lunes, 20 de febrero de 2023

Desastres, dioses, ciencia y filosofía

"Soniando": una nana para una cuna vacía
Cuando sucede un desastre, los curas de nuestras parroquias se echan a temblar por miedo a ver reducirse drásticamente el número de feligreses. Cuanto más cerca sucede la desgracia (si tienes 5 minutos, pincha), más se tambalean las creencias religiosas.
Y es que el problema del mal que para la filosofía es un problema más, para las religiones es un misterio (algo que no se puede entender) y por tanto muy inquietante: ¿Cómo es posible que un Dios -infinitamente bueno y omnipotente- permita tanto sufrimiento? Una de dos, o no es tan bueno y pasa de nosotros, o no puede evitarlo.
Los terremotos de Turquía y Siria tuvieron lugar el 6 de febrero. Pues para el 13 ya teníamos en Diario de Navarra un artículo de Loris De Nardi, Investigador Marie Curie en el Instituto Cultura y Sociedad (ICS), Universidad de Navarra, echando balones fuera y poniendo las cosas en su sitio: "los desastres naturales no existen: las catástrofes relacionadas con amenazas de origen natural siempre son resultado de las acciones y decisiones humanas". Hablando en plata: la culpa no es de los dioses sino nuestra.
Un hombre en el tejado de un edificio contempla la ciudad de Erzin, este sábado 18
Poco después del artículo, nos hemos enterado de algo maravilloso: el caso de Erzin, la "ciudad milagro" de Turquía, en la que el respeto a las normas de construcción consiguió que no hubiera un solo muerto y muy escasos daños materiales. Y eso que está más cerca del epicentro que muchas otras en las que los edificios cayeron como castillos de naipes provocando muerte y destrucción.
Los desastres naturales por supuesto que existen (que se lo pregunten a los dinosaurios), incluso cuando controlemos la pequeña región del universo que habitamos, pero de eso estamos todavía bastante lejos. Lo único que podemos hacer es preverlos, prevenirlos -como en Erzin o en La Palma- y minimizar sus efectos. Para ello es necesario recurrir a la ciencia y adoptar una filosofía de respeto a la Naturaleza, porque sin ella no somos nada.

Considerar y desastre
Considerar era primitivamente examinar los astros (sīdus, sīderis = estrella, constelación; ejemplo: espacio sideral) en busca de señales. Yo diría "ponerse de acuerdo con las estrellas" para hacer lo que hay que hacer en su momento.
Pues bien, cuando uno no se pone a considerar, se convierte en una persona desconsiderada y suele ocurrir un desastre (dis - aster = sin astro).

Los terremotos de magnitud 7,8 y 7,6 que sacudieron recientemente el sureste de Turquía y el norte de Siria nos recuerdan que no somos los dueños de la naturaleza. Los más de 24.000 muertos (hoy, el doble) demuestran que nuestro desarrollo no puede suceder de espaldas al medio natural. Asimismo, los más de 3.500 edificios que se derrumbaron como castillos de naipes dejan patente que la catástrofe no debe imputarse a las fuerzas telúricas. En otras palabras, este sismo ofrece una ulterior prueba de que los desastres naturales no existen: las catástrofes relacionadas con amenazas de origen natural siempre son resultado de las acciones y decisiones humanas.
"los desastres naturales no existen" (que se lo pregunten a los dinosaurios)
Hoy en día no es posible prever los terremotos con exactitud, pero sí sabemos que, antes o después, la tierra volverá a temblar allí donde ya lo ha hecho una vez. Por ello, los desastres relacionados con sismos deben considerarse un producto histórico y político, ya que son el resultado de un proceso eminentemente social, es decir, impulsado y conformado por la sociedad que lo sufre.
Los terremotos de Turquía y Siria han provocado un número tan elevado de víctimas debido a que en esas zonas la gran mayoría de los edificios no cumplía la normativa sismorresistente. Tras el temblor de 1999, que produjo 17.000 muertos, el gobierno turco reconoció la urgencia de reducir el riesgo sísmico en el país. Para cumplir con este objetivo introdujo al año siguiente nuevos estándares constructivos, así como controles mucho más estrictos en el diseño de las nuevas edificaciones. Sin embargo, el Estado puso sobre la mesa escasos recursos para cumplir este objetivo y asignó un escaso número de funcionarios para la inspección de las nuevas construcciones. Muchas de ellas se levantaron sin pasar por el proceso de certificación y esto permitió a varias empresas sin escrúpulos construir sin respetar la nueva normativa arquitectónica.

INVERTIR EN PREVENCIÓN
Valdivia (Chile) 1960 
Si bien se sabe que es más rentable invertir en prevención que en intervención, muchos gobiernos, incluido el turco, no ven beneficio político en gastar dinero en políticas muy costosas, pero al mismo tiempo casi invisibles. Por otra parte, los terremotos altamente destructivos suelen producirse entre largos lapsos de tiempo, lo que impide que tanto la población como las autoridades interioricen una adecuada percepción del riesgo. Nuestra memoria histórica colectiva es muy frágil, lo que junto con la baja frecuencia temporal de los sismos de gran magnitud, reduce la conciencia pública del riesgo.
Esto genera una mayor tendencia a no respetar estrictamente la normativa antisísmica por parte de la población y que las autoridades actúen de manera más laxa a la hora de hacer respetar dicha normativa. Hay que tener en cuenta que al igual que los desastres no son naturales, los riesgos tampoco lo son. Cada sociedad construye sus propios riesgos y así se explica, en el caso de Turquía, el gran número de edificios colapsados en la región afectada por el terremoto.

EL CASO DE CHILE
Efectos del terremoto de 2014 en Iquique, Chile.
Japón. Y las casas de pie
Algunas naciones tienen la lección bien aprendida. Autoridades de países como Chile o Japón, que suelen registrar un terremoto de fuerte intensidad cada más o menos diez años, han impuesto estándares constructivos sismorresistentes muy elevados y, sobre todo, han conseguido que estos sean respetados por la población. Los sismos en estos países son tan frecuentes que se han convertido en parte integrante de sus culturas.
Por ejemplo, en Chile la población está tan habituada a los movimientos telúricos que tiene dos términos distintos para clasificarlos: sismos son los que alcanzan hasta una magnitud de 7,9 y los que superan esta cifra se denominan terremotos. Todos los chilenos son conscientes de que a lo largo de su vida les tocará vivir la catártica experiencia de un terremoto 8 o 9 y cada año en algún punto del país se registra al menos un terremoto de intensidad 6 o superior. Esto conlleva que los chilenos posean una muy clara percepción del riesgo sísmico, y justamente por eso, exigen que las autoridades velen por el cumplimiento de la estricta normativa que existe en esta materia.
La estrecha relación entre memoria, percepción del riesgo y construcción nos permite estar más preparados para afrontar las adversidades relacionadas con amenazas de origen natural y evitar que acaben desembocando en una tragedia.
Loris De Nardi, Investigador Marie Curie en el 
Instituto Cultura y Sociedad (ICS), Universidad de Navarra

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