martes, 4 de junio de 2019

Joaquín Desplán, por J.M. Baroga

"El motocarro de "La Elegante", las mecedoras del Bearin, el cohete con una banda militar además de "La Pamplonesa", la plaza circular sin la casa de los periodistas.., los kilikis, grotescos pero auténticos, no embellecidos mediante operación estética, las cruces parroquiales -todas- en la procesión del Santo, que marcha escoltado por una escuadra de gastadores, los vendedores ambulantes con aquellos bastonicos que tuvimos todos los críos de entonces, la plaza de los ajos con docenas de casetas, el maestro Desplán batiendo los timbales en la plaza de toros, aquellos inolvidables autos de choque... una gozada. 
Esto sí que es un antídoto contra el olvido y la desmemoria" (J.J. Martinena)

DON JOAQUIN DESPLAN                                                                           por José María Baroga
En efecto: pocos tipos más populares en todas las esferas que el TIMBALERO municipal, como reza la esquela mortuoria. Ni más pintoresco con su atuendo a la Federica, sombrero bicorne, casaca con filetes dorados y calzones hasta la rodilla... Con los timbales portados por otros dos Federicos, lo cual nos informa de la importancia del Timbalero...
Los niños, sobre todo, se quedaban con la boca abierta ante aquellas figuras sacadas de un relato de Dick Turpin.
Y había que verlo con qué solemnidad atacaba con las baquetas el parche de los timbales, produciendo un grave y profundo contraste con la estridencia de los clarines.
A su sorda llamada el Ayuntamiento acude inexcusablemente a la puerta de la Casa, festivo y enchisterado, para iniciar el recorrido agobiante del «Riauriau».
Joaquín Desplán redobla y vuelve a redoblar. Bruscamente se detiene con las baquetas en el aire; los clarines repiten sus bramidos... Un último redoble y dos golpes secos, definitivos, marcando la entrada a La Pamplonesa... Los Gigantes van alzándose perezosamente...
Ya está, ya comienza el Riauriau. La masa electrizada de pamploneses y de foráneos salta y se bambolea, acomete y retrocede, el cordón de guardias se las ve y se las desea para proteger a los ediles de aquella batahola enloquecida que amenaza con aplastarlos y por todas partes resuena el grito enfervorizado: ¡¡Viva San Fermín!! Joaquín Desplán marcha detrás de La Pamplonesa, tieso, hierático, consciente de la solemnidad del momento.
¿Dónde estamos?
No entrará en acción hasta la llegada del Ayuntamiento a la parroquia de San Lorenzo cuando los músicos, con el último resoplido, se detienen en la puerta, después de interpretar • cien veces, como una pescadilla que se muerde la cola, el excitante vals de Astráin.
Baquetas bajo el brazo, con Archanco de Alcalde (SF 1943 o 44)
Entonces él, Joaquín Desplán, con un movimiento rápido se pasará la mano ensalivada por el cráneo para dar el último «golpe de laca» a los ocho pelitos que conserva y cogiendo las baquetas se inclinará sobre los timbales, y volverá a bordonear profundamente, con su arte inimitable de Timbalero del XVIII.
Sí, es un Timbalero único, el mejor: digno de una Corte imperial (1).
Lo curioso del caso es que Joaquín Desplán no sabía ni jota de música. Aprendió la guitarra con números, la caja por intuición y los timbales... los timbales por predestinación, podríamos decir.
Y desde 1938 en que accedió al puesto de Timbalero del Ayuntamiento hasta su muerte en 1958, a los setenta y dos años, allí estuvo dale que te pego anunciando la presencia del Ayuntamiento.
Un detalle que nos muestra el celo de este funcionario se desprende de su actuación en la Feria de San Fermín. Desplán jamás vió una corrida de toros, no obstante ocupar todas las tardes un lugar de excelente visibilidad; él estaba a lo suyo, a sus timbales. Con la mano haciendo pantalla sobre ]os ojos no apartaba la mirada del palco presidencial, a la atenta espera del pañuelo para el cambio de suerte, el aviso o la retirada del morlaco a los corrales.
Desplán no conocía el pequeño retrovisor que ideó el timbalero
Francisco Varea Jiménez para ver el pañuelo que la presidencia
saca en el palco, ubicado en una posición complicada para ellos
DN SF 2009
Y, como dice un cronista; con la muerte del Timbalero, desaparece en esta adulterada Fiesta de los toros, lo único puro, lo único auténtico: el solemne sonido de los timbales de Desplán.
(1) Precisamente este año 58, el cartel de Fiestas representa un apuesto timbalero que muy bien pudiera recordar a Desplán en su juventud. No sabemos si éste llegó a verlo pues falleció un par de meses antes de las Fiestas.

Desplán en "Sucede en San Fermín"
Es un cortometraje documental de 1957, rodado en Pamplona en los Sanfermines de 1956, escrito por el novelista pamplonés Rafael García Serrano.
La voz inconfundible del NO-DO es la de Matías Prats.
Dejando de lado la ideología de García Serrano, evidente en varios pasajes, sí quiero destacar (y así lo he hecho en la edición) una curiosa expresión -de aire muy falangista- sobre Navarra que no había oído nunca: "La Esparta de Cristo". ¡Toma ya!
"El motocarro de "La Elegante..."
Mediante la edición he intentado también aclarar algunos pasajes confusos y datos evidentemente erróneos.
El ambiente de Pamplona está perfectamente retratado, con unas imágenes que a mí (tenía entonces 6 añicos) me han nublado los ojos en varios pasajes.
En el 14'12" podemos ver en acción a Joaquín Desplán.
Estamos asistiendo a sus penúltimos o, quizás, últimos sanfermines. Joaquín Desplán fue timbalero municipal durante 20 años (38-57). Precisamente, en 1958, el cartel de fiestas fue dedicado por primera vez a un timbalero, lo que algunos (como Baroga) entendieron como un homenaje póstumo a la figura del maestro Desplán.

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