Sabicas, por Pedro Charro
Puede que Pamplona haya encontrado su festival casi por
casualidad con el Flamenco On Fire, algo que andaba buscando y que no es fácil,
después de tanto mirar de reojo a los festivales de cine y jazz de San
Sebastián, por ejemplo, queriendo dar con algo que pudiera ser aquí un
referente y atraer público y crear un sello propio.
Tiene gracia que siendo una ciudad tan norteña y envarada, donde
a lo lejos siempre parece escucharse un chistu, Pamplona se vuelva de pronto
capital del flamenco, debido a la casualidad que viniera a nacer aquí Agustín Castellón,
el hijo de unos gitanos ambulantes que recalaron un tiempo en la calle Mañueta.
Agustín cogió aquí la guitarra de niño y ya no paró. “Yo no tuve nunca maestro
en la vida”, declaró. “Me puse a tocar, y así seguí”. Su hija, que nos visita estos
días, cuenta que en casa no podían poner la radio ni hacer ruido porque su
padre ensayaba 8 o 10 horas todos los días.
Agustín vivió casi toda su vida fuera
de España, de donde se exilió tras la guerra, y fue guitarrista en Nueva York,
que también tiene su guasa. Allí le visitaron guitarristas y cantaores y allí
fue forjando un estilo propio.
“Yo soñaba con Sabicas. A nadie le ha sonado la
guitarra como al maestro”, dijo Paco de Lucía, que fue su discípulo. En La búsqueda, esa emocionante película que le hizo su hijo, Paco habla de
Sabicas con veneración y dice que cuando lo vio tocar por primera vez, notó que
cogía la guitarra “como si calibrara un arma, como si se sorprendiera de sacarle
sonido”. El auténtico arte, podemos pensar, es ante todo una sorpresa para el
que nos lo da, algo que no pretende.
Alguien que vio a Sabicas una vez en Nueva
York me contó que hizo por cruzarse con él en los pasillos del teatro. Maestro,
soy de Pamplona, le dijo. Sabicas paró un momento, con la guitarra en la mano,
y le miró unos segundos, calibrando, luego siguió su camino sin decir nada. No
sabemos qué pasó por su cabeza. Quizás se extrañó de haber vivido alguna vez en
un lugar tan remoto, o recordó de pronto con emoción la lejana infancia,
nuestra auténtica patria.
Pedro Charro
(te dedico, Pedro, la canción del enlace, en recuerdo de aquel encuentro, y para que se cumpla tu deseo)
(te dedico, Pedro, la canción del enlace, en recuerdo de aquel encuentro, y para que se cumpla tu deseo)
FLAMENCO
Y ERRORES DE CÁLCULO
El
ciclo Flamenco On Fire ha cerrado su segundo año en el verano cultural de
Pamplona con un rotundo éxito. Una oferta que, a priori, suena algo
exótica, pero que tiene un público que responde. 11.000 asistentes, un tercio
de ellos de fuera de Navarra.
Es
una apuesta cultural, de las que unas salen bien y otras no. La del flamenco
lleva camino de consolidarse. Venciendo, eso sí, el escepticismo nacionalista,
que también lo ha habido, incapaz de ver más allá de la etiqueta de “español”
para el arte andaluz.
Sin
ir más lejos, la hoy presidenta del Gobierno foral, Uxue Barkos, también mostró
en su día su desconfianza en el proyecto. Como concejala en un pleno municipal,
se mofó de que Pamplona fuera a convertirse en capital del flamenco. “No se lo
cree ni usted”, le dijo al edil que defendía el proyecto. Y eso que reconoció a
la vez que era un arte que le gustaba.
Ha debido de percatarse ya de su notable error
de juicio. Este domingo asistía al espectáculo de Estrella Morente en Baluarte
que ponía fin al ciclo flamenco
BLANCO SOBRE NEGRO Dulanz
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