Cilveti Conocerte es amarte, baby. El local, de nombre maravilloso y al que no le faltaba ni la coma del vocativo final, ha pervivido en la memoria de miles de pamploneses: inauguró San Juan como referente en la noche pamplonesa.
Es el segundo hito de esta historia.
"Fernando tuvo un mérito tremendo, fue un precursor", recuerda ahora Javier Laspalas, peluquero, que también aportó años después su parte en la construcción de la noche de Pamplona. El Conocerte, o el Baby, fue un local emblemático, moderno, donde por primera vez el público gay podía sentirse cómodo en su ciudad. No era ni un bar ni una discoteca, sino algo intermedio, desconocido hasta entonces. Llegaba gente de Vitoria, de San Sebastián. Muy cerca atendía también Villa Concepción, el primer local del tío Enrique. Se hizo zona.
Martins y Ópera (1970-2009). Lucía ese Espinario
Habla Fernando García Guibert, de 70 años, que hace más de 20 desapareció de la noche pamplonesa después de traspasar otro local, el Opera, que se convirtió en la cita obligada de los más trasnochadores, aquellos que a las seis de la mañana querían tomar la última copa o buscaban una redención improbable. "Yo mismo elegí el sitio, prácticamente en la primera calle de San Juan. No había nada, quería que hubiese sitio para aparcar y que no tuviera portales cerca", continúa Guibert, que mantiene la memoria fresca de unos años irrepetibles. "Abrimos el 25 de diciembre a mediodía, para el aperitivo. Cerramos para la comida y por la tarde volvimos a abrir. Fue un exitazo y eso que ni siquiera pusimos publicidad, simplemente el boca a boca. En San Juan entonces no había nada, al margen de las primeras discotecas y algún pub, pero de otro estilo, como el Golden, donde los camareros iban vestidos de traje. En nuestro caso los camareros eran gente guapa, chicos y chicas, íbamos a Francia a comprar la música, tratábamos de traer los últimos éxitos. Cada año cambiábamos la decoración, hacíamos fiestas, nos travestíamos y hacíamos espectáculos. Fue divertido y fue diferente".
Muy pronto el bar se convierte en un punto de encuentro en las tardes y, sobre todo, los fines de semana. Acuden pintores, artistas, los políticos más jóvenes y modernos de la época. "El local era pequeño y San Fermín, una locura, con gente en la calle. Pamplona entonces era una ciudad diferente, todos nos conocíamos. Si alguien quería llegar a alcalde tenía que venir al bar".

San Juan: las puertas del recreo abiertas de par en par
Banco: Pedro (Rosfer, de pie), Beru (fumando),
Estanis (leyendo) y Encinas (barba oscura)
Tras aquella apertura todo estalla. Los bares y las discotecas de un barrio entonces joven se llenan y se reproducen. En Pamplona, San Juan es, directamente, el lugar donde hay que estar... Y así será durante unos años. La sociedad estrena democracia, los horarios se relajan, la madrugada se estira, con la jornada laboral de cinco días la noche del viernes se suma a la del sábado. "Al morir Franco, la sensación de libertad era tremenda. Fue como si nos abrieran de par en par las puertas del recreo", explica José Castells, que como fotógrafo inmortalizó los primeros años 80.

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