lunes, 13 de diciembre de 2021

Catalán: de aquellos polvos, estos lodos

Un digital independentista difunde la identidad del padre del niño de Canet
Fue a finales de los 90. Me había despistado con el coche en una carretera de Gerona y llamé a unas jóvenes y les  pregunté  por la localidad a la que quería ir. Como no sabían decirme, consultaron al señor que iba con ellas. Él, en vez de contestar, les inquirió en catalán:
- En quin idioma heu preguntat? (¿En qué idioma ha preguntado?)

E L MUNDO, MARTES 9 D E SEPTIEMBRE DE 2008 ESPAÑA
PROHIBIDO ESTUDIAR EN ESPAÑOL / La persecución
La imposición del catalán en los centros educativos de Cataluña traspasa los límites de las aulas. La Consejería de Educación de la Generalitat, a través de directores, profesores y personal de servicio, interviene en los patios, los comedores, las actividades extraescolares y en el ámbito familiar. No son incidentes aislados. Es una estrategia para imponer el catalán como lengua habitual fuera del horario lectivo. El fervor de unos y el temor de otros permite que niños de 6 años vean afeada su conducta por pedir hacer pis en castellano.

«Si un niño pide pan, agua o pis en castellano, hay que ignorarlo»
La monitora de un comedor escolar de Barcelona denuncia el sistema de imposición del catalán promovido por la Generalitat en Cataluña

MANUEL ROMERO, BARCELONA
.– Como en cualquier sistema de dominación en el que los cómplices pasivos son necesarios, la inmersión lingüística en Cataluña requiere de colaboradores tácitos que ejecuten las reglas que emanan de la Consejería de Educación de la Generalitat. Sara Burgos estaba llamada a engrosar esas filas pero ha roto la cadena de órdenes y el manto de silencio que cubre la implantación del catalán en las escuelas y en la sociedad catalana. Para el Colegi de Educació Infantil i Primaria Gayarre, en el barrio de Sants de Barcelona, su rebelión no es baladí. La insubordinación de Sara, monitora de comedor de 22 años de edad, representa, a juicio de sus superiores, una amenaza para los cimientos de la política lingüística de la Generalitat. Su acción de sabotaje: contestar en su idioma a los niños de Primero de Primaria –de 6 años– que le solicitaban permiso en castellano para hacer pis o reclamar algo más de pan o agua en la comida.
2008. Sara Burgos, de 22 años, es monitora de
comedor y estudiante de Integración social.
MANUEL ROMERO

Sara Burgos es natural de Barcelona y vive en la cercana localidad de Santa Susana, en la comarca del Maresme. Aunque su lengua materna es el castellano, habla perfectamente catalán. «Cuando comencé a estudiar, siempre en colegio público, acababa de ponerse en marcha la enseñanza en catalán, así que lo hablo sin problemas. Quien se dirige a mí en catalán le contesto en ese idioma y si me hablan en español, cambio con naturalidad. No recuerdo que nadie en mi infancia me prohibiera hablar en castellano». 
Su relación con el aparente equilibrio lingüístico de Cataluña dio un vuelco a principios del pasado junio, cuando el curso escolar estaba a punto de concluir. «Estoy estudiando Integración Social y realicé un curso de monitora de comedor de colegio, una actividad muy socorrida en Cataluña para ganar algo de dinero y ayudarte en los estudios». 
Sus funciones en el colegio Gayarre eran sencillas. Cada día, Sara Burgos debía acompañar, a la una de la tarde, a un grupo de niños procedentes de la clase de Primero de Primaria y llevarlos al comedor, atenderles y vigilarles durante el almuerzo, conducirlos al patio de recreo y devolverlos a su aula a las tres. 

