sábado, 22 de diciembre de 2018

Silvestre Belzunegui, 'el tío Silvestre'

Julio Cía 1933 Entrada empedrada del Arcedianato Andén central Catalpas Claustro, al fondo
Me enfado conmigo mismo cuando, entre la cantidad de temas y personas que han salido en Desolvidar durante sus 10 años años de existencia, veo que aún no tengo puesta la etiqueta de Silvestre Belzunegui Sarasa, el tío Silvestre, la persona que más influyó en los primeros años de mi vida.
Foto Galle años 30
En mi descargo sirva que, antes de que mi madre muriera en 2010, me preocupé de sonsacarle la información que tenía sobre el hermano menor de su padre, y que el ordenador -bastante más ordenado que yo- la ha sabido conservar hasta hoy.
Unas magníficas fotos del Hospital, que subió José Castells, encendieron todas las alarmas. Y es que, en ese chalet pequeño, el del medio, vivió mi tío abuelo como administrador que fue del Hospital. Por cierto, el SITNA de 2017 certifica que aún existe -como único superviviente de los tres- y el Maps nos informa que sigue siendo usado por Adona (Donantes de Sangre).

Quién fue Silvestre Belzunegui
A la dcha, Benita, "la Pitirri", con su hermana Josefa
Como mi madre, el tío Silvestre nació en Cemboráin (Valle Unciti), en Casa Macaya. Hacia 1884. Era el hermano más pequeño del abuelo materno, Tomás. 
Estaba destinado a ser ayudante de pastor ('navarzalico', decía mi madre). Pero es enviado a Pamplona, a cuidar a un señor paralítico, un tal Echeverría, del que, desgraciadamente, no tengo muchos datos. Este señor le ayuda, económicamente, a hacer la carrera de Magisterio. Supongo que habría visto que Silvestre era un chaval despierto y que valía para el estudio.
Conoció a Benita Gómez Ganuza, también maestra, a quien llamará siempre con cariño "La Pitirri" y con la que se casa el 26.11.19.
No tienen hijos. Viven en el 16 de la calle Navarrería, en el 4º piso.
Según mi madre, hizo Oposiciones para Grado? Superior.
En su despacho y dedicatoria a mi madre
Con la República, fracasa el anterior administrador del Hospital y, hacia el 34-35, es nombrado Administrador del hospital provincial. El matrimonio ocupa el Chalet del centro, el único de los tres que aún existe.
En la hemeroteca de DN siempre aparece en actos sociales de importancia, rodeado de las personalidades de la época, y catalogado como "celoso Administrador de los Establecimientos de Beneficencia".
Al jubilarse (supongo que con 65 años) hacia el 49 (el año que nací yo), va a vivir a San Nicolás 1, 3º, algunas de cuyas ventanas dan a la Plaza del Castillo. Desde ellas veíamos los fuegos artificiales en Sanfermines.
Gustaba de ir a su casa natal de Cemboráin los domingos. Era -me decía mi madre- un tío muy querido.
Fallece el 23 de Febrero de 1964, con 80 años.
***
Él fue para mí el abuelo del que, por circunstancias de la vida, no pude disfrutar. Y el que, durante mis diez primeros años, estuvo casi todos los días un rato conmigo.
El tío Silvestre era un hombre serio, bastante distante, que inspiraba más respeto que cariño, que ternura. Pero conmigo fue muy bueno y hasta me soportó alguna broma poco afortunada sin reñirme.
Era un hombre de un solo chiste:
- ¿Qué te van a traer los Reyes?
- ¡Un correquetecagas!
Él preguntaba y él se respondía. Y él solo se reía. Pero a mí me hacía gracia que un hombre tan serio me dijera esas cosas.
Con él nunca tuve miedo de atravesar el claustro en las noches de invierno, cuando sus zapatos retumbaban (nunca mejor dicho) sobre los centenares de tumbas que yo creía ocupadas.
Fue un hombre recto, estricto, delgado como un sarmiento, pero fundamentalmente bueno y honrado.

Marcó mi primera educación
Consciente de las dificultades de mis padres para dar estudios a todos los hijos, el día que nací yo (14.12.49) le dijo a su sobrina: "a este chico yo le pago los estudios, si va al Seminario".
Y ayudado por Carlos, mi hermano mayor, empecé con el manual del monaguillo, todo en latín y sin traducción:
-Introibo ad altare Dei
-Ad Deum qui laetificat juventutem meam
Primero en la Catedral, luego en San Juan Bautista, los últimos años en Los Caídos y en Cristo Rey.
Para cuando me juntaba con mis compañeros en la escuela de Compañía, yo ya llevaba un par de horas ayudando misas.
Del 59 al 61, dos años en la Escolanía Santa María la Real, donde además de ayudar a misa, cantábamos para las iglesias.

