Todos tragaron sapos y, encima, poniendo cara de satisfacción |
6 de diciembre, día de la Constitución española
Una de las pocas (si no la única), fiestas laicas de nuestro calendario festivo, plagado de festividades religiosas. Un día para celebrar la convivencia y el respeto (o, al menos, la tolerancia) entre los españoles. Es la única fiesta de todos los españoles (indepes incluidos).
Quienes hemos vivido algunas décadas de dictadura tenemos más motivos para sentir y valorar la diferencia entre ser súbditos atemorizados y ser ciudadanos con pleno ejercicio de nuestros derechos.
Quizás uno de los momentos más trascendentales de la Transición fue éste que nos relata el No-Do del 29.11.76. Tras haber visto durante años de dictadura la férrea unanimidad de las Cortes, uno no puede sino admirar el trabajo entre bambalinas que tuvieron que hacer Adolfo Suárez y Manuel Gutiérrez Mellado para conseguir la aprobación del Proyecto de Ley de Reforma Política. Si hoy podemos seguir celebrando la Constitución, es, sin duda, gracias a ellos:
Mirando hacia atrás con cariño por Julia Navarro
La Transición, que estuvo repleta de sobresaltos e incertidumbres, con sus dosis de violencia, sin embargo salió bien
Estos días de celebración del
cuarenta y... aniversario de la
Constitución, de paso, se echa
la vista atrás sobre la Transición.
Y es de agradecer que el
Congreso de los Diputados se
haya acordado de los periodistas que en
aquellos días nos dedicábamos a contar lo
que estaba pasando y haya organizado un
acto homenaje.
Yo no padezco de nostalgia, todo lo contrario,
me interesa más el futuro que el pasado
porque el pasado ya es irreversible y el futuro
está por hacer, pero no dejo de mirar hacia
los años de la Transición y de elaboración
de la Constitución con cariño.
Y aunque no esté de moda defender la
Transición yo no dejo de hacerlo. En primer
lugar porque la Transición se hizo razonablemente
bien, tanto que es la historia de un
éxito. Porque ya me dirán si no fue un éxito
pasar de una dictadura a una democracia, y
la elaboración de una Constitución que nos
devolvía la democracia y la libertad y en la
que cabíamos todos.
A toro pasado hay quienes dan lecciones
sobre lo que se debería haber hecho y hay voces
que cuestionan el resultado final.
Estoy en total desacuerdo. Insisto en que
la Transición, que estuvo repleta de sobresaltos,
de incertidumbre, de temores, de escollos,
también con sus dosis de violencia
(ETA mataba y el golpismo anidaba en el
Ejército), sin embargo salió bien. Y si salió
bien, es porque fue obra de los ciudadanos.
Porque fueron los ciudadanos los que no estaban
dispuestos a mirar atrás sino que querían
mirar hacia el futuro y construir una España
democrática. Fueron los ciudadanos
los que empujaron a los políticos en esa dirección.
Y fueron los responsables políticos
de la época los que con aciertos y desaciertos
fueron remando en esa dirección.
Sin duda el mayor acierto fue que las primeras
Cortes democráticas fueron constituyentes.
No fue fácil. Lo sé porque yo estuve
allí, nadie me lo ha contado. Mis días transcurrían
delante de la puerta donde se reunían
los ponentes constitucionales. A veces
salían con rostro serio y meditabundos,
otras enfadados, en ocasiones hacían lo imposible
por esquivar a los periodistas. Luego
asistí a todas las sesiones
de la comisión constitucional,
a las sesiones plenarias,
y así hasta que se votó
el texto definitivo.
Cuando se habla de consenso
parece que todo lo
que se hizo entonces fue coser
y cantar y no fue así, sino
que los debates fueron
intensos, difíciles, incluso
agrios.
Pero el resultado fue una
Constitución que nos ha
permitido cuarenta (y...) años de libertad, de disfrutar
de derechos, de afrontar problemas y
desafíos.
Creo que hay mucho que celebrar por estos
últimos cuarenta (y...) años vividos, y mucho
que celebrar por lo que se hizo entonces.
Sí, se podían haber hecho las cosas mejor,
puede ser; hubo errores, también, en el recorrido,
pero en líneas generales la Transición
fue un éxito y la Constitución como su pieza
central un éxito aún mayor.
De manera que
felicitémonos. Hay razones para hacerlo.
Julia Navarro es comentarista política
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