martes, 28 de marzo de 2023

El idilio entre San Sebastián y Dámaso Zabalza

"No entiendo por qué Dámaso -que murió en 1894- no dijo nada cuando, desde diez años antes, en 1884, empezó a sonar esa canción, interpretada por diversos coros, con la melodía de El canto de las montañas".
Así decía yo en la entrada anterior pero, tras leer el obituario que le dedica La Voz de Guipúzcoa, lo entiendo perfectamente: había un amor correspondido entre Dámaso y San Sebastián. Y, en vez de reclamar los derechos de autor, para él sería un honor que los coros vascongados utilizasen su melodía para el donostiarra "Mariya nora zuaz" o los versolaris para sus improvisaciones.
Sin tener datos o documentos, estoy convencido de que tuvo que haber algún acuerdo entre Dámaso y José Juan Santesteban. En 1865 surge en esta capital el Orfeón Easonense, fundado por éste, que era también su director, animador y autor de las obras de su repertorio. Y ante la escasez, más vale recurrir al repertorio del navarro que al de un extranjero, como Goizeko izarra.
Esto no es más que una hipótesis pero de alguna forma hay que explicar la evidente copia de la melodía de El canto de las montañas (1866), de Dámaso, por parte de "Mariya nora zuaz", que empezó a sonar poco antes de 1884, y que Dámaso no dijera ni Pamplona.

Mirad qué retrato tan delicioso de Dámaso.

La Voz de Guipúzcoa, en la muerte de Dámaso (26.02.1894)
Zabalza, el pianista brillante, el inspiradísimo maestro que tantos aires vascongados ha llevado al repertorio de los buenos pianistas; Zabalza, el ilustre profesor del Conservatorio, el navarro entusiasta, adorador de su tierra, era también un amante decidido de Guipúzcoa y de San Sebastián.
Zabalza estuvo la última vez en San Sebastián el año 90 en el concurso de orfeones y músicas, del que fué jurado. ¡Lo que él gozó aquellos cuatro días en la que consideraba tierra suya!
En uno de ellos —cito este dato como prueba del humor que siempre caracterizó al ilustre maestro— nos sentamos á la mesa en el hotel Ezcurra doce ó catorce amigos á la una de la tarde. El tema obligado eran "anécdotas y chascarrillos". Se acabó la comida. Fuimos á los toros, se acabó la corrida... y aun no había concluido Zabalza todo su repertorio de ingeniosísimos cuentos y chascarrillos. Ni el maestro Bretón, que también tenía un buen rosario de ellos, le ganó á Zabalza.


Todos se los reíamos de buena gana, porque Zabalza, además, sabía contarlos—condición verdaderamente indispensable para que hagan gracia; —pero Gorriti se los reía más estrepitosamente que nadie.

Felipe Gorriti
No habrá olvidado el ilustre maestro navarro que vejeta en Tolosa el ataque de risa que le produjo el oír hablar á Zabalza de aquel trombón de una orquesta que daba serenata á su novia tocando los papeles que tocaba en el teatro, en los que á veces había un compás con dos notas seguido de treinta compases de espera, otro compás con tres notas y otros veinte de silencio, interpretando el pobre músico al pié de la letra la partitura en obsequio á la dama de sus pensamientos.

Ni habrá cesado de reír recordando á aquel tenor, que Zabalza aseguraba haber conocido, que silbado por el público en El barbero de Sevilla exclamaba entre bastidores: «¡Qué auditorio tan ignorante! ¡silbar á Rosini....!»

A Gorriti le llamaba Zabalza maestrazo. En la reunión que antes he recordado le dije:
—Vamos á ver, Zabalza, ¿Quién es para usted el primer músico de España?
Y me contestó con aplomo (estaban presentes Breton, Zubiaurre y otros maestros): El primero ése —y señaló á Gorriti— y el segundo, mi paisano Gorriti.
No hay que hacer su elogio en estos instantes para proclamar quién era Zabalza ni sacar á relucir sus méritos. Su reputación era universal y merecida.
Madrid. Frontón Fiesta Alegre, de Comba, La Ilustración Española y Americana, 15-05-1892
¡Pobre maestro! La última vez que le hablé fué en Madrid en Julio de año pasado. Demacrado, enfermo, aun conservaba aquel humorismo con el que cubría la hiel de sus sufrimientos morales.
Iba yo á Fiesta-Alegre y le dije:
—Vamos, maestro, venga usted al frontón.
—¡Vengo de él! —me contestó—, vengo del Conservatorio donde estoy aprendiendo á hacer una dejada de maestro: la dejada de mis huesos.

¡Descanse en paz el eminente compositor navarro!»

Nota sobre fechas
Hay un verdadero lío con la fecha de nacimiento de Dámaso. Hoy la hacen oscilar entre 1930-35. Según la Prensa Histórica (todos los documentos consultados),  nació 11 de diciembre de 1835.
En cuanto a la muerte, la mayor parte de las páginas se equivocan en el día; ponen el 27. Yo prefiero hacerle caso a esta esquela que pone hasta la hora: 26 de febrero de 1894, a las once y tres cuartos de la noche 

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