Tras las dos mujeres arrodilladas, María José Alcocer |
ETA es pasado, pero sigue mandando en Bildu ahora.
Son 44 los candidatos de EH Bildu condenados por su relación con ETA, siete de ellos por asesinato y siete en Navarra:
Arriaga Martínez, número 3 en la lista de Berrioplano, fue condenado a 29 años de prisión por el asesinato en 1984 de Jesús Alcocer Jiménez.
Matan a tu padre, pero permiten que llores en el hombro del txibato que proporcionó al comando los datos precisos para su ejecución.
Placa colocada frente al Instituto Navarro Villoslada, en la Vaguada de San Juan |
Historia de una foto, por Javier Marrodán
Se llama María José Alcocer y es periodista. Su mirada parece perdida en el infinito, pero seguramente se está mirando a sí misma: su padre, Jesús Alcocer Jiménez, había sido asesinado por ETA en Pamplona un año y medio antes, el 13 de abril de 1984.
Era comerciante, exmilitar, había tenido algunas responsabilidades en Fuerza Nueva y fue víctima de una cacería humana que se prolongó durante años.
Un comando de ETA lo intentó matar por primera vez el 1 de febrero de 1980: los terroristas asaltaron a un conductor en Villava, lo metieron en el maletero de su vehículo y se fueron con el coche hasta el Segundo Ensanche pamplonés. Cuando esperaban con las armas en la mano la aparición de su víctima, vieron pasar dos jeeps de la Policía Nacional, se asustaron y abandonaron el plan.
Después de aquello colocaron una bomba en uno de los tres pequeños supermercados que había puesto en marcha en la capital navarra.
Y finalmente lo abatieron a tiros en el muelle de Mercairuña, adonde acudía diariamente para comprar género. Su cadáver, apenas cubierto por una manta de cuadros, permaneció durante horas tendido en la plataforma de carga y descarga mientras los empleados trasegaban a pocos metros con cajas de plátanos o barquillas de hortalizas.
Pocos días después, su hija María José se hizo cargo del negocio familiar.
Durante meses, una de las personas que había trabajado con su padre se estuvo asomando al establecimiento para consolarla y echarle una mano. Ella agradecía el gesto y la compañía, y llegó a llorar sobre el hombro de aquel joven.
Hasta que la policía lo detuvo un tiempo después y descubrió que había sido él quien proporcionó la información necesaria para el atentado.
La mirada de María José Alcocer, cuando el 23 de diciembre de 1985 se encontró en la Vuelta del Castillo con el cuerpo sin vida del general Atarés, se dirige en realidad al infinito de su propia biografía.
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