«Comencé a realizar esta labor en enero. A finales de curso, en los primeros días de junio, se dirigió a mí la coordinadora del comedor. Me explicó que la Generalitat había realizado una encuesta escolar y se había detectado que las monitoras hablaban castellano frecuentemente con los niños en el patio de recreo. A ello se sumaba que mi grupo tenía un alto índice de conversación en castellano conmigo en el comedor. Después de recriminar mi acción, me dijo que lo que estaba sucediendo era muy grave y que tenía que acabar con esta situación. Había que erradicar el español de las escuelas catalanas y de ésta en particular». 
Sara Burgos se quedó atónita. Durante cinco meses había estado respondiendo a los niños en el idioma en el que se dirigían a ella y eso, al parecer, ponía en riesgo los objetivos lingüísticos catalanistas. 
Sara desconocía que aquel incidente no era una anécdota o una rabieta de su superiora. Había incumplido el espíritu y la letra del Plan por la Lengua y la Cohesión Social, elaborado en 2004 y actualizado hace un año por la Consejería de Educación de la Generalitat de Cataluña. El proyecto establece en su página 21 las normas básicas de actuación dentro de la escuela, tanto pública como privada, para «incrementar el uso de la lengua catalana y el aranés, si fuera el caso, como lengua vehicular y de comunicación en los centros educativos». Esa era la clave.
Sara Burgos había incumplido la regla. La Consejería de Educación de la Generalitat dispone de numerosos equipos humanos, herramientas técnicas y la información de colaboradores voluntarios que la mantienen al tanto del estado de la cruzada para la imposición del catalán. «La Consejería habían realizado un test para conocer el idioma de los niños en las horas lectivas, no lectivas, extraescolares, actividades y comedor», relata Sara. 
El Plan por la Lengua y la Cohesión Social indica en la misma página que entre sus fines se encuentra «elaborar un diagnóstico de la situación del centro con la consecuente reflexión y valoración» y «establecer actuaciones para adaptar los programas de inmersión lingüística a la situación actual». Allí estaba Sara, siendo objeto de las medidas correctoras. «Cuando se conocieron los resultados, el director del colegio llamó a su despacho a mi coordinadora y le entregó el apartado que me afectaba». Constaba que Sara había utilizado el español para contestar a los niños que le habían reclamado en ese idioma algunas de las necesidades a la hora de comer, como pedir más pan, agua o ir a hacer pis. 
«Mi coordinadora fue tajante. Si me hablaban en castellano no debía darme por enterada. En su lugar debía contestarles: ‘A veure, torname’l a repetir que no t’he entès’ (A ver, vuelve a repetírmelo que no te he entendido), ya que estábamos en Cataluña y la lengua de enseñanza es el catalán». 
Sara Burgos respondió que no iba a seguir esas directrices y que estaba dispuesta a que la despidieran por ello. «Dije claramente que si un niño se dirigía a mí en castellano, iba a continuar contestándole en su idioma. Por otro lado, en ningún caso he hablado en español si me han preguntado algo en catalán. Entre otras cosas, porque sé catalán. Sorprendentemente éste no era el caso de la coordinadora, que se estaba dirigiendo a mí en castellano en medio del comedor y ante los niños. Ahora está estudiando catalán para alcanzar el nivel C». 
Sara Burgos argumentó que existen niños sin ningún conocimiento de catalán y que la única forma de comunicación que tienen es el castellano. 
«Hay críos ecuatorianos, incluso un chico de seis años con una edad mental de tres, con problemas de desarrollo y dificultades en el habla, que tiene el castellano como lengua materna y una necesidad muy fuerte de que le hablen en su idioma. También debía contestarle que no le entendía cuando se dirigiera a mí en español». 
El enfrentamiento alcanzó su punto álgido cuando Sara puso una sola condición para acatar la orden, «que el colegio cumpliera la sentencia que les obliga a incluir en sus impresos de inscripción la casilla con la opción de educación en castellano, que no aparece». A la coordinadora, esta demanda le pareció todo un desafío y se limitó a decir que estaba conduciendo el asunto hacia un debate político. 
La amonestación sirvió para que en las orillas del oasis del colegio público Gayarre afloraran los cactus de la imposición lingüística. «Trataron de convencerme argumentando que para lograr metas profesionales había que cumplir órdenes y que, para alcanzar su puesto, mi superiora había tenido que asumirlas sin rechistar, aparte de que en este colegio el director era de Esquerra Republicana de Catalunya». 
Precisamente la figura del máximo rector del centro sobrevolaba el conflicto. «Él se reunió con mi coordinadora, que fue quien me presionó y amenazó con que no llegaría a ningún lado. Directamente el director no se dirigió a mi». 
Al día siguiente, Sara Burgos volvió a estar con los niños de su aula. Aunque estaba decidida a seguir tratando igual a los escolares, su comportamiento no era el mismo. «Sentía la angustia de que me estaban escuchando. Me molestaba todo, incluso que los niños me hablaran. Estaba deprimida. Después de la reunión con mi coordinadora me puse a llorar de rabia, de impotencia. Es horrible que traten de privarte de la libertad de expresarte en tu lengua materna». 
La amonestación a Sara y el requerimiento al resto de las monitoras del comedor para que no contestaran en castellano a los niños que se dirigieran a ellas en este idioma no provocaron más que su única oposición. «Mis compañeras no decían nada. Al contrario, repetían a la coordinadora que nunca hablaban en español, cuando eso es mentira. Los niños se dirigen a nosotras en castellano y acostumbramos a contestarles en lo que nos hablan. Si es en catalán, les respondemos en catalán. Los críos nos van marcando el idioma y lo que quieren es que les des las respuestas». 
El proceso para reconducir lingüísticamente el comedor del colegio público Gayarre no había concluido. Días después, la coordinadora del comedor comunicó a Sara que cuando el director del centro compartiera mesa con ellas, toda la conversación debería ser en catalán. «Era completamente hipócrita. Entre las monitoras hablamos en castellano durante la comida y era antinatural que yo, después de seis meses, comenzara a hablar en catalán a unas personas con la que nunca lo he hecho. Es como si con mi madre empiezo a hablarlo». 
Sara recibió este requerimiento en dos ocasiones, sin que ella modificara el hábito. «Nos avisaban cuando iba a venir a comer con nosotras pero yo mantuve mi costumbre. En una ocasión me habló en catalán y yo le contesté en ese idioma, pero recuerdo que otra vez me dirigí a él en español, como algo natural. Cataluña es España y tenemos dos idiomas oficiales». 
Tras las vacaciones, Sara Burgos ha vuelto a trabajar, pero ha puesto una condición: que no sea en el CEIP Gayarre. Cuando ella no esté, los niños de Primaria tendrán que aprender a decir pis en catalán si no quieren volver a casa con los pantalones mojados.

