Creo recordar que con la Vuelta ciclista a España se instaló algún año -entre el 55 y el 60- Gargantúa en la Plaza del Castillo y que desde una avioneta tiraban en pequeños paracaídas pastillas de jabón Chimbo (¡dios, qué jabón!).
Según leo en la hemeroteca, todavía por esos años "el Ayuntamiento de Pamplona se dirigió al de Bilbao pidiendo el Gargantúa de aquella población para recreo de los niños durante las próximas fiestas de San Fermín"
Gargantúa, sobre un carro arrastrado
por una pareja de bueyes, formó parte
de la Comparsa (1910, Ojanguren) |
El siglo XIX daba sus últimos
coletazos cuando el concejal de Bilbao señor Pinillos propuso la
construcción de una nueva colección de gigantes y cabezudos, ya que
la antigua comparsa se había desechado por impresentable.
Igualmente
solicitó se hiciese un nuevo Gargantúa para cerrar la comitiva de
los gigantes, añorando también la desaparición de aquel otro jebo
tragón (en Vizcaya -y en Pamplona: jebo, jicho...- llaman jebo a los aldeanos de su tierra) también
destruido con anterioridad. Así es cómo Bilbao renovó su comparsa
de gigantes y cabezudos con el simpático acompañamiento del
Gargantúa.
Aquel gigante aldeano, insaciable y glotón asustaba a
los niños por el temor de ser engullidos en sus fauces.
Afortunadamente aquel pantagruélico bonachón se tragaba a los
mocetes y los lanzaba sanos e indemnes por su parte posterior. Por
eso se cantaba: «Gargantúa se traga los niños con mucho cuidado,
sin hacerles mal».
Aquel gigante de cartón representaba un enorme
jebo de medio cuerpo, sentado tras de una mesa, con su boca y manos
en actitud de tragar todo lo que se le pusiese por delante. La
diversión de los chiquillos consistía en meterse por la boca y
deslizarse, sobre un pequeño patín, hasta la parte posterior del
carro en el que se asentaba el aldeano glotón. El carro sobre el que
se instalaba el Gargantúa era arrastrado por una pareja de bueyes.
Pues bien, aquel simpático Gargantúa fue cedido por el Ayuntamiento
de Bilbao para animar los Sanfermines de 1910. La víspera de San
Fermín a las cinco y media de la tarde, acompañado de toda la
chiquillería pamplonesa, hizo su entrada triunfal en nuestra ciudad
el Gargantúa, siendo conducido hasta la plaza Consistorial.
Ni que
decir que aquel año el alboroto de los chiquillos pamploneses se
convirtió en locura colectiva ante aquella inusitada novedad.
Durante todas las fiestas, el Gargantúa acompañó a la comparsa de
Gigantes y Cabezudos cerrando la comitiva, y devorando -insaciable- miles de
mocetes.
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