Ciertamente la interpretación que hace Urbeltz del carnaval sorprende. Según él se trata de rituales para conjurar las plagas de insectos: langosta, tábano... Miel Otxin es la imagen del hambre, hambre provocada por la plaga de langosta. “Toda persona disfrazada es, en cierta manera, una persona insectizada”, apunta Urbeltz. Como veis, cuestiona las interpretaciones más comunes sobre el carnaval.
¿Vemos el Carnaval de Lanz (1964) de Caro Baroja, desde esa perspectiva? A ver qué tal
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Urbeltz
aúna los carnavales como un fenómeno único de la cultura europea
El
antropólogo se fija en los casos de Lantz y Lastovo (Croacia) como rituales que
advierten de futuras calamidades
Urbeltz sobre el Carnaval por Ion Stegmeier
Cumplidas
las “dos jirafitas”, como bromeó ayer por sus 77 años, el antropólogo Juan
Antonio Urbeltz ha puesto el punto final a sus trabajos sobre el carnaval rural
y su simbolismo. El libro “Morir” en la hoguera el Martes de Carnaval,
publicado por Pamiela, es el compendio del trabajo de tantos años, y deja una
conclusión clara: los carnavales no son fiestas aisladas de distintos pueblos
singulares, en oposición a la cuaresma, sino que se trata de un fenómeno global
europeo, que se entiende mejor al verla en conjunto, y que trata de conjurar
con cierta teatralidad rural amenazas para esas localidades como plagas o
epidemias. Siempre en territorios de pequeña escala.
Miel-Otxin, protagonista en Lantz. JESÚS CASO |
En Lantz
está el gigante Miel Otxin, que se escapa, quiere salir del pueblo, pero lo
retienen y lo meten dentro para enjuiciarlo. En Lastovo, al revés. Allí el personaje se llama Poklad, no mide
más de 1,20 metros, y quiere entrar en el pueblo deslizándose por una cuerda
mientras hace explotar pólvora en su “vuelo” desde un pequeño monte
cercano.
Poklad, el personaje en Lastovo (Croacia). |
‘Dejar la carne’ y ‘podar’
Urbeltz,
que hace menos de una semana estrenó en el Baluarte su último espectáculo de
danza, Martin Zalakain, ordena en este libro la antropología del XIX y pone en
solfa estudios como La rama dorada de James George Frazer, que explicaba que el
carnaval era un ritual para expulsar el mal. “Los rituales carnavalescos que
tenemos en el folklore vasco y europeo en general son formulaciones para
contener el mal, no expulsarlo, sino contenerlo, que no entre”, advierte él.
Tampoco es
partidario de relacionar estas manifestaciones con la cuaresma, como se ha
solido hacer, sino con las calamidades que cíclicamente amenazan a esas poblaciones.
“La iglesia a partir del siglo IV introduce la cuaresma pero el carnaval no
está constituido por eso, sino por el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera,
esos son los dos polos en los cuales todo el universo insectil está ciertamente
en situación amenazante; en el carnaval está por venir y en San Juan ya ha
explotado, entonces las hogueras, el humo con leña verde, es para dispersar
teóricamente mosquitos y tábanos”, explicó ayer.
Admite
Urbeltz que el nombre de carnaval posiblemente sea eclesiástico, dejar la
carne, pero no así en euskera. Iñauteri viene de inausi, podar, y aratuste de
araztui, plantar árboles podados, tareas típicas de primavera.
Personas “insectizadas”
El euskera
vuelve a dar más pistas por ejemplo con la palabra disfraz, que se dice mozorro
o zomorro, como también se denomina a los insectos. “Toda persona disfrazada
es, en cierta manera, una persona insectizada”, apunta Urbeltz.
“Cuando estamos
sentados y viene la chavalería mozorrotuak (disfrazados) con el triki a bailar
y damos dinero para la merienda, hemos pagado el diezmo, hemos pagado a los
insectos que están ahí, por tanto, no podrán venir a cobrar por segunda vez lo
que ya han recibido, los tenemos ahí conjurados, pero estos insectos pequeños
son muy desobedientes y por más que pagues se presentan una y otra vez”,
explica el investigador de la cultura tradicional vasca que nació en Pamplona y
se marchó a vivir de bebé con su familia a San Sebastián.
Juan Antonio Urbeltz sostiene su libro, ayer, en la librería Elkar de la calle Comedias, en Pamplona. CALLEJA |
Los
yoaldunas, figuras emblemáticas del carnaval en Ituren y Zubieta, también
tienen relación con los insectos. Lo que hacen, concretamente, es disuadir a
los tábanos, ya que además del ttuntturro (el gorro cónico), sus dos elementos
principales son la ishopua, la cola del caballo que agitan con la mano, y el
cencerro. “Ituren y Zubieta nos permiten
postular que todos los carnavales europeos con cencerros están en función de
eso, el cencerro no tiene otra función en las sociedades tradicionales que con
el ganado, no tiene otra función que espantar tábanos, sobre todo, de las partes
blandas de la cara; por detrás, el animal lo hace él solo con la cola”,
explica. En el libro recoge unos personajes muy parecidos a los yoaldunas en
Karlovo (Bulgaria), y los llamados mamuthones en Mamoiada (Cerdeña).
Urbeltz fue
ayer presentado en la librería Elkar Comedias de Pamplona por Aritz Ibáñez, de
Duguna Dantza Taldea, quien lo definió de “revolucionario” en el mundo de la
danza. También en ese campo, después de recorrer en los años 60 y 70 decenas de
pueblos junto a su mujer para recuperar las danzas vascas en extinción, se puso
a crear nuevas y a investigar sobre su simbología, porque la danza sin
simbología, suele decir, se queda en aerobic.
“MORIR” EN
LA HOGUERA EL MARTES DE CARNAVAL
Representaciones dramáticas en Lantz y Lastovo
Autor: Juan Antonio Urbeltz
Editorial: Pamiela Páginas: 352 Precio: 22 euros
Representaciones dramáticas en Lantz y Lastovo
Autor: Juan Antonio Urbeltz
Editorial: Pamiela Páginas: 352 Precio: 22 euros
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