Rosario de los Esclavos
Y mientras tanto, todas las tardes, desde que aprendí a andar, pasaba mi tío por casa, se sentaba (alguna vez le quité la silla, de broma, pero casi...), se tomaba un vaso de agua y nos íbamos al Rosario.
Como bien sabéis, hasta el 60 vivimos en Dormitalería 18. Así que el recorrido lo teníamos claro: cruzábamos la calle, entrábamos en el Arcedianato y, derechos, por el andén central, al Claustro. Si llovía fuerte, usábamos la galería cubierta de la derecha. Recorríamos la crujía oeste hasta la Puerta del Amparo. Y ya estábamos con eso de:
-Virgen del Sagrario, Reina celestial, libra a tus esclavos de culpa mortal...
-Salve, Virgen bella, Reina, Virgen Salve
-Tus hermosos ojos, llenos de piedades, a nosotros vuelve, Soberana Madre...
Cuando llegaban las letanías, procesionábamos por la Catedral, girola incluida. Cuando veíamos al Marqués de la Real Defensa con sus bigotazos y la bandeja, el tío me daba siempre una ochena para que yo la echara. Pero, para cuando anduviera un poco necesitado, cogí la habilidad de, a la vez que echaba la ochena (para meter ruidico), coger otra moneda (dos reales, peseta...) de más valor para comprarme algo en el Ultramarinos de Jesús.

Muerte del tío Silvestre
Con casi 12 años fui al Seminario. El primer curso, en Tudela y el resto, hasta los 17 años, en Pamplona. 
'Un viático en el Baztán' Ciga 1917
Entre que dejamos Dormitalería (1960) y yo ya estaba en el Seminario, la relación con el tío Silvestre ya no era casi diaria, como hasta entonces.
El 23 de febrero de 1964 falleció mi tío. Me avisaron y fui a su casa del número 1 de San Nicolás. Subí las escaleras de caracol hasta el tercero y allí lo vi, igualico que si estuviera dormido. 
Yo ya había acompañado muchas veces en el Viático, tocando la campanilla por aquellas estrechas calles, entrado en portales muy oscuros y había visto bastantes muertos. Por eso pensaba que no me iba a afectar ver muerto a mi tío. Pero aquella noche...
Más vale que el dormitorio era común, de camas separadas por una taquilla, pero aquella noche se me apareció el tío. Estaba al lado de mi cama, algo elevado sobre el suelo. Era una figura luminosa, que brillaba en la penumbra del dormitorio. Miedo no, pavor fue lo que sentí. Tuve que gritar porque enseguida apareció una sombra más oscura que, en vez de asustarme, me tranquilizó: era el prefecto con su negra sotana.

Una anécdota de Nieves
Nieves, seis años mayor que yo, recuerda que, una vez que le sacaron una muela,  la tía Pitirri le dio, en el chalet de la foto, un bollito con mantequilla, bien blando, para que se lo pudiera comer. 
Y que otra vez coincidió su visita con la Campaña de Navidad que, por estas fechas, se hacía para conseguir juguetes para los niños que pasaban las Navidades ingresados en el Hospital y que no tenían otros Reyes que los procedentes de los pamploneses de buena voluntad. Nieves tendría 6 ó 7 años y el tío Silvestre le fue a enseñar aquellos juguetes que ella -por falta de costumbre- nunca jamás en la vida había pensado que podrían existir. "Aquello fue como ponerme un pincho de jamon -vuelta y vuelta-, con pimientico verde, olerlo y no poder hincarle el diente" -dice gráficamente. 
Pero el tío tuvo el detalle de regalarle una muñeca que estaba apartada porque se le había roto la cabeza. Nieves, un poco triste, llegó a casa con su muñeca rota, pero la mamá enseguida lo solucionó: llenó la cabeza de esos rizos de papel de celofán y le hizo un gorrico para tapar el destrozo. Y Nieves iba tan contenta con su muñeca.
Pero el tío no le quitó a ningún niño un juguete para dárselo a su sobrina.
Así era aquel hombre, "honrau a carta cabal".
Un placer haberte conocido. Y perdón por mi lamentable retraso.

2 comentarios:

Santiago dijo...

Entrañable relato.
Felicitaciones

Maripaz dijo...

Me encanta esa manera tuya de contar las cosas sencillas e importantes de la vida.
Emocionante relato.
Gracias por compartir.
Un saludo.