Disciplina férrea más allá del aula
ERC fracasa en su intento de blindar la
inmersión lingüística con la Ley Celaá
Los colegios en Cataluña se rigen por la Ley de Inmersión Lingüística y por las resoluciones 1 de julio de 2005 de la Generalitat «para la organización y el funcionamiento de centros docentes». En ellas se confiere a los colegios actuaciones que trascienden el ámbito escolar, como el fomento de agrupaciones de alumnos fuera del centro con el fin de favorecer «las interacciones comunicativas para mejorar el aprendizaje y el uso de la lengua catalana». Además, su plan de actuaciones incluye: 
- Consolidar la lengua catalana y el aranés, si fuera en caso, como eje vertebrador de un proyecto plurilingüe. 
- El proyecto lingüístico debe garantizar un tratamiento de las lenguas que dé respuesta a las necesidades reales de todo el alumnado, velando por el uso del catalán como vehículo de enseñanza y aprendizaje y como lengua de relación en todos los ámbitos. 
- La programación general del centro ha de incluir objetivos y actuaciones que garanticen el uso de la lengua catalana entre los miembros de la comunidad educativa. 
- Utilizar la lengua catalana como lengua propia de Cataluña, y el aranés en el Valle de Arán, normalmente como lengua vehicular y de aprendizaje en todas las actividades internas y externas de la comunidad educativa. 
- Establecer pautas de uso lingüístico favorables a la lengua catalana para todos los miembros de la comunidad educativa y garantizar que todas las actividades y las comunicaciones entre el centro y el entorno sean en lengua catalana, sin perjuicio de que se arbitren medidas de traducción en el periodo de acogida de las familias de alumnos recién llegados.

Dime, niño, en qué hablas
Al colegio público Roc Blanc, en Viladecavalls (Barcelona) no le basta con enseñar en catalán todas las materias. También quiere conocer en qué lengua se desarrolla la vida privada de sus alumnos y familiares. El viernes 8 de febrero entregó a los niños una hoja con preguntas que debían devolver en mano el lunes siguiente. 
Las encuestas son cada vez más frecuentes en los colegios catalanes. Tratan de averiguar por qué tras 25 años (recordemos, escrito en 2008) de imposición del catalán en las escuelas, y de 450 millones de inversión anual, los alumnos prefieren el español para comunicarse en la calle. 
Algunas de las preguntas de la encuesta eran: 
- ¿Qué lengua hablas en casa? 
- ¿Qué lengua hablas normalmente con tus amigos y compañeros de escuela? 
- ¿Qué lengua se habla en las emisiones de radio o de televisión que oyes o ves? 
La hija de Manuel Cuevas, de 11 años, devolvió la encuesta con la anotación de sus padres: «La vida privada no está regida por ninguna norma y cada uno hace lo que le apetece».

4 comentarios:

Aritz Lizarraga Olascoaga dijo...

Lo último me recuerda a los nazis de Navarra vigilando a los chavales del modelo D en el patio.

Carmelo dijo...

Nos encontramos en una situación muy grave. Unos NACIS haciendo lo que les da la gana, incumpliendo todas las leyes y sin el más mínimo sentido común. Pero lo más grave es que el gobierno hace caso omiso y no aplica la ley para parar ésta locura que nos lleva a los peores momentos de la historia de España, estos iluminados locos campan a sus anchas y nadie les pone en su sitio, alguien tendrán que asumir responsabilidades civiles y penales, verdad Sra. Fiscal General de Estado?
Porca miseria!!

Carmelo dijo...

Perdón Pachi, Navrazon y muy buen tema el de hoy.

Carmelo dijo...

Así es Aritz.