De pie: Ignacio López-Goñi, Carmen Erviti y Bienvenido León. Sentados: Ramón Salaverría y María Pilar Martínez Costa. Foto EDUARDO BUXENS |
Desmontando los bulos de la pandemia
Investigadores de la Universidad de Navarra participan en un estudio sobre los bulos relacionados con la ciencia y salud en la pandemia
MARÍA JOSÉ ECHEVERRÍA
DN 14/04/2022
Ramón Salaverría, Mari Carmen Erviti, Pilar Martínez -Costa, Nacho López-Goñi y Bienvenido León. |
Un equipo de investigadores de la Universidad de Navarra y del Barcelona Supercomputing Center han llevado a cabo el proyecto RRSSalud, financiado por la Fundación BBVA, para analizar los tipos y diseminación de la desinformación sobre salud en las redes sociales en la pandemia.
El trabajo ya ha visto la luz en un primer artículo, ‘Desinformación de ciencia y salud sobre la covid-19’, que publicó ayer la revista americana Plos One. El artículo analiza 533 bulos difundidos en los tres primeros meses de pandemia y desmentidos por tres organizaciones españolas de verificación, acreditadas internacionalmente en esa fecha (Maldita, Newtral y EFE Verifica).
Estos profesores de la UN presentaron este miércoles el trabajo y explicaron que durante la pandemia se desarrolló una ‘infodemia’ masiva (abundancia de información) que contribuyó a la desinformación en un momento en que el acceso a la información de calidad era crucial.
Los investigadores se centraron en los bulos sobre ciencia y salud y concluyeron que los más comunes afectaban a la investigación científica y gestión sanitaria. Además, se transmitían en forma de texto, se basaban en el engaño, usaban fuentes reales, tuvieron un enfoque internacional y se difundieron, sobre todo, por redes sociales.
CUATRO TIPOS
A partir del análisis, los autores del artículo han establecido una catalogación de bulos diferenciando:
1. los de ciencia apresurada (aquellos referidos a ciencia que no ha tenido suficiente tiempo para consolidarse)
2. Ciencia descontextualizada
3. Ciencia mal interpretada
4. y falsedad sin base científica
En su análisis, los expertos establecieron cuatro tipos de bulos según su relación con el conocimiento científicos. Los dos primeros se relacionaban con datos de la ciencia ‘apresurada’ o ‘descontextualizada’, por ejemplo tras estudios difundidos sin la correspondiente revisión. También hubo bulos por mala interpretación y otros directamente falsos, como que el café previene el coronavirus.
Desde un punto de vista psicológico, Salaverría indicó que perciben que creer los bulos se sustenta en que “nos gustan”, ya que “refuerzan nuestras ideas”. Además, las personas tienden a ser confiadas, dijo. Ni la edad ni una mayor educación inmunizan frente a los bulos, apuntó. En este contexto, es importante aprender a decir “no lo sé” y recalcaron que la comunicación pública de la ciencia es fundamental. “Necesitamos saber de ciencia y cómo funciona”.
DETECTAR BULOS
1. Fuentes fiables. Consultar fuentes fiables. La popularidad no supone ser una fuente fiable.
2. Cortar la cadena. Ante una duda sobre una información, no compartirla y cortar la cadena.
3. Evaluar. Titulares impactantes, sorprendentes o soluciones ‘fáciles’ a problemas complejos tienen que llevar a desconfiar.
4. Contexto. Verificar fechas, desconfiar de imágenes fuera de contexto y cifras sueltas.
5. Agencias. Consultar con agencias verificadoras, que detectan informaciones falsas.
“El enorme uso de las redes sociales ha sido un caldo de cultivo”
Ignacio López-Goñi, microbiólogo de la UN, es uno de los participantes en el estudio de la desinformación en ciencia y salud.
¿Qué han visto?
Estudiamos 533 bulos tres meses y la mitad ocurrieron en el primer mes. Tiene lógica porque fue el momento de más incertidumbre, falta de información... El enorme uso de las redes sociales en la pandemia ha sido un caldo de cultivo.
¿Les ha sorprendido tanto bulo?
Inicialmente sí aunque al coincidir la pandemia tiene lógica. Muchos se relacionaban con la ciencia exprés, los famosos ‘pre-print’. Son artículos que se hacen públicos pero sin revisar y que enseguida llegaban a los medios. Algunas investigaciones se hacían virales y luego se demostraba que igual tenían un error e incluso no llegaban a publicarse.
El método ‘pre-print’ sin revisar, que se ha disparado, era necesario porque si esperas a la revisión puede pasar un año y había necesidad de compartir ese conocimiento. Pero una cosa es la desinformación en el sentido voluntario, de falsedad, y otra cosa es el error involuntario, que en ciencia ocurre.
¿Ha habido mucha desinformación con mala intención?
Ha habido de las dos. Unas generadas por esa ciencia a alta velocidad o porque hay un dato científico que se malinterpreta, y luego está el fraude, el engaño a propósito.
¿Qué engaño le llamó la atención?
Que el café curaba. Era un engaño total, sin ningún dato. Partía de un oftalmólogo chino que no existía, se había inventado todo.
Ni edad, ni nivel cultural hacen inmunes a los bulos.
No. Es importante detectarlos.
¿Alguna clave para hacerlo?
Si se ve algo muy sensacionalista, espectacular o raro nos tiene que alertar. Y la fuente, quién lo dice. También en la fuente está el problema de la autoridad aumentada. Personas formadas que pueden ser fuente de mala información. ‘Médicos por la verdad’ han generado mucha desinformación.
¿Y el negacionismo?
Sí, pero con las vacunas en España no ha habido un movimiento beligerante. Ha habido gente que dudaba por la rapidez y es razonable. Pero esos colectivos de "expertos", entre comillas, han hecho mucho ruido y desinformación.
¿Qué enseñanza se puede sacar?
En la universidad nos decían: ¡no creas todo lo que viene en los artículos científicos. ¡Ten espíritu crítico! Ahora igual: no creas todo lo que ves en la tele o llega por redes. Ojalá se quede la cultura científica, la divulgación de la ciencia. Si la sociedad está mejor formada desde el punto de vista científico y técnico tendrá más criterio y será menos manipulable. Es el reto, mantener el rigor y hacer la ciencia sencilla y clara.
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