miércoles, 6 de abril de 2022

Portada de El País, 15 de Julio de 1980

"... Con el pecho ensangrentado y el pitón de un toro de Albaserrada penetrándole en el costado izquierdo...". Si hubiera sido así, seguramente ese mozo no estaría ahora comentando la cogida de la que fue objeto, portada de El País del 15 de Julio de 1980. 
El periodista se lució. Lo del "pecho ensangrentado" era una pegatina, creo que antinuclear. Y lo del "costado izquierdo", ya se ve que el pitón penetra en el costado derecho.
El 14 de Julio me pilló el toro. Cuatro cornadas: dos en el costado derecho y otras dos en la parte trasera del muslo izquierdo. Parece mucho pero en tres semanas ya estaba corriendo las vacas en fiestas de Estella. Y lo mejor: no quedaron secuelas.
Estando en el hospital, me fueron trayendo fotos y artículos de la cogida y alguien -creo recordar- me comentó que El País había puesto la magnífica foto de Gómez de portada. El caso es que no conseguí en su día ese periódico y cuando empezó la era digital y, sobre todo, cuando en 2008 empecé con este blog, llamado Desolvidar, busqué esa portada con insistencia. Pero no di con ella.
Para que no os pase lo mismo que a mí, que me he pegado más de 40 años sin encontrarla, fijaos lo fácil que es ahora:
Que no sabéis la fecha exacta, sino solo el año...:

Sus cuernos (mira el pitón izquierdo) eran puñales. Foto Gómez (14.07.80)

Se llamaba "Callejero", 500 kilos, capa negra. Corrió en el encierro del 14 de julio de 1980. Había nacido cinco años antes, a principios de 1975, en Mirandilla, la finca que al noroeste de Sevilla tiene el Marqués de Albaserrada. En el encierrillo tuvo algún percance al meter una de las manos en una cuneta y quedó dolorido.

Cuando supe que en el encierro del día 13 había habido dos muertos, me juré no correr más. Pero...
A las ocho y un minuto, en la Plaza Consistorial, tras sortear al toro que venía adelantado, me encontré de frente con Callejero. La primera cornada fue brutal. Luego, me metió tres más que las sentí, pero no me dolieron (gracias, adrenalina).
Él, al pillarme, se resintió del tropezón del encierrillo. Llevaba sangre en la boca y cojeaba ligeramente. Caminaba despacio y daba continuos derrotes. Por Estafeta era tanta su indecisión que algunos mozos creyeron que se iba a dar la vuelta y corrieron hacia Mercaderes. A la altura de la Cafetería Belagua volvió a pararse, sembrando el pánico. Gracias a la insistencia de los mozos, continuó, aunque lentamente, hacia la plaza. Pero no acababa de entrar por el callejón. Tuvieron que salir los dobladores. Al entrar a la plaza, giró a su derecha y pilló a un chico, a quien pudo darle un cornalón. Pero todo quedó en un puntazo. El toro no se cebó con él.
Para cuando entró en corrales, yo ya llevaba un rato en el hospital. Gravísimo, cuatro cornadas. Como dijo mi tío Tomás, presente en la operación que duró más de tres horas: "pudo ser más, pero también pudo ser menos".
Callejero no tuvo la oportunidad de demostrar su nobleza. No fue considerado apto para la lidia. Lo tuvo que matar un guardia civil (eso me dijeron).
Aquel toro pudo matarme. Pero, cuando yo ya estaba totalmente a su merced, se dio la vuelta y siguió su camino. Media docena de mozos hicieron lo imposible por quitármelo de encima.

Dos puñales astifinos,
cuatro feroces cornadas,
un combate desigual
entre un hombre y una bestia…
Un combate sin trincheras
en un espacio estrecho,
encajonado, entre tablas,
en el que no hay salida…
Un parapeto humano
te impide la retirada
por el frente y por los lados,
y por detrás, el peligro:
una bestia enfurecida
te acecha sin cesar
con dos lanzas puntiagudas…
Sisebuto


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