Adiós a Popi por Sonsoles Echavarren
Iñaki (’Popi’)
Redín Eslava, profesor de biología,
escritor, músico e ilustrador
Popi
cumplió 54 años el domingo (14.01.18) y murió el lunes al mediodía. En su casa del Segundo
Ensanche de Pamplona y rodeado por su mujer y sus tres hijos.
“Al pequeño le
llamamos por teléfono para que viniera rápido del instituto y no a paso de
adolescente. Pero llegó a tiempo. Y hasta que no lo abrazó, Popi no se marchó”.
Así de sencillo y de bonito relataba el final de la historia María Zabalegui,
la mujer de Iñaki (Popi) Redín Eslava, el martes por la tarde en el tanatorio
del barrio, mientras no paraba de abrazar a ese continuo ir y venir de gente
que quería acompañarla.
Iñaki (Popi) Redín, con sus rotuladores, en su casa de Pamplona en julio. |
Porque Iñaki tenía muchos amigos. Y las que siguen no
suman líneas suficientes para definir todo lo que era. Profesor de Biología en
ESO y Bachillerato (en los IES de Zizur y Barañáin, durante la última década),
escritor (autor de Comicreando y Educar sin drogas), músico (tocó en Los
dinosaurios o 2112) e ilustrador (en su blog Comicreando utilizaba el cómic como
herramienta de divulgación científica y educación en valores). Respondía a
todas estas definiciones pero, sobre todo, a la de persona ‘buena’ y
‘extraordinaria’. Porque Popi, a quien bautizó así su abuela cuando era un
niño, tenía la habilidad de que todos los que tuvimos la suerte de conocerle nos
sintiéramos especiales a su lado. María y sus tres hijos: Ander (23), Iñaki ('Kaki') (20) y Aurelio (15) han tenido mucha suerte de disfrutarlo durante tanto
tiempo. “El cáncer me matará, pero no me quitará la vida” era la filosofía que
lo acompañaba.
Iñaki Redín
vivió su más de medio siglo en el Segundo Ensanche. Hijo de Fernando Redín
(mecánico, fallecido el pasado junio) y de Fefa Eslava, era el mediano de tres
hermanos; Fernando, el mayor; y Mikel, el pequeño. Su “ecosistema” infantil se
movía entre las ‘casas baratas’ en las que vivía la familia (entre las calles
Leyre, Amaya, Olite y Teobaldos, una manzana ya derruida y en la que, paradoja,
se están construyendo viviendas de lujo), el colegio Escolapios (hasta que le
echaron en COU), el parque de la Media Luna y el taller de su padre, el Garaje
Redín, en la calle Arrieta.
Y allí, entre tubos de escape y pastillas de freno,
ensayaba con sus bandas de rock. Corrían las décadas de los setenta y los
ochenta, cuando Iñaki, además de en la música, encontró refugio en una caja de
rotuladores de colores y en sus dibujos infantiles. “En una ciudad en la que
todo era gris”, recordaba en la entrevista que le hice para este periódico el
pasado julio, tras la publicación de su último libro, Educar sin drogas.
Licenciado
en Biología por la Universidad de Navarra y master en Biotecnología Avanzada
por la Autónoma de Barcelona, Iñaki quería ser microbiólogo cuando un coche que
se saltó un semáforo en rojo cambió su destino. Él circulaba en moto por el
cruce entre Pío XII y la Avenida del Ejército y salió despedido. Su mujer, su
novia de toda la vida, estaba entonces embarazada de cinco meses de su primer
hijo; y él, tras dos en el hospital, perdió la visión del ojo izquierdo, el
sentido del gusto y del olfato. “Y un microbiólogo sin olfato es como un espía
sordo. Así que dejé ese trabajo”, añadía en esa entrevista.
Rotuladores y aulas
Popi se
hizo entonces diseñador gráfico, hasta que en 2010 aprobó la oposición de
profesor de Secundaria en la especialidad de Biología, animado por su mujer,
que enseña Matemáticas en el IES Irubide. El año anterior, había llegado el
peor diagnóstico con un nombre muy complicado: un adenocarcinoma renal, cáncer
de riñón. Durante ocho años, Iñaki batalló contra el tumor, al mismo tiempo que
enseñaba Biología a los alumnos de ESO y Bachillerato de Zizur y Barañáin,
donde no fue un docente convencional y se ganó el cariño de los adolescentes.
“¡Adoro mi profesión! ¡A mis alumnos les hago hasta apuntes con dibujos!”,
confesaba entre risas. El curso pasado no pudo impartir las últimas evaluaciones,
pero durante el verano, confiaban en volver a las aulas en septiembre. Para
entonces el tumor se había extendido al cerebro, el pulmón... y ya no podía
caminar. “Iré en villavesa”, resolvía. Siempre supo que su enfermedad era incurable,
pero se reía hasta de su propia sombra. “¿Que cómo se vive así? Pues es una
putada. Sé que me queda poco tiempo, pero no cuánto. Así que estoy como los
demás”, se reía.
Sus
opiniones sobre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) -él afirmaba que no existe y que es un negocio para muchos- ocasionaron
polémica. Al igual que su oposición a la “pastilla” (el metilfenidato), un
estimulante que se receta a quienes padecen este trastorno. “En las aulas,
tenemos zombis en lugar de alumnos”.
Su último
trabajo publicado tiene para mí un valor incalculable: la portada de mi libro
Las reinas del patio. Yo le había conocido en julio, cuando le entrevisté.
Enseguida conectamos y pensé que la portada tenía que llevar su sello: el de un
luchador que no se rinde. A la semana siguiente, hizo el dibujo en la cama del
hospital, donde le habían ingresado tras perder la movilidad en las dos
piernas. Después me confesó que le había ayudado psicológicamente. “Por
supuesto que iré a la presentación... si estoy vivo, claro”, bromeó. Y el 26 de
septiembre todos le aplaudimos en Civican.
Un aplauso que continúo hoy y que
espero que escuche. Para mí ha sido un placer haber conocido a Popi. Lo único
que lamento es no haberlo hecho antes. Un fuerte abrazo para María, Ander, Kaki
y Aurelio. ¡Han sido muy afortunados de tenerlo en sus vidas!
Sonsoles
Echavarren es periodista de Diario de Navarra y amiga del fallecido
1 comentario:
Muchas gracias Sonsoles Echavarren por esta maravillosa y sentida entrevista . Pese a haber vivido mis 29 primeros años en el ensanche no tuve la oportunidad de conocer a Popi pero tras varias entrevistas que le has hecho sé quién era y su lucha .
Gracias porque necesitamos gente como el que enseñe sin pensar en el método sino en la persona .
Enhorabuena Sonsoles
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