Manteo a Pablo Ibáñez por sus compañeros de Osasuna J.P. URDIROZ DN |
El pase de Moncayola y el toque preciso de Ibáñez llevan detrás mucha cocina... y buenos ojeadores. Nos lo cuenta Félix Monreal, quien hace compartir el gol con Cata Prieto y Braulio Vázquez.
El gol de Cata (Athletic- Osasuna)
Era fácil acertar con Aimar Oroz o con Mikel Merino en su día, pero hay que tener un sexto sentido para leer las virtudes de Moncayola, a quien le costó hacerse un hueco en el juvenil y luego en el Promesa.
Esa facultad de ver donde los demás no vemos, de hacer una radiografía exacta donde el resto no pasamos de un examen a primera vista es lo que siempre he valorado de los ojeadores, ahora llamados scouters porque llevan una tablet en lugar de apuntar las notas en la servilleta de papel que han cogido en el bar de las instalaciones.
Ese trabajo introspectivo nos conduce a casos como el de Pablo Ibáñez.
Cuando Cata Prieto –secretario técnico de Osasuna que llegó de la mano de Braulio Vázquez– recuperó al centrocampista de las filas de la Mutilvera con 22 años, la operación parecía enfocada a fortalecer al Promesas con un jugador curtido en la Tercera división. Nada más.
Cata Prieto |
Pero, ya digo, eso es lo que veían nuestros ojos de aficionado raso. Por eso nos sorprendimos cuando con 24 años se incorpora a la plantilla del primer equipo: el cuerpo técnico de Osasuna había detectado algo.
A Pablo Ibáñez lo van cocinando como futbolista a fuego lento; Arrasate le da minutos, alguna titularidad, tiempo de formación. El jugador no fallará a sus mentores porque viene de superar la desilusión, el golpe de realidad que para cualquier muchacho supone que un día le llaman a un despacho de Tajonar y le comunican que se ha acabado, que el sueño de llegar a ser profesional en Osasuna termina aquí.
Salir de ese pozo, reinventarse y no perder la pasión por el fútbol es un valor añadido y que explica su júbilo cuando marca el gol que vale una final. Lo que pasó por su cabeza en los segundos durante los que sus compañeros le aplastaron contra el césped de San Mamés solo lo sabe él, pero seguro que fue un buen resumen de su vida, y la de su familia, en torno al balón.
El histórico gol de Pablo Ibáñez es el gol de Cata y también el de Braulio. El de una jefatura deportiva que ha aprendido a interpretar qué es Osasuna, cuáles son los intereses de sus aficionados y el perfil de los futbolistas que más pueden aportar a este equipo.
Esto es fácil escribirlo ahora, ante la segunda final de Copa de la historia, pero el verdadero mérito es el de creer que ese chico de la Mutilvera tenía en sus botas uno de los goles de nuestra vida.
Y que el pase vendría de Moncayola.
¡Genios!
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