martes, 3 de abril de 2018

Hawking o el poder de una mente genial

En los años 80 coincidí con Pedro A. González en un instituto de San Sebastián, él en Física y Química y yo en Filosofía. Fue en esa época cuando me interesé por Tales, Pitágoras, Aristarco, Eratóstenes, Copérnico, Kepler, Galileo, Newton... y cogí una gran afición por la astronomía. Pero Einstein quedó fuera de mi alcance y Hawking ni te cuento.
Por eso agradezco mucho este escrito de mi amigo en DN por divulgar de manera sencilla lo esencial de la aportación de Hawking, una mente que, a pesar de estar prisionera en un cuerpo tan postrado, fue capaz de abarcar todo el universo. 
Descansa, al fin, en paz
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El científico británico Stephen Hawking falleció el pasado 14 de marzo en su casa de Cambridge a los 76 años, a la misma edad y curiosamente en la misma fecha de nacimiento de Albert Einstein. Ha sido toda una referencia de la Física Teórica en el campo de la Cosmología durante más de 50 años, desafiando todos los pronósticos médicos desde que se le diagnosticó a los 21 años la enfermedad degenerativa de Lou Gehrig (ELA).  
La publicación en 1988 de la que con mucho es su obra más popular “Breve Historia del Tiempo”, hizo que su nombre fuese conocido en todo el mundo mucho más allá del ámbito académico y científico. Fue un auténtico bombazo editorial (más de veinte millones de ejemplares) pero, de difícil lectura -“el libro de divulgación científica más comprado y menos leído”- según decía él  mismo haciendo gala de su fino sentido del humor. Aunque nacido en Oxford, se doctoró por la Universidad de Cambridge y en 1980 ya ocupaba la prestigiosísima cátedra Lucasiana de matemáticas de dicha universidad, ocupada anteriormente por Isaac Newton y otros gigantes de la Física, puesto docente que mantuvo hasta su jubilación en 2009. 
Al igual que los intentos de Albert Einstein en su ambiciosa tarea de unificar las leyes del Universo macroscópico y el mundo subatómico, Hawking abrió nuevos caminos en la teoría de la “gravedad cuántica” y, en concreto, desarrolló una teoría de los “agujeros negros” y de la emisión de radiación por los mismos y por extensión de la naturaleza del espaciotiempo y del origen y evolución de nuestro Universo. No rehuía tampoco las especulaciones metafísicas como la hipótesis de que nuestro mundo no hubiera tenido nunca un principio, aún a riesgo de que como miembro de la Academia de Ciencias Vaticana, ironizaba Hawking, compartiese el mismo destino de Galileo, con el que se identificaba por haber nacido justamente 300 años después. 
¿Por qué entonces, a pesar de sus remarcables aportaciones a la cosmología teórica, no ha obtenido el más prestigioso de todos, el Premio Nobel de Física? En mi opinión, por la propia naturaleza fuertemente especulativa de la cosmología teórica cuyas hipótesis son de muy difícil comprobación por experimentos, como por ejemplo, la de la citada radiación Hawking. Sin embargo, ha obtenido innumerables distinciones científicas y doctorados “honoris causa” entre los que me gustaría destacar los españoles “Príncipe de Asturias” y el de la Fundación BBVA de “Fronteras del Conocimiento en Ciencias Básicas”.  
Aún sin el Nobel y el carácter difícilmente comprensible y especulativo de sus aportaciones, Hawking es el científico más popular desde los tiempos de Marie Curie y Albert Einstein, con una fama propia de una estrella del balompié o de la música pop. 
Ello se debe, a mi modo de ver, a tres razones fundamentales: la primera, quizá la más banal, a la aparición frecuente en programas de entretenimiento como la serie Big Bang Theory, la popular serie de animación de los Simpson o la serie de culto Star Trek. La segunda es que ha sido un gran divulgador, a la manera de otros grandes como Carl Sagan o Arthur Clarke, de conceptos científicos muy intrincados pero que responden a los grandes interrogantes sobre nuestra existencia. 

Y lo ha hecho con gran empeño y tenacidad, a pesar de que tuvo que enfrentarse a enormes dificultades para poder comunicarlos derivadas de sus grandes limitaciones físicas. Y tercero, el hombrecillo recostado en una silla eléctrica que se comunicaba con entusiasmo y humor con una voz sintetizada que se nos hizo tan reconocible, se había convertido en un auténtico icono inspirador del poder de una mente genial sobre una discapacidad física severa. 
En mis visitas a Cambridge siempre busqué la ocasión de escucharle en vivo pero antes de conseguirlo, Hawking ha viajado más allá del “horizonte de sucesos” dejando un auténtico “agujero negro” en la comunidad científica internacional. 

PEDRO A. GONZÁLEZ CRESPO, catedrático de Física y Química.

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