Dice Sabina que -sintiéndolo mucho- no canta "De purísima y oro" en público porque la gente no entiende la letra. De la mano de Pedro Charro, vamos a demostrarle que está equivocado.
"Sabina" Pedro Charro DN 20/02/2023
Han premiado en los Goya el documental de León de Aranoa sobre Joaquín Sabina, “Sintiéndolo mucho”, que reúne, un tanto caóticamente, como el propio personaje, rastros de su vida y sus canciones, y traza el retrato de este tipo con suerte; algo canalla, simpático y noctámbulo, gozador empedernido -lo que suscita una envidia general-, que se va convirtiendo, como él mismo dice, en un viejo verde o en el personaje de aquella canción de Serrat, tío Alberto, que tiene la suerte de encontrar al final del camino una mujer mucho más joven que le aguanta.
Puede que los mejores de su generación se perdieran en la bruma de la drogas y los excesos, que murieran o no cuidaran su carrera, el caso es que Sabina fue a más, su tenacidad se alió con ese destino que juega a elegir sus preferidos y después de prodigarse en bares y tugurios triunfó con su lírica desgarrada, sus letras magníficas, llenas de ingenio y poesía, su imborrable Madrid.
Sus canciones están llenas de amores funestos y mujeres fatales y tienen una deuda con Dylan, pero sobre todo con los corridos mexicanos, no en vano en la película le vemos en plaza Garibaldi, en México, cantando con un tequila allí donde lo hacían Chavela o José Alfredo Jiménez.
En un mundo donde las ideas se inoculan en lotes, y sabemos por adelantado lo que piensa alguien dependiendo de su bando, Sabina -a diferencia de otros, inasequibles- ha sabido poner cierta distancia. Es muy de izquierdas, pero se va curando. Es ateo, pero semanasantero, y le gustan los toros a rabiar. De purísima y oro, donde muere Manolete, es una canción redonda, donde no sobra ni falta nada.
Academia de corte de confección,
sabañones, aceite de ricino,
gasógeno, zapatos Topolino,
el género dentro, por la calor.
Para primores, galerías Piquer;
para la inclusa, niños con anginas;
para la tisis, caldo de gallina;
para las extranjeras, Luis Miguel;
para el socio del limpia, un carajillo;
para el estraperlista, dos barreras;
para el Corpus, retales amarillos
que aclaren el morao de las banderas.
Tercer año triunfal, con brillantina
los señoritos cierran Alazán
y en un barquito Miguel de Molina
se embarca, caminito de ultramar.
Habían pasado ya los nacionales
habían rapado a la señá Cibeles,
"cautivo y desarmado"
el vaho de los cristales,
a la hora de la zambra, en los Grabieles.
Por Ventas madrugaba el pelotón,
al día siguiente hablaban los papeles
de Celia, de Pemán y del bayón.
Enseñando las garras de astracán,
reclinada en la barra de Chicote,
"La bien pagá" derrite, con su escote,
la crema de la intelectualidad.
"Permanén con rodete Eva Perón",
"Parfait amour", rebeca azul marino,
Maestro, le presento a Lupe Sino,
lo dejo en buenas manos, matador.
Y, luego, el reservao en Gitanillos,
y después la paella de Riscal,
y la tarde del manso de Saltillo,
un anillo y unas medias de cristal.
Niño, sube a la suite dos anisetes,
que hoy vamos a perder los alamares,
de purísima y oro, Manolete
cuadra al toro en la plaza de Linares.
Habían pasado ya los nacionales,
habían rapado a la señá Cibeles,
volvían a sus cuidados
las personas formales.
A la hora de la conga, en los burdeles,
por San Blas descansaba el pelotón;
al día siguiente hablaban los papeles
de Gilda y del Atleti... de Aviación
En el documental vemos a Sabina, antes del concierto, atenazado por los nervios, como un torero antes del paseíllo, y luego al propio José Tomas, al que admira mucho, en Aguascalientes, demudado, pálido como la parca, presa de pánico, antes de pisar el ruedo. Es la imagen de alguien a punto de derrumbarse pero que va a por todas, que sale para jugársela y se olvida de todo, tal como ocurre cuando nos atrevemos: que ya no hay miedo.
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