viernes, 2 de febrero de 2024

La noche pamplonesa (2 de 3)

Las solicitadas aceras de Tejería
Especial elaborado por Itxaso Mitxitorena y Juan Ángel Monreal
1985: El rock duro de los 80 en el Casco Viejo
Marisa Marco, en el Garazi, bar que abrió en 1985
Foto: Iban Aguinaga
El Casco Viejo en el que Marisa Marco abrió con cuatro socios en mayo de 1985 el bar Garazi (Calderería, 36) se parece en poco al actual. "Fueron tiempos duros", reconoce ahora después de 35 años al frente de uno de los locales con mayor tradición rockera y musical de Pamplona. El bar nace con toda la ilusión, con un concierto de Malos Tratos para inaugurarlo y con las ideas claras. "La música la comprábamos primero en Londres, en Camden Town. La traíamos en autobús, en una maleta, porque en el avión no nos cabía y los vuelos eran caros. Luego ya la comprábamos en Kilkir, en la calle Compañía", explica Marisa.
Tras el Garazi, abre el Terminal, que se suma a los que ya existen, como el Toki o, algo más alejados, el Malkoa, el Primi, el Lancelot, el Tutt, el Ribera... Poco a poco, como dicen los hosteleros, "se hace zona". Pero en 1985, el barrio también se ha degradado, hay quien se refiere a él como el chino. Deambulan los yonkis y corre la heroína; el sida se cobra una factura de muerte y estigma, la fiesta se mezcla con la vida cotidiana y las protestas de los fines de semana. Muchos vecinos no aguantan más.
En mayo de 1987, a unas semanas de las elecciones forales y municipales, el Ayuntamiento de Pamplona, en manos del PSOE y de Julián Balduz, manda parar. Y aprueba una ordenanza: limitar los horarios de apertura de los bares del Casco Viejo de Pamplona. La una de la madrugada es el tope para unos establecimientos que, en su mayor parte, carecen de cualquier insonorización. "Nosotros sí la teníamos, desde el principio habíamos preparado el local para ello", cuenta Marisa. La decisión del Ayuntamiento enciende a los hosteleros y a grupos de jóvenes: disturbios, detenciones, prisión incondicional.
Malkoa, diseño 2021
En todas las crisis hay un momento en que se toca fondo. Y la de los años 80, económica, política y social, está terminando entonces. El Casco Viejo inicia una transformación completa. "Al principio la gente venía en coche, aunque viviera en la calle de al lado. Cuando comenzaron las obras de la peatonalización, que fueron para mejor, algunos nos decían que no vendrían", cuenta Marisa, apoyada en la barra del bar, con el poster de Pearl Jam a sus espaldas. La banda de Seattle es, junto a The Cult, Guns&Roses y ACDC, una de las referencias inexcusables de un local que vivió años dorados en los años 90 y durante la primera década de este siglo.

1985 Casino Eslava. Y Pamplona se volvió moderna
Casino Eslava, a mediados de los años 80.
Foto José Castells
El Garazi no es el único lugar emblemático que se inaugura en 1985. En un rincón de la plaza del Castillo abre en noviembre de aquel año el Casino Eslava, con Javier Laspalas al frente, que disfrutó durante unos años de un éxito arrollador. "Lo hicimos con algo de inconsciencia, pero también con mucha juventud e ilusión, y así salió adelante", recuerda ahora.
El local rompió moldes desde su apertura, cuando sonó, como primera canción, la versión de La Vie en Rose que Grace Jones había firmado en 1977. "Aquello ya daba una idea del tono del local -recuerda Laspalas-, que buscaba mezclar clases sociales, algo que en Pamplona no era habitual. Allí podían juntarse unas chicas pijas de la Universidad de Navarra con una cuadrilla de mozos de Huarte, por decirte algo. La gente comenzó a volver al Casco Viejo. Yo viajaba y queríamos un local de estilo europeo. Comprábamos la música en sellos de Bruselas, cinco y diez discos por semana, y el viernes por la tarde noche, cuando empezábamos a ponerla, era espectacular".
Prince, The Cure, house, techno... Músicos y estilos que hasta el momento apenas habían sonado en Pamplona hallaban su sitio en el entonces magnífico local que un día diseñó Eusa. "Tuvimos tanto éxito que hubo que poner a un par de chicos en la puerta para regular la entrada porque queríamos que la gente estuviera cómoda, aparecíamos en una guía de Nueva York como el mejor local de San Fermín. El ambiente era abierto y cosmopolita, queríamos que todo el mundo estuviese cómodo. Algunos todavía me dicen que no ha vuelto a haber un bar como aquel".
A comienzos de los 90, el Casco Viejo de Pamplona comienza a desbancar a San Juan y a Iturrama como la zona preferida de una fiesta aunque también empieza a remitir en los pueblos con la instauración de controles de alcoholemia, pero que sigue funcionando a todo gas. Cambian, eso sí, los gustos, las modas y la legislación, que irá poniendo coto al desparrame. A los hosteleros les toca adaptarse. Lo sabe bien Andoni Sáez, que ha tenido que hacerlo unas cuentas veces. A finales del los 90, compaginaba el pop y la música electrónica en el No Problem, a donde había llegado en 1996. Con las restricciones horarias de 2002, que pusieron fin a los after, y en una ciudad de alma rockera como Pamplona, se volcó en el pop y el indie. El No Problem se convirtió en el Singular. "Aquella fue la apuesta más difícil de mi vida, lo hicimos implicando mucho a la gente del entorno, apostando por la música en directo cuando entonces no se hacían tantos conciertos de este estilo".

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