Pero antes dos trocitos de gran interés:
Uno de Jorge M. Reverte sobre la manifestación y la concentración de Pamplona.
Y el otro, el lamentable punto quinto del comunicado de los obispos
1. JORGE M. REVERTE
Y una pequeña, muy
pequeña, manifestación de los de siempre aclaró algo las cosas
para quien quiera oír el mensaje: cuatro personas fueron agredidas
con métodos fascistas-abertzales en Alsasua.
Las autoridades de
Gobierno autonómicas y municipales de Navarra y Pamplona han sido
cómplices de esta manifestación de tintes fascistas. Y nadie, salvo
un pequeño grupo de ciudadanos, ha dado la cara por las víctimas.
Cincuenta mil navarros
han protagonizado una manifestación que será histórica por el
número de participantes, pero también porque todos esos ciudadanos
representan muy bien lo que ha cundido la infamia en España. (Para leerlo completo, pincha ahí)
2. Obispos de Euskadi, Navarra y Bayona
"Punto 5.- La deseada
disolución de ETA ofrece nuevas posibilidades para la normalización,
que debieran de ser aprovechadas por todos. Pensamos en la
oportunidad de atender las peticiones de los familiares de los presos
inmersos en diversas necesidades humanitarias...". (Podéis leerlo completo aquí).
Es sangrante que los obispos no sepan que para el acercamiento de cualquier etarra basta con que se arrepienta y colabore con la justicia, por ejemplo en los 300 casos no resueltos. Los familiares de esas víctimas sí que lo agradecerían.
3. Maite Pagazaurtundúa: El síndrome de Alsasua
Algunos municipios vascos
y navarros, en la bajamar de la violencia terrorista, se resistieron
especialmente a abandonar las campañas del entorno de ETA contra los
cuerpos de seguridad del Estado. Durante años, este tipo de campañas
habían llenado páginas cada día en los periódicos de la causa.
Las actividades de acoso y de deslegitimación se realizaban en cada
pueblo y ayudaban a sentir el odio y a justificar, después, los
asesinatos de policías y guardias civiles, entre otros. Ayudaban a
reclutar nuevos asesinos.
Cuando
ETA dejó de asesinar, en algunas localidades como Alsasua
continuaron las campañas de adoctrinamiento intensivo para no dejar
de aplicar la violencia moral tanto contra los guardias civiles como
contra sus familias o contra quienes no les estigmatizasen. Lo
consideraban un objetivo plenamente realizable.
Instituto San Miguel de Alsasua con pancartas y pintadas en la pizarra en favor de los detenidos de Alsasua y por la expulsión de la Guardia Civil. |
El mismo año de los
hechos delictivos que se juzgan estos días, en 2016, una filósofa
judía, superviviente de la persecución, Agnés Heller, escribió y
dijo en el Parlamento Europeo que “el mal radical es la combinación
de las dos máximas del mal que desencadenan el deseo de torturar o
asesinar legitimándolas como virtudes”.
Lo peor del mal es creer
que se está haciendo el bien. Lo peor de las campañas de
mantenimiento del odio por parte de movimientos como
Ospa Mugimendua (ospa es un verbo imperativo, que significa “¡largo de aquí!”) es el candor beatífico de la gran mayoría de la localidad ante la inoculación de ese odio específico. Lo que ocurrió tras la agresión brutal a los dos guardias y a sus parejas es comparable con el ecosistema casi perfecto del terror y de los prejuicios excluyentes del nacionalismo vasco que conocí durante mi infancia y juventud. Las familias de las parejas de los guardias han sido estigmatizadas, sus negocios maltrechos y les han negado la condición de víctimas. Desde 2016, Alsasua no ha dejado de ser un pudridero que ha ido infectando a las autoridades navarras, en un proceso de burbuja tan específico que me atrevo a denominarlo como síndrome de Alsasua o proceso de autosugestión en las mentiras y la legitimación del odio cuando se practica al por mayor y en plan jatorra (casta).
Ospa Mugimendua (ospa es un verbo imperativo, que significa “¡largo de aquí!”) es el candor beatífico de la gran mayoría de la localidad ante la inoculación de ese odio específico. Lo que ocurrió tras la agresión brutal a los dos guardias y a sus parejas es comparable con el ecosistema casi perfecto del terror y de los prejuicios excluyentes del nacionalismo vasco que conocí durante mi infancia y juventud. Las familias de las parejas de los guardias han sido estigmatizadas, sus negocios maltrechos y les han negado la condición de víctimas. Desde 2016, Alsasua no ha dejado de ser un pudridero que ha ido infectando a las autoridades navarras, en un proceso de burbuja tan específico que me atrevo a denominarlo como síndrome de Alsasua o proceso de autosugestión en las mentiras y la legitimación del odio cuando se practica al por mayor y en plan jatorra (casta).
La proporcionalidad o no
de la calificación y petición del fiscal es una mera excusa. Desde
el primer momento se puso en marcha una campaña de fakes para
proceder al borrado social y político de la responsabilidad de la
violencia. No fue una pelea de bar. “Esto os pasa por venir aquí,
iros de aquí, hijos de puta picoletos, os tenemos que matar por ser
guardias civiles, cabrones, txakurras”.
Aquella noche,
los whatsapp de los agresores de Alsasua avisaron de que
los guardias estaban en el bar y entonces actuó la jauría. Y la
jauría, incrementada ya en tribu, no repitió lo mismo siete días
más tarde, ante cuatro víctimas del terrorismo que se plantaron
ante ellos, porque estaban las cámaras de televisión. Vale la pena
ver las imágenes porque la concentración de odio se visualiza con
claridad.
El pudridero de Alsasua,
ignorante de la falta de sensibilidad con los machacados de esta
historia, no ha dejado de crecer hasta alcanzar a la presidenta de la
comunidad navarra, e ir más allá, en función de los ajustes de
cuentas políticos de cada cual, por distintas razones entre las que
ayuda la degradación general de la opinión pública gobernada por
las redes sociales.
El aliento de la
violencia moral y de la estigmatización siempre trae violencia
física. La banalización de la responsabilidad siempre trae a
tiranos y a mentirosos. No sólo pasa en este caso. Lamentablemente
hay mucha porquería en nuestra vida pública, pero no asomarse a la
verdad del ecosistema del odio de Alsasua resulta todo un manifiesto
de falta de sensibilidad y crueldad con décadas de dolor provocado
contra mujeres, niñas y niños acosados por ser familia de guardias
civiles. Falta de sensibilidad con tantos niños asesinados en esas
casas cuartel, con tantos guardias asesinados bajo la misma bandera
de odio que los agredidos de Alsasua.
Maite Pagazaurtundúa es
portavoz de UPyD en el Parlamento Europeo